Partido Popular, ?qu¨¦ cuadro!
Los virulentos ataques de la derecha pol¨ªtica y medi¨¢tica m¨¢s reaccionaria contra Mariano Rajoy en las semanas anteriores al inminente congreso del PP parecen espejos de algunas obras de arte
Atacan a Jos¨¦ K. vientos art¨ªsticos y se le agolpan ante sus ojos ya cansados v¨ªvidas im¨¢genes de obras de arte grandiosas. Anda dram¨¢tico nuestro amigo y un punto grandilocuente, y por eso cuando lee Rajoy se le aparece la famosa metopa griega arcaica, posteriormente reinterpretada por Tiziano, de Acte¨®n asediado por los perros. Es pensar en el actual presidente del PP y, ay, le come la imagen del San Sebasti¨¢n asaeteado de El Greco o, mejor, el de Mantegna, para no hablar del de Piero della Francesca.
A veces, en sus alucinaciones, cree reconocerle en la figura de blanco, en el centro del cuadro de don Francisco de Goya, de los fusilamientos del 3 de mayo. Incluso siempre que oye una referencia a este atribulado Mariano tiene que apartar la imagen de la estatua que Agesandro, Atenodoro y Polidoro le dedicaron a Laocoonte y sus hijos devorados por las serpientes. ?Acaso no se parece el infante de la derecha a Alberto Ruiz-Gallard¨®n? ?Y no es un calco el de la izquierda a Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa? Las serpientes tambi¨¦n son reconocibles, dice Jos¨¦ K. Coqueto, demora su identificaci¨®n.
La derecha es carn¨ªvora. Devora rojos, pecadores e inmigrantes. Y si no, devora a los suyos
Los obispos s¨®lo quieren a un escuadrista con porra al mando del que consideran su partido
Ah, gui?a un ojo p¨ªcaramente nuestro interlocutor, sentado frente al m¨¢rmol del caf¨¦ de toda la vida, con la sombra de dos camareros arrastrando los pies por el lin¨®leum con tanta o m¨¢s edad que ¨¦l. La derecha, dice Jos¨¦ K., es carn¨ªvora. Devora rojos, pecadores e inmigrantes como pinchitos de Santi Santamar¨ªa, mejor que de Ferran Adri¨¤, en exceso sofisticados para fauces m¨¢s bien recias. Esta derecha nuestra necesita carnaza para sus molares, premolares, caninos y colmillos, generalmente retorcidos.
Pero pasa a veces, no muchas a lo largo de la historia, que la izquierda se zafa de los virulentos ataques de Polifemo y se escabulle por los laterales para ganarle al monstruo violento. ?Y qu¨¦ hace el gran drag¨®n, pregunta ret¨®ricamente Jos¨¦ K., cuando no ha podido echarse al coleto su gigantesca raci¨®n de enemigos, es decir, la casi totalidad de seres humanos? Pues comenzar a comerse a s¨ª misma por el rabo, se responde en primera instancia. Pero, como siempre, a?ade su pellizco obligado de ac¨ªbar para amargar el dulce, y nos recuerda que las lagartijas -los dragones, a la postre, son lagartijas grandes- regeneran su rabo cortado en un suspiro, como saben los catedr¨¢ticos de Zoolog¨ªa y los ni?os de posguerra.
M¨¢s sorprendente le parece a nuestro amigo este cataclismo, este se¨ªsmo, esta hecatombe, esta cat¨¢strofe que ha sacudido a la derecha sin que haya cambiado en nada la composici¨®n molecular, f¨ªsica y mental, de Mariano Rajoy Brey, nacido en Santiago de Compostela hace 53 a?os. Sigue siendo, como es natural, un se?or muy de derechas. Nada indica que el a¨²n l¨ªder del PP haya sufrido mutaci¨®n alguna desde horas antes del 9-M a horas despu¨¦s de aquel domingo, ahora tan lejano. Era don Mariano el d¨ªa 8 un hombre de ley, indispensable para salvar la patria, y ya el 10 amaneci¨® convertido en el Sacamantecas. Conste que a Jos¨¦ K. le parece m¨¢s rid¨ªculo lo que pensaban los corifeos del l¨ªder de la derecha antes de las elecciones que despu¨¦s. Para un izquierdista recalcitrante, cualquiera que dirija el Partido Popular siempre est¨¢ m¨¢s cerca del hombre del saco o del monstruo de las nieves que de la beatitud.
