Los hijos compartidos
En el art¨ªculo titulado Los hijos como propiedad, publicado en este diario el 11 de junio pasado, Luisa Castro expon¨ªa sus argumentos en contra de la custodia compartida y defend¨ªa entre l¨ªneas la tesis de que los hijos son y deben seguir siendo por naturaleza propiedad de las madres. Parad¨®jicamente, la se?ora Castro acusaba a los padres varones que piden la custodia compartida de este af¨¢n de apropiaci¨®n sobre los hijos, echando mano para ello de viejos y polvorientos t¨¦rminos en lat¨ªn (Pater Familias), aparte del socorrido comod¨ªn de la amenaza del retorno del patriarcado.
Su tesis se reduce, en esencia, a una vieja pol¨¦mica: la dicotom¨ªa entre la naturaleza y la ley, o entre la naturaleza y la cultura. Seg¨²n su opini¨®n, la custodia de los hijos debe ser concedida a la madre pues es una cuesti¨®n de respeto a la naturaleza, de manera que la ley no debe ir contra esta naturaleza, sino ser su correlato. Es decir, el Estado no debe imponer la custodia compartida, si no es con el visto bueno de la madre, pues es la ley natural de la madre, figura ¨¦sta s¨ª absolutamente necesaria, la que debe prevalecer. Estos planteamientos naturalistas y maternalistas no se sostienen ni desde el punto de vista del derecho contempor¨¢neo, ni desde el punto de vista de la actual psicolog¨ªa evolutiva.
Los ni?os no son la propiedad exclusiva y natural de sus madres biol¨®gicas
En los Estados democr¨¢ticos es inconcebible que el derecho de una parte se haga depender de la autorizaci¨®n de la otra parte en litigio, pues en ese caso hay una parte que es a la vez juez y parte. Justo lo que ocurre en nuestro pa¨ªs con la custodia compartida, pues su concesi¨®n depende del benepl¨¢cito de la madre. Lo que preconizan quienes defienden la custodia compartida s¨®lo con acuerdo es en realidad el derecho de veto de una parte (la madre), es decir, un contraderecho o privilegio basado en la variable del sexo.
Desde el punto de vista de la psicolog¨ªa, los mitos relativos a la necesidad que tiene el menor de la madre como figura de apego prioritaria por naturaleza hace tiempo que est¨¢n superados por la ciencia. La psicolog¨ªa actual se decanta por los beneficios que tiene para el ni?o el apego m¨²ltiple, con independencia del sexo de los referentes. Es decir, nada m¨¢s enriquecedor y fomentador de la autonom¨ªa personal y del desarrollo ps¨ªquico y emocional del menor que la conservaci¨®n de una pluralidad de referentes primarios que, adem¨¢s, le quieren y le reconocen como ser querido. Y nada m¨¢s da?ino para la autoestima y estabilidad de un ni?o que el alejamiento forzado e injustificado de uno de sus padres y, en general, de cualquier otro ser querido, pues cuando se rompen los lazos de un menor con su padre tambi¨¦n se destruyen los v¨ªnculos con toda la familia paterna.
En realidad, las coartadas para justificar el derecho del progenitor custodio a trasladar al menor geogr¨¢ficamente a donde le plazca no son m¨¢s que malas coartadas. ?C¨®mo puede ser bueno para un menor apartarle de sus seres queridos, de su entorno de referencia estable, de su universo relacional ya definido? Es una aberraci¨®n defender, bajo pretexto de una presupuesta inocencia sobreprotectora de la madre, que el ni?o necesita ser llevado a una burbuja totalmente controlada por esta ¨²ltima, lejos de la perniciosa influencia del padre, siempre sospechoso, c¨®mo no, de impulsos de dominaci¨®n irreductibles y primordiales.
El ni?o no necesita el control exclusivo de la madre. Ni del padre. El ni?o necesita la participaci¨®n de los dos en su crianza, en su cuidado y en el roce cotidiano. Porque como dec¨ªa la copla, sin roce no hay cari?o. Y eso es lo que m¨¢s obsesiona a algunas recelosas madres, como la tristemente famosa letrada Mar¨ªa Dolores Mart¨ªn Pozo, presunta inductora del asesinato de su ex marido Miguel ?ngel Salgado; mujeres que no quieren compartir con ning¨²n igual el cari?o del ser amado, el amor de los hijos, por cuya escritura de propiedad exclusiva se afanan en batallar por todos los medios a su alcance y desde los m¨¢s altos castillos.
Los ni?os no son una propiedad, y no se pueden partir, como s¨ª se puede partir una casa, cuyo valor material no obstante tampoco se parte, porque va en el mismo lote que la propiedad materna de los hijos. Claro que los hijos no se pueden partir, pero s¨ª se pueden y se deben compartir. Tal vez todos deber¨ªamos empezar a conjugar el verbo compartir, pues es nuestra obligaci¨®n con nuestros hijos e hijas. Y en caso de no aprender a conjugar el verbo por nosotros mismos, entonces el Estado deber¨ªa poner a cada uno en su sitio e imponer el derecho all¨ª donde todav¨ªa no ha llegado. Precisamente para que haya m¨¢s familias felices, porque como dec¨ªa Tolst¨®i, las familias felices no tienen historia, y hoy por hoy en nuestro pa¨ªs hay demasiadas familias y demasiados ni?os que arrastran una tortuosa historia.
Firman este art¨ªculo ?ssun P¨¦rez Aicart, coordinadora de la Plataforma Feminista por la Custodia Compartida, y Fernando Basanta Ortega, vicepresidente de la Confederaci¨®n Estatal de Madres y Padres Separados.
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