?Hay una v¨ªa a la izquierda?
La derecha desea m¨¢s poder para los poderosos y m¨¢s dinero para los ricos. Eso da un amplio campo de acci¨®n a la izquierda: la defensa del Estado de bienestar, los derechos civiles, la privacidad, la renta b¨¢sica...
La buena sociedad. "La buena sociedad es aquella en que el entorno social y pol¨ªtico permite a los individuos desarrollar una identidad aut¨®noma o una relaci¨®n positiva consigo mismos". La frase es de Axel Honneth, quiz¨¢s la voz m¨¢s interesante que tiene hoy la vieja Escuela de Frankfurt. O sea, que en la buena sociedad los ciudadanos deben poder ser lo que quieran ser, sin pasar por las experiencias dolorosas del desprecio y de la negaci¨®n del reconocimiento.
Los partidos de izquierdas se siguen llamando socialistas cuando a los ojos de la mayor¨ªa de los ciudadanos esta palabra representa hoy una idea de sociedad que ni es viable ni es siquiera deseable. Lo primero que tiene que hacer la izquierda, si quiere renovarse, es saber explicar en qu¨¦ tipo de sociedad piensa. La definici¨®n de Honneth me parece un buen punto de partida que pone el ¨¦nfasis en la plena realizaci¨®n personal. Como recuerda otro fil¨®sofo, Kwame Appiah, el cosmopolitismo moderno se basa en que "cada individuo lleva la carga de la responsabilidad definitiva de su propia vida", es decir, de autogobernarse. Crear las condiciones para que esto sea posible y asegurar que seguimos siendo una sola humanidad, debe ser el ideal regulador de las pol¨ªticas de izquierdas. Dice Avishai Margalit que una sociedad decente es aquella en la que las instituciones no humillan a los ciudadanos. La tarea de la izquierda empieza por aqu¨ª: por gobernar para el reconocimiento de todos y con el respeto para todos que exige la m¨¢s elemental noci¨®n de servicio p¨²blico.
Resulta insoportable que la izquierda se apunte a la humillaci¨®n de los inmigrantes
La izquierda tiene que preguntarse: crecimiento, ?para qu¨¦?; competitividad, ?para que? Resulta insoportable cuando la izquierda se apunta a la humillaci¨®n de los inmigrantes
- El liderazgo del cambio. La idea de izquierda s¨®lo tiene sentido si va unida a la idea de progreso y cambio social. La izquierda se vuelve conservadora cuando pierde el pulso del sentido de la historia y siente p¨¢nico ante los cambios tecnol¨®gicos y cient¨ªficos. Responde reactivamente y, a menudo, confunde frenarlos con gobernarlos. De modo que la izquierda necesita saber d¨®nde est¨¢ el progreso, en un doble sentido: ?qu¨¦ cambio social es el que nos acerca m¨¢s a la idea de sociedad que opera como idea regulativa? ?Cu¨¢les son los agentes sociales de este cambio? La izquierda no puede confundir los instrumentos con los fines. El crecimiento o la competitividad pueden ser el horizonte ideol¨®gico insuperable para la derecha, no para la izquierda. La izquierda tiene que preguntarse: crecimiento, ?para qu¨¦?; competitividad, ?para qu¨¦?
La estructura social ha cambiado mucho. Hemos asistido al declive de la noci¨®n de clase como factor identitario. Al mismo tiempo, la clase obrera ha dejado de ser una fuerza homog¨¦nea capaz de actuar como motor del cambio social. Las mutaciones del capitalismo han pillado a la izquierda a contrapi¨¦. Y ¨¦sta se mueve hoy en un terreno doblemente ambiguo. En lo social, siente que su suelo es movedizo: las ¨¦lites urbanas m¨¢s preparadas para las exigencias del progreso le abandonan a menudo. En lo ideol¨®gico, se mueve entre la aceptaci¨®n incondicional del paradigma liberal y la defensa de su herencia m¨¢s s¨®lida: el Estado de bienestar. Construir una v¨ªa nueva a partir de estas dos bases significa recuperar la iniciativa del cambio, sintonizando con los sectores sociales que pueden devolver a la pol¨ªtica la capacidad normativa que ahora est¨¢ en manos del dinero.
- El reconocimiento. Si el ideal es la plena autonom¨ªa del individuo, el reconocimiento debe sustituir a la l¨®gica de la pol¨ªtica asistencial. La asistencia es unidireccional, el reconocimiento es transitivo y mutuo y exige pol¨ªticamente el compromiso de luchar contra todo aquello que obstaculiza la autorrealizaci¨®n individual, es decir, contra los abusos de poder, tanto en las relaciones entre ciudadanos como en las relaciones de los ciudadanos con el Estado y las instituciones.
Las pol¨ªticas de reconocimiento son esenciales para la izquierda: de ah¨ª la importancia de la ley de matrimonios homosexuales, la legislaci¨®n de g¨¦nero o las regulaciones masivas de inmigrantes, tres ejemplos del tipo de decisiones de los que la izquierda no se deber¨ªa avergonzar nunca.
