El rebelde Paul Weller
Paul Weller acaba de cruzar la barrera del medio siglo erigido en un icono de la m¨²sica brit¨¢nica. Las nuevas generaciones se quitan el sombrero ante el car¨¢cter irredento que ha marcado sus tres d¨¦cadas de carrera. Un recorrido punteado de altibajos desde que arrancara como art¨ªfice de una de las bandas inglesas m¨ªticas de finales de los setenta, The Jam, le imprimiera un giro radical en el incomprendido grupo The Style Council y, tras una crisis creativa que parec¨ªa finiquitar su estrella, acabara protagonizando una de las resurrecciones m¨¢s ins¨®litas del mundillo. Todo un historial sobre sus espaldas que hoy se multiplica en etiquetas. Weller es el modfather, el padre del resurgimiento de ese movimiento musical, cultural y est¨¦tico de la posguerra que encarnaron los modernistas. El godfather o padrino del britpop, influencia e inspiraci¨®n de las bandas que en los ¨²ltimos veinte a?os ha regenerado el pop brit¨¢nico. Tambi¨¦n a rock star's rock star, esto es, una de las estrellas favoritas de las propias estrellas, desde Paul McCartney hasta Noel Gallagher (Oasis), gran admirador y amigo suyo. ?l se deja querer porque, admite, la modestia no es uno de sus fuertes, y ah¨ª est¨¢ su curr¨ªculo para avalarle. Pero si a algo no se presta Weller es a un ejercicio de nostalgia.
Weller se resiste a vivir de los r¨¦ditos del pasado. '22 dreams' es un heterog¨¦neo caleidoscopio de sus influencias musicales
"Nunca he entendido la necesidad de etiquetar la m¨²sica", dice el m¨²sico, que no se siente constre?ido por la demanda del mercado
La consigna de "mirar siempre hacia adelante" encierra, seg¨²n sus propias palabras, el secreto de su supervivencia musical. Ataviado con ropa tan juvenil como exclusiva (las marcas de dise?ador son una de sus grandes pasiones), y un peinado de mechas rubias que chirr¨ªa sobre su curtido rostro, Weller se revela como puro nervio. Estamos en el camerino del Apollo Hammersmith, un ajetreo de asesores y amigos que le arropan ante su inminente entrada en la escena del recinto londinense, tres d¨ªas antes de su cincuenta cumplea?os (el pasado 25 de mayo). En las pr¨®ximas horas va a presentar su nuevo ¨¢lbum, 22 dreams, un heterog¨¦neo caleidoscopio de las influencias musicales que ha absorbido a lo largo de los a?os, mezcla de rock, folk, soul, psicodelia e incluso aromas latinos, y que ha logrado operar lo imposible: incluso los cr¨ªticos ac¨¦rrimos se han rendido a sus pies. Pero ni las elogiosas rese?as de prensa que le muestra su relaciones p¨²blicas consiguen atemperar al personaje: le puede el hormigueo de demostrar ante el p¨²blico que, lejos de ser un dinosaurio de la m¨²sica, todav¨ªa es capaz de sorprender.
Weller es en el gremio una rara avis que se resiste a vivir de los r¨¦ditos del pasado. Reniega directamente de las viejas glorias proclives en los ¨²ltimos tiempos a protagonizar un sinf¨ªn de revivals ("s¨®lo lo hacen por el dinero") y se declara resuelto a seguir en el negocio siempre con material in¨¦dito. Por eso le duele especialmente que se le pregunte por ese invento que responde al nombre de From the Jam, auspiciado por sus dos antiguos colegas -Bruce Foxton y Rick Buckler-, dispuestos a explotar los temas que ¨¦l mismo compuso hace un cuarto de siglo para la banda que atestigu¨® su bautizo musical: "Son mis canciones y me resulta insultante", espeta para cortar de cuajo cualquier menci¨®n a las millonarias ofertas recibidas para apuntarse a esa aventura que caracteriza, cuando menos, de una obscenidad.