Jos¨¦ K. cree saber lo que ocurri¨®. Y cuenta: pas¨® que volvieron a perder las elecciones. Ocho a?os en la oposici¨®n son muchos y les reconcome la sinraz¨®n de que alguien les quite lo que les corresponde por derecho divino: el poder. ?C¨®mo es posible, piensan estos chicos, que haya once millones de espa?oles que no nos obedezcan? Sucedi¨®, simplemente, que al chico bien mandado que le hab¨ªamos preparado cuatro a?os de plomo, con sus vomitivas conspiraciones del 11-M, su utilizaci¨®n repugnante del terrorismo, el ensuciamiento del poder judicial, con los obispos echados a la calle en una procesi¨®n m¨¢s bien hilarante, no supo ganar y restituirles lo que es suyo, ahora usurpado por unos descamisados vendepatrias. Y ante esta broma, aquel chico opt¨® por sacudirse las pulgas, gesto reconocible en la derecha mundial, y decir: los culpables son los otros, no yo. Que se vayan, que yo me quedo y rectifico. Y ah¨ª que se vino la marimorena, griter¨ªo de corrala, esc¨¢ndalo de arrabal.
?Se acuerda que hab¨ªamos dejado en el aire la identidad de esos seres mitol¨®gicos que aprietan y ahogan?, pregunta Jos¨¦ K. tras el segundo cortado. Ahora es buen momento para identificarles. Si yo fuera dibujante, dice, y mis manos artr¨ªticas fueran capaces de crear figuras, yo s¨¦ c¨®mo las representar¨ªa. As¨ª, entorna los ojos, ser¨ªa esa ilustraci¨®n: dos personajes de espaldas, para que todos supi¨¦ramos qui¨¦nes ejercen de ejecutantes, pero sin darles la gloria de reconocer sus caras. Uno de ellos lleva embudo en la cabeza, un micr¨®fono de la Cope, la emisora de los obispos, en la mano derecha y una navaja de carraca en la izquierda, escondida a la espalda. Es un se?or bajito, eso se ve enseguida. Aqu¨ª Jos¨¦ K. hace un inciso y nos recuerda que ¨¦l mismo apenas alcanza los ocho palmos, estatura para no hacer muchos alardes. Pero es s¨®lo por ser riguroso, se?ala. El otro es m¨¢s alto, luce camisa de rayas, tirantes de susto y coronilla brillante. Tiene las manos muy ocupadas: lleva un bazooka, un rifle de repetici¨®n, un lanzallamas y dos docenas de granadas, empe?ado en seguir dominando el cotarro de la derecha, sin olvidarse de departir horas y horas con el presidente del Gobierno, tan generoso en sus amistades.
Las dos figuras aparecen en primer plano: se les ve c¨®mo azuzan por la espalda a decenas de se?oritas y se?oritos elegantemente vestidos, si bien alguno de estilo casual, que no hacen sino tirar chinas, unos, y piedras de grueso calibre, otros, a un se?or con barba rala que asoma gafas por la puerta entreabierta de G¨¦nova, 13, arropado por otras se?oras y se?ores id¨¦nticos a los atacantes, pero portadores de escudos. En uno y otro campo, mezclados para escoger y revolver, como tenderete de mercadillo, presidentas y presidentes de comunidades, alcaldes, dirigentes regionales, ex ministros y otros nombres de similar relevancia.
A Jos¨¦ K., por cierto, se le ha iluminado la cara cuando ha mencionado la Cope. Y pregunta: ?creen ustedes que los obispos le dejan al del embudo atizar a Mariano por defender los principios de la Iglesia Cat¨®lica? Criaturas, se responde. Los obispos s¨®lo quieren tener al mando de ese que consideran su partido, a un escuadrista con porra y palo dispuesto a dar ca?a en las calles contra el Gobierno, mientras discuten con los ministros las exenciones fiscales y las subvenciones a los centros religiosos en la pr¨®xima modificaci¨®n, si es que llega, del Tratado con el Vaticano.
Y ahora es cuando Jos¨¦ K., que se manten¨ªa especialmente sereno para su condici¨®n de fan¨¢tico, echa espumarajos por la boca al referirse al Gobierno, presuntamente los suyos. Se achantan ante estos cristeros, vocifera, y mantienen los signos religiosos, mientras cardenales y obispos se tronchan de la risa.
Y es que andan en Moncloa, embebidos en est¨²pida pelea con las palabras, tratando de amordazar a quien se le escape la palabra crisis -concepto inexistente- para traducirla en la gloriosa desaceleraci¨®n acelerada. Menos mal que la jovenc¨ªsima ministra, que fue con sus huesas al Congreso para saludar a las miembras, resucit¨® como referente lexicogr¨¢fico a Chiquito de la Calzada, que andaba el presidente y su entorno algo mustios porque se hubiera acabado el Chikilicuatre, ese gran ¨¦xito cultural.
Asustados por la vena que se le ha puesto en la frente a Jos¨¦ K., le aconsejamos calma y s¨ª, le animamos a que vuelva a la felicidad contemplando con amplia sonrisa la pelea a garrotazos de la derecha, otro cuadro de Goya que se le aparece, entre corbatas verdes y cocodrilos rosas...
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