La izquierda ha buscado siempre la manera de encontrar equilibrios sostenibles entre Estado, trabajo y capital. Pero esta contracci¨®n del espacio y aceleraci¨®n del tiempo que llamamos globalizaci¨®n ha generado una sensaci¨®n extendida de vulnerabilidad, fruto de un desplazamiento masivo de dinero, mercanc¨ªas, ideas y, en menor medida, personas a trav¨¦s del mundo. Reconocer al ciudadano su derecho a ser como quiera es otorgarle un cierto amparo tanto ante los v¨¦rtigos de cambio como ante los intentos comunitaristas de determinar su identidad por la v¨ªa de la pertenencia a un grupo. Es cierto que la izquierda ha tenido dificultades para entender la complejidad de la econom¨ªa humana del deseo y, por tanto, para decodificar fen¨®menos como los nacionalismos o las religiones. Tambi¨¦n en este terreno tienen que ser efectivas las pol¨ªticas de reconocimiento, sobre la base del pluralismo y de la cr¨ªtica a la fractura multiculturalista. Pero la izquierda tendr¨¢ siempre inevitablemente una dimensi¨®n cosmopolita.
- La radicalidad democr¨¢tica. Anthony Giddens plantea la renovaci¨®n de la tercera v¨ªa del laborismo ingl¨¦s a partir de la idea de seguridad. Naturalmente, la sensaci¨®n de vulnerabilidad que amenaza hoy las distintas condiciones de un ciudadano de identidad polivalente, requiere pol¨ªticas de seguridad. Pero la izquierda no puede caer en la trampa de explotar el miedo de los ciudadanos convirtiendo la seguridad en ideolog¨ªa como hace la derecha. La seguridad forma parte de las condiciones de desarrollo de una vida aut¨®noma. Y, por tanto, no puede reducirse a la seguridad en sentido policial y militar. Se necesita seguridad jur¨ªdica, en el trabajo, para moverse, para asociarse, para la libre expresi¨®n, es decir, seguridad de que hay un marco de garant¨ªas comunes. La seguridad no puede ser la coartada para un sistema de control social cada d¨ªa m¨¢s invasivo.
A?os atr¨¢s, dec¨ªamos que era un r¨¦gimen totalitario aqu¨¦l en el que no hay espacio para lo privado. La vida privada est¨¢ hoy expuesta a la visibilidad, con el consentimiento de los parlamentos democr¨¢ticos, hasta tal punto que algunos te¨®ricos hablan ya de tiempos posdemocr¨¢ticos. La izquierda debe ser radical en la defensa de la democracia. Al fin y al cabo, la ley de base democr¨¢tica es la mejor arma que tienen los ciudadanos para defenderse de los abusos de poder.
- La renta b¨¢sica. Pero la izquierda, adem¨¢s, no puede abandonar la idea de justicia social. Sin ella, su raz¨®n de ser quedar¨ªa limitada, convertida en una simple v¨ªa complementaria para el proceso de selecci¨®n de las ¨¦lites gobernantes. De la idea de justicia social derivan los principios b¨¢sicos de la tradici¨®n socialdem¨®crata: la igualdad pol¨ªtica, de oportunidades, la justicia distributiva. La izquierda no puede hacer seguidismo de la derecha desacreditando el papel del Estado y convirtiendo la reducci¨®n de los impuestos en mito ideol¨®gico.
Los impuestos no son un fin, son un instrumento. La calidad de servicios y la distribuci¨®n de la carga impositiva -que no puede pesar s¨®lo sobre los asalariados- es lo que determina el sentido de una pol¨ªtica. En este horizonte, el derecho a un m¨ªnimo social garantizado, la renta b¨¢sica, parece la ¨²ltima defensa para que la idea de igualdad tenga todav¨ªa sentido.
- El reformismo. Desde que vivimos en un presente continuo, el pasado tiene una funci¨®n estrictamente m¨ªtica y el futuro se ha desdibujado, la izquierda encuentra enormes dificultades para actuar como proyecto de renovaci¨®n integradora. Cada vez acepta m¨¢s resignadamente el papel de una de las dos caras de la alternancia en la sociedad democr¨¢tica, como si su funci¨®n fuera de actor invitado al juego de las apariencias del cambio para que nada cambie. En este principio de siglo XXI, el espejismo de las aguas tranquilas, que nos dibujaron los discursos de fin de la historia y de la posmodernidad, se ha desvanecido. Estamos en una din¨¢mica de cambio y la izquierda debe intentar orientarla, procurando que ¨¦sta no signifique la marginaci¨®n definitiva de millones de personas. Y haciendo del reconocimiento de todos y cada uno de los ciudadanos su raz¨®n pol¨ªtica. Por eso, resulta insoportable cuando la izquierda se apunta a las pol¨ªticas de humillaci¨®n en materia de inmigraci¨®n.
El premio Nobel de Econom¨ªa Robert Solow, analizando las pol¨ªticas de Reagan, dec¨ªa que la derecha siempre defiende m¨¢s poder para los m¨¢s poderosos y m¨¢s dinero para los m¨¢s ricos. En la desorientaci¨®n actual de la izquierda, a menudo, da la impresi¨®n de que esto mismo se podr¨ªa predicar de ella. Y si seguir hablando de izquierda tiene alg¨²n sentido es precisamente para contrarestar esta tendencia. No hay que confundir liderar el cambio social con entregarse en manos de los ricos y poderosos.
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