The Jam naci¨® de la temprana vocaci¨®n de Weller, un mal estudiante que vivi¨® la adolescencia literalmente enganchado a programas musicales como Top of the pops. Fue el descubrimiento de las grandes bandas de los sesenta y de su pasi¨®n hacia grupos como The Kinks, The Who o Small Faces. A los 12 a?os le regalaron su primera guitarra el¨¦ctrica, considerable dispendio para una familia de clase obrera de Woking (Surrey) que escenifica la firme confianza que su progenitor deposit¨® en la ambici¨®n del hijo. John Weller, trabajador de la construcci¨®n y taxista ocasional, se transmut¨® en promotor, representante y gran puntal de la incipiente carrera de Paul desde que ¨¦ste abandonara el colegio a los 16 a?os. Por entonces, ya dedicaba casi todo su tiempo a actuaciones en pubs y clubs de diverso pelaje, al frente de una formaci¨®n que en 1977 editaba su primer disco, In the city, al que seis meses despu¨¦s suced¨ªa This is the modern world. "Por aquel entonces sac¨¢bamos al menos un ¨¢lbum al a?o. Los m¨²sicos se quejan hoy de estar sometidos a mucha presi¨®n, pero dedican hasta tres a?os para presentar un solo trabajo que muchas veces no aporta nada nuevo", rememora Weller como anhelo de una frescura que considera ha aniquilado la era del marketing.
The Jam logr¨® abrirse un espacio entre el p¨²blico inmerso en la era punk, tiempos efervescentes y de contestaci¨®n del orden establecido, pero, frente al discurso revolucionario de los Clash o el nihilismo de los Sex Pistols, sus letras se centraban en la disecci¨®n de los problemas sociales y de la juventud. Lejos tambi¨¦n de la est¨¦tica agresiva de los imperdibles, abrazaron el gusto por un cuidado vestuario, propio del c¨®digo de los mods, el movimiento musical y cultural de finales de los cincuenta y principios de los sesenta que adoptaron "como una epifan¨ªa, una verdadera experiencia religiosa", seg¨²n describe hoy el hombre que recuper¨® su bandera. "Las ¨²nicas cosas que me interesaban eran la m¨²sica y la ropa -poco ha cambiado, como revelan los zapatos de impecable factura italiana que luce durante la entrevista-; la cultura del pop lo era todo para m¨ª". Sobra decir que Weller, a diferencia de otros compa?eros de generaci¨®n, nunca se avino a destrozar los viejos discos de sus adorados Beatles.
En aquellos a?os de convulsi¨®n pol¨ªtica, unas declaraciones del m¨²sico proclamando su intenci¨®n de votar a los conservadores en las elecciones generales de 1979 -que luego se confirmaron como una mera treta publicitaria- multiplicaron las suspicacias hacia un grupo todav¨ªa considerado entonces un paria en el establishment musical. El ¨¦xito de su tema The Eton Rifles, que en noviembre de aquel mismo a?o se encaramaba al n¨²mero tres de los superventas, cambi¨® las cosas y vino a confirmar adem¨¢s que Weller segu¨ªa fiel a sus ra¨ªces obreras: la canci¨®n relata el hostigamiento de un grupo de estudiantes del elitista colegio de Eaton a una manifestaci¨®n de trabajadores en paro. Aquel hito y otros como el sencillo Down in the tube station at midnight les convirtieron en "la voz de una generaci¨®n contra el thatcherismo", como muchos veteranos siguen record¨¢ndoles. En una tremenda iron¨ªa, el actual l¨ªder del partido tory y ex eatoniano, David Cameron, declaraba recientemente que The Eaton Rifles es su tema favorito de todos los tiempos. "?Qu¨¦ jod... parte de la letra no ha entendido?", se pregunta un indignado Weller ante lo que considera una manipulaci¨®n similar a la que ejecutara Ronald Reagan con el tema de Bruce Springsteen Born in the USA.
Weller ahond¨® en su compromiso pol¨ªtico a lo largo de los ochenta, prestando su apoyo activo a los laboristas, al tiempo que encaraba esa d¨¦cada con la b¨²squeda de otros derroteros musicales, plasmados en una nueva banda, The Style Council. Su desv¨ªo hacia el soul jazz alumbr¨® temas como Have you ever had it blue?, considerado hoy todo un cl¨¢sico, pero logr¨® alienar a la base de los antiguos seguidores de The Jam. Ante el progresivo declive, el sello que los amparaba se neg¨® a publicar su quinto ¨¢lbum, A decade of modernism (que no vio la luz hasta nueve a?os despu¨¦s), decisi¨®n que acab¨® sentenciando a The Style Council en 1989.
