Edward Kennedy
Desde hace varias d¨¦cadas, me ligan a Edward M. Kennedy la admiraci¨®n y la amistad. No es el ¨²nico legislador norteamericano que ha mantenido las ideas y prop¨®sitos de lo que ellos llaman "liberalismo", los europeos "democracia social" y nosotros "izquierda". Ha sido el m¨¢s tenaz, el m¨¢s pertinente. Heredero de sus hermanos el presidente John Kennedy y el senador Robert Kennedy, desde el asesinato de este ¨²ltimo Ted Kennedy ha encabezado un clan particularmente castigado por la tragedia.
Heredero, Kennedy tambi¨¦n ha sido renovador tras casi ocho a?os del Gobierno m¨¢s derechista de la reciente historia de los Estados Unidos. Las propuestas pol¨ªticas de Kennedy se han depurado y aclarado al grado de que son hoy, en esencia, las del virtual candidato del Partido Dem¨®crata a la presidencia de la Rep¨²blica, Barack Obama.
El patriarca de los Kennedy encarna ese EE UU progresista que vuelve con Obama
La propuesta pol¨ªtica de Kennedy posee antecedente, presente y porvenir. Se ancla en la filosof¨ªa de la Revoluci¨®n de Independencia y en la advertencia del Federalista: "Si los hombres fuesen ¨¢ngeles, el Gobierno no ser¨ªa necesario". Como no lo son, requieren del Gobierno, y si la sociedad permite al Gobierno controlar a los gobernados, tambi¨¦n obliga al Gobierno a controlarse a s¨ª mismo.
En el presente, Kennedy teme que un Gobierno descontrolado haya excedido sus funciones constitucionales mediante el abuso del poder: el Ejecutivo afirma su derecho a actuar en secreto e ignorar las leyes del Congreso en nombre de la seguridad nacional. Kennedy se pregunta: ?puede haber seguridad si se ignoran los derechos abusados so pretexto de prerrogativas ejecutivas? ?De qu¨¦ seguridad hablamos si la informaci¨®n nos es denegada, si autorizamos tribunales y detenciones secretas y si la documentaci¨®n es declarada, sin raz¨®n, "secreta"?
El argumento de Kennedy es esencial a fin de distinguir a una democracia de un r¨¦gimen autoritario. La democracia no puede, so pretexto de "seguridad", adoptar las reglas de una dictadura. Tener democracia con seguridad es el desaf¨ªo de la libertad. Siempre hay que tener presente que existen derechos que los ciudadanos no exigieron al Estado al adoptar la Constituci¨®n. Si los Estados Unidos hacen sus propias reglas, los dem¨¢s Estados tambi¨¦n lo har¨¢n.
S¨®lo que los terroristas no son un "Estado". No son enemigo "convencional". Se identifican desasoci¨¢ndose de su comunidad, simplificando la realidad, deshumanizando a quienes no est¨¢n de acuerdo con ellos. Darles categor¨ªa de enemigo b¨¦lico es un error: se trata de criminales, como los identifica la seguridad francesa que juzga judicial, no militarmente, a los terroristas sin otorgarles publicidad, martirologio o captaci¨®n de agravios.
Yo siempre he cre¨ªdo que fue un inmenso error desaprovechar la unanimidad internacional contra el terrorismo y Al Qaeda en septiembre de 2001 y trasladarla "por razones burocr¨¢ticas" (Paul Wolfowitz) a la guerra contra Irak. Sadam era un tiranuelo atroz. Pero no permit¨ªa (?c¨®mo lo iba a permitir!) un terrorista en su territorio. Sadam era enemigo implacable de Al Qaeda. La invasi¨®n norteamericana y la continuada ocupaci¨®n de Irak convirti¨® a este pa¨ªs en "semillero de terroristas", escenario de torturas y violencias sin fin. Cuando la fuerza militar domina la estrategia, escribe Kennedy, se sacrifican las respuestas pol¨ªticas, se abandona la diplomacia, se ignoran los intereses internacionales, se pierden influencia y autoridad moral y se proh¨ªjan batallones de nuevos terroristas.
Los Estados Unidos ganaron la guerra fr¨ªa con una pol¨ªtica de contenci¨®n, no de invasi¨®n a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Hoy no existe la confrontaci¨®n bilateral de anta?o. Vivimos, dice Kennedy, un mundo complejo de naciones y grupos ¨¦tnicos, que exige cooperaci¨®n, no confrontaci¨®n. La cooperaci¨®n es pospuesta por un gasto militar en Irak de 5.000 millones de d¨®lares al mes. Falta un acuerdo migratorio para la Am¨¦rica del Norte, no una pol¨ªtica unilateral, ni siquiera bilateral, sino trilateral: M¨¦xico, Canad¨¢ y los Estados Unidos. ?stos deben adherir al Tratado de no-proliferaci¨®n nuclear y al Protocolo de Kyoto.
Pero sobre todo, argumenta Kennedy, la naci¨®n norteamericana debe poner su propia casa en orden. Hay injusticias flagrantes. La clase media se empobrece: los precios aumentan m¨¢s r¨¢pido que los ingresos. Los presidentes de corporaciones (Ceos), que en 1975 ganaban 25 veces m¨¢s que el empleado medio, hoy ganan 130 veces m¨¢s. La Administraci¨®n republicana ha creado cinco millones m¨¢s de pobres, 37 millones bajo el nivel de la pobreza y 14 millones de ni?os con hambre. Se han reducido los impuestos a los m¨¢s ricos. Los empresarios despiden, una de cada cuatro veces, a los trabajadores que se sindicalizan. Los ciudadanos menos favorecidos han asistido al estancamiento de sus salarios y al descenso de sus ingresos.
Kennedy recuerda la pol¨ªtica econ¨®mica y social de Bill Clinton, la mejor econom¨ªa es la que favorece a todos, y recuerda el Nuevo Trato de Franklin Roosevelt: no hay raz¨®n para que quienes se ganan la vida trabajando tengan que vivir en la pobreza.
Le deseo a mi amigo Ted Kennedy una r¨¢pida recuperaci¨®n f¨ªsica y una renovada energ¨ªa pol¨ªtica y moral.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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