Bernard Shaw, entre Welles y Brecht
Conjunciones astrales: en el Olivier, Nicholas Hytner presenta, a teatro lleno, Major Barbara, de Bernard Shaw; en el Old Vic dan Pygmalion, dirigida por Peter Hall, y el Nacional catal¨¢n prepara Heartbreak House para la pr¨®xima temporada. El t¨ªtulo de Major Barbara alude a su protagonista femenina, una joven comandante del Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n en el Londres eduardiano, pero el verdadero amo de la funci¨®n es su padre, el millonario fabricante de armas Andrew Undershaft, un personaje que parece escrito para Orson Welles, y que en Londres interpreta otra bestia esc¨¦nica, el descomunal Simon Russell Beale. Undershaft es un canalla tan l¨²cido y seductor como Harry Lime, un monstruo tan inaprensible y contradictorio como Kane, Arkadin o el Hank Quinlan de Sed de mal. Para Lady Britomart, su esposa, que le expuls¨® del aristocr¨¢tico nido familiar pero vive de su dinero, es un "redomado inmoral". Adolph Cusins, su futuro yerno, lo ve, alternativamente, como "Dioniso reencarnado" y "Pr¨ªncipe de las Tinieblas". Seg¨²n le da la luz podemos calificarle de sonriente filofascista o, a la chestertoniana usanza, considerar que estamos ante un anarquista con sombrero de copa. Undershaft, cuyo lema es "sin avergonzarme", se equipara a Cristo ("no traigo la paz, sino la espada") y destruye de un plumazo, nunca mejor dicho, la ardiente fe de su hija al firmar un cheque para las depauperadas arcas del Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n, que sus superiores pillan al vuelo: "Para hacer el bien aceptar¨ªamos dinero del mism¨ªsimo diablo". ?Hipocres¨ªa o pragmatismo? Ambas cosas a la vez, probablemente. Del mismo modo, la religi¨®n es perfecta para los planes de Undershaft ("arranca los dientes de los desheredados"), pero, como hijo de la calle y la pobreza, detesta la caridad: "En tu asilo", le dice a Barbara, "s¨®lo he visto sermones y migajas. Ven a mi f¨¢brica y ver¨¢s un pueblo modelo, donde todos est¨¢n sanos, tienen sus propias casas y cobran mil libras al a?o". No sabr¨ªa yo decirles "con qui¨¦n" est¨¢ Shaw, aunque me gustar¨ªa creer que su astucia esencial radica en disparar contra los pilares de la sociedad por boca de su c¨ªnico portavoz, mostrando, en la misma tacada, los hilos de su manipulaci¨®n. Tras desmontar el tinglado religioso, se carcajea de Stephen (John Heffernan), su pomposo v¨¢stago, inflamado de honor brit¨¢nico: "?Me hablas del intachable gobierno de tu pa¨ªs? Yo soy el gobierno de tu pa¨ªs. Ellos hacen la guerra y mantienen la paz cuando a m¨ª me conviene. Yo pago a los m¨²sicos y dicto la m¨²sica que deben tocar". Stephen es un bobo irrecuperable, pero Undershaft ha reconocido en Barbara su propia fuerza, aunque al servicio de una "causa equivocada". Y huele a kil¨®metros el ansia de poder y el nihilismo secreto de Cusins. El perfecto legado est¨¢ a punto: necesita a un trepador como ¨¦l para ponerle al frente de la f¨¢brica, pero tambi¨¦n el ardor indomable de su hija. En el ¨²ltimo y extraordinario acto, Undershaft lleva a toda su familia a la f¨¢brica de armas y les hace visitar el "pueblo modelo", donde hay "escuelas, iglesias, bibliotecas, hospital, sal¨®n de baile y fondos de pensiones. Y donde cada trabajador mantiene en su lugar al que est¨¢ en un puesto inferior al suyo". Seduce a Barbara habl¨¢ndole en su lenguaje ("tu moral no se ajusta a las exigencias de la realidad: aband¨®nala y ven conmigo, aqu¨ª podr¨¢s realizar tu obra") y a Cusins en el suyo: "Nada se hace jam¨¢s en este mundo hasta que los hombres deciden matarse para que se haga. Con un arma en la mano pueden abolir antiguos sistemas e implantar nuevos principios. Lo que puede hacer trizas a una persona tambi¨¦n puede hacer trizas la sociedad. ?sa es la verdad". Lady Britomart, por un momento en funciones de raissoneur, interroga: "?Qu¨¦ importa que sea la verdad, cuando est¨¢ mal?". Undershaft, que siempre tiene una paradoja a mano, contraataca: "?Qu¨¦ importa que est¨¦ mal, cuando es la verdad?". ?Es un final l¨²cido? ?Es un final c¨ªnico y amargo? ?Es todo a la vez? Hay que escoger, eso est¨¢ claro. Tan claro, a mi juicio, como que Barbara y Cusins podr¨¢n quiz¨¢s cambiar el mundo, pero no han hecho sino venderse al mejor postor y sustituir una esclavitud por otra. En su momento, los cr¨ªticos ingleses calificaron la obra de "ibseniana", aunque la fuerza vital de personajes y argumentaciones exhalan una suerte de j¨²bilo apasionado, casi nietzscheano -el Nietzsche de M¨¢s all¨¢ del bien y del mal-, que poco tiene que ver con los m¨®rbidos nubarrones de Ibsen. Antes he hablado de Welles y hay otro v¨ªnculo ineludible. Major Barbara, escrita en 1905, anticipa, con muy superior incandescencia ideol¨®gica, al Brecht de Santa Juana de los Mataderos. Shaw y Brecht podr¨ªan ser padre e hijo: ambos eran portentosamente inteligentes, ambos eran mal¨ªsimas personas y ambos acabaron defendiendo la causa de Stalin y sus "pueblos modelo". Lo m¨¢s singular de esta funci¨®n es la manera en la que Shaw logra sostenerla sin apenas drama, convirtiendo en acci¨®n su continuo juego dial¨¦ctico y, adem¨¢s, en clave de comedia. Nunca la hab¨ªa visto montada y el trabajo de Nicholas Hytner me pareci¨® mod¨¦lico. Todo est¨¢ en su sitio: el ritmo, el humor, los perfiles cambiantes, las semillas para la reflexi¨®n posterior, y, desde luego, el maravilloso trabajo actoral. El primer acto tiene el perfume de Wilde, el segundo es puro Dickens, y al t¨¦rmino del tercero, el m¨¢s brechtiano, deja solo a Undershaft, atado a su escritorio, para sugerir que el todopoderoso millonario tambi¨¦n es un esclavo de su propio imperio. Hay que escuchar a Russell Beale pero tambi¨¦n verle callado durante su visita al asilo salvacionista, sentado a una mesa lateral, escrutando todo lo que sucede a su alrededor como una ara?a que teje su tela. Barbara corre a cargo de Hayley Atwell, la protagonista de Cassandra's Dream, de Allen, que exhala a la perfecci¨®n la fuerza flam¨ªgera de su personaje. Paul Ready (Cusins) evoca, con su turbia extravagancia, las maneras de un joven Alec Guiness. Y Clare Higgins est¨¢ brillant¨ªsima como la dominante y falsamente liberal Lady Britomart. -
Todo est¨¢ en su sitio: el ritmo, el humor, los perfiles cambiantes, las semillas para la reflexi¨®n posterior y el maravilloso trabajo actoral
Major Barbara, de Bernard Shaw, se representa en el Olivier Theatre de Londres hasta el 3 de julio. www.nationaltheatre.org.uk/
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