Inmerso en un colapso creativo y personal -el divorcio de la cantante Dee C Lee, madre de dos de sus cinco hijos-, la disoluci¨®n de su segunda banda aparec¨ªa como la puntilla a su carrera. Tres a?os despu¨¦s, Weller era m¨¢s famoso que nunca. Le cuesta describir c¨®mo se produjo el salto desde el hundimiento m¨¢s absoluto al regreso triunfal como artista en solitario, aunque admite que la figura de su padre tuvo mucho que ver. Infatigable acicate, John siempre quiso imponerle "una ¨¦tica de trabajo a la antigua usanza". En otras palabras, le conmin¨® a dejar de lamerse las heridas y ponerse a trabajar. De ah¨ª salieron Wild World (1993) y Stanley Road (1995), que evoca las calles flanqueadas de casas de protecci¨®n oficial en las que creci¨®. Los dos juntos vendieron m¨¢s copias que en toda su anterior producci¨®n. Weller encadena desde entonces una disciplina laboral que se resume en no poner nunca el freno (en 2004, por ejemplo, supli¨® uno de sus "blancos" con la grabaci¨®n de un ¨¢lbum de covers de otros artistas, Studio 150).
La m¨²sica y la ropa siguen siendo sus dos ense?as, pero se declara completamente desencantado de la pol¨ªtica, a la que ya hab¨ªa dado la espalda cuando los laboristas llegaron al poder, en 1997 ("todos son iguales"). Desmiente que sea cierto un episodio repetido hasta la saciedad por la prensa brit¨¢nica: que intentara disuadir a Noel Gallagher de que aceptara una invitaci¨®n de Tony Blair a Downing Street. Pero s¨ª ha confirmado que una de las razones por las que en 2006 rechaz¨® una condecoraci¨®n real fue soslayar que le retrataran con "un criminal de guerra" (en alusi¨®n a Blair). Las cuestiones pol¨ªticas ya no aparecen en sus letras, que hoy se decantan por un tono m¨¢s po¨¦tico, como revela uno de los temas de su ¨²ltima propuesta, Why walk when you can run, inspirado en una escena con su hijo peque?o, Mac (de 3 a?os, habido de la relaci¨®n con su actual pareja) en una playa espa?ola.
El ¨¢lbum 22 dreams, que acaba de editarse, se nutre de la colaboraci¨®n con destacados m¨²sicos, entre ellos el citado Gallagher, para fundir toda una suerte de estilos en un compendio de temas, porque "nunca he entendido la necesidad de etiquetar la m¨²sica". Asegura que no se sinti¨® constre?ido por la demanda del mercado, despu¨¦s del fiasco de ventas que supuso su anterior disco, As I know (2005), a pesar de la acogida dispensada por la cr¨ªtica (un hecho que ¨¦l achaca a la era de internet: "Las descargas gratuitas deval¨²an nuestro trabajo").
Su progenitor y verdadero puntal lleva dos a?os jubilado y sus dos reto?os mayores ya se han estrenado en las lides musicales. Pero Weller, que nunca se imagin¨® en este negocio como cincuent¨®n, no ve hoy l¨ªmites a sus horizontes. La publicaci¨®n de su noveno ¨¢lbum en solitario ha coincidido con la salida de la edici¨®n limitada de un libro, A thousand things, que recoge en im¨¢genes su dilatado historial, merecedor en 2006 de un premio Brit por su contribuci¨®n a la m¨²sica. En el caso de otros artistas, ese tipo de reconocimientos entra?a un punto final. Para Weller, acaso el inicio de su etapa m¨¢s arriesgada, que encarna el lanzamiento de sus veintid¨®s sue?os. -
22 dreams. Paul Weller. Nuevos Medios. A thousand things. www.paulweller.com/
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