Desesperaci¨®n hist¨®rica
Los virreyes cuenta la historia de una familia de la nobleza siciliana a trav¨¦s de dos generaciones entre los a?os 1855 y 1882. El entorno hist¨®rico es el de los a?os convulsos en los que se cuece y cristaliza el proceso de unificaci¨®n de Italia y el paso del f¨¦rreo dominio de la aristocracia aliada con la Iglesia desde siglos atr¨¢s a la eclosi¨®n de la burgues¨ªa y la democracia camino del Poder. Su ambici¨®n es de totalidad, de manera que asuntos familiares y contingencia pol¨ªtico-social se entreveran creando un fresco hist¨®rico de gran calado. La novela comienza con la muerte de la matriarca y la lectura de su testamento y, a partir de la herencia, se va desenvolviendo en varios planos paralelos el conflicto; un conflicto que es, en el fondo, el de la adecuaci¨®n del feudalismo a los nuevos tiempos, bien a su pesar en la figura de los m¨¢s recalcitrantes, bien a su favor en la figura de los conformistas dispuestos a toda mixtificaci¨®n para seguir en el poder o, como enunci¨® el pr¨ªncipe de Lampedusa, cambiando todo para que todo siguiera como estaba.
Los Virreyes
Federico De Roberto
Traducci¨®n de J. R. Monreal
Acantilado. Barcelona, 2008
728 p¨¢ginas. 29 euros
Pero hay una diferencia sustancial entre la visi¨®n de Lampedusa y la de De Roberto. El paso del feudalismo a la democracia parlamentaria lo ve este ¨²ltimo con un pesimismo demoledor e, incluso, con un decidido nihilismo. Hay una mezcla de desilusi¨®n y desesperaci¨®n hist¨®rica impregnando todo el extenso relato, que se abre con la aplicaci¨®n de las leyes de la herencia sobre cada miembro de la familia Uzeda (descendientes de nobles espa?oles, nombrados virreyes de Sicilia) que deciden el lugar y el futuro de todos ellos, y se cierra con un mitin electoral que es una celebraci¨®n del transformismo y la mixtificaci¨®n. La feudalidad, vestida con modos que los mayores no aceptan y que el hijo aprovecha, sigue manteniendo sus privilegios. A la protesta de la borb¨®nica do?a Ferdinanda por lo que considera degeneraci¨®n pasar de Francisco II y la herencia espa?ola a V¨ªctor Manuel de Saboya y el Parlamento italiano, su sobrino Consalvo, reci¨¦n elegido diputado, contesta sin titubear (y as¨ª se cierra la novela): "No, nuestra raza no ha degenerado: es siempre la misma". Lo que en Lampedusa era visi¨®n hist¨®rica en De Roberto es el pesimismo m¨¢s negativo.
La novela estremece por su lucidez..., y por su actualidad. Aunque se trata de una visi¨®n de Italia desde una provincia alejada, una isla al fin, cualquier lector de hoy encontrar¨¢ claves de la pol¨ªtica italiana que hoy mismo est¨¢n en activo. Sin ir m¨¢s lejos, todos los entresijos del acceso al poder del duque y del principito Consalvo, siempre oscilando entra la tradici¨®n y el garibaldismo, son el fermento de la Tangent¨®poli que ha destruido la vida pol¨ªtica italiana en nuestro tiempo. Y la novela estremece tambi¨¦n por su esfuerzo: es una construcci¨®n de largo aliento, minuciosa, pormenorizada, donde nadie domina sobre nadie porque la visi¨®n es, finalmente, de conjunto. La reconstrucci¨®n, dentro del verismo m¨¢s s¨®lido y efectivo, de todo ese mundo de formas y costumbres, de relaciones turbias entre seres que dependen necesariamente de una herencia y de la distribuci¨®n de los favores dentro de una familia en que caben personajes altivos, col¨¦ricos, desocupados, orates, sumisos..., y, en fin, toda la pol¨ªtica de matrimonios al viejo estilo de uni¨®n de fortunas as¨ª como la penetraci¨®n eclesi¨¢stica en la casa se solidifica en manos de De Roberto en una trama de hipocres¨ªas, falsedades, ego¨ªsmo, emociones e insustancialidad tan s¨®lida como un castillo.
De Roberto es un escritor notarial, de modo que el dar cuenta de todo le importa m¨¢s que la narratividad propiamente dicha y por ah¨ª es por donde se resiente en parte la novela: el relato de costumbres -efectuado con implacable lucidez-, al igualar a todos, no levanta un conflicto dram¨¢tico fuerte (s¨®lo asoma en la relaci¨®n Raimondo-Matilde, donde el personaje femenino s¨ª es vigoroso, y en el juego final de los hermanos Teresa-Consalvo tomando direcciones opuestas), lo cual iguala a s¨ª mismo el desarrollo de la novela, que transcurre con un ¨²ltimo deje de monoton¨ªa porque le falta el contraste que la hondura dram¨¢tica y la imaginer¨ªa literaria de un Flaubert, pongamos por caso, eleva hasta la genialidad. Pero, al mismo tiempo, la solidez de estructura y la construcci¨®n del edificio atrapan a un lector que ve desfilar ante ¨¦l un mundo completo y complejo muy bien trabajado (y que, digamos de paso, no dejar¨¢ de recordarle muchas actitudes at¨¢vicas de nuestro propio pa¨ªs). Los personajes est¨¢n cuidados al detalle y algunos de ellos (la misma Matilde, Isabella, la joven Teresa, e incluso el mayordomo Baldasarre, o Marco el administrador, en su escena cumbre) espl¨¦ndidamente conseguidos. Tambi¨¦n representaciones como la presencia de la Iglesia, mostrada en varios retratos de curas realmente inolvidables, incluidos los de la propia familia, est¨¢n resueltas con todo lujo de detalles por este implacable y dolido observador.
El pesimismo radical de De Roberto es el que le permite esa potencia hist¨®rica y social, esa lucidez implacable, ese gran fresco familiar y social que si a veces origina una disminuci¨®n de la narratividad del texto, que exige a ratos paciencia, se recupera siempre de la mano de los acontecimientos que recoge. Es, como dec¨ªa al principio, consecuencia del car¨¢cter notarial de su escritura, que lo es porque la reflexi¨®n pesimista que late en toda la obra le exige cargarse de raz¨®n apoy¨¢ndose en el acta de comportamientos e informaci¨®n que levanta, pues no se resiste a documentar todo cuanto expone; lo que no quita para que el retrato, en su conjunto, abrume por su eficiencia y su rotundidad. En un momento dado, el narrador comenta: "?Qui¨¦n pod¨ªa negarles a los Virreyes lo que deseaban? ?No deb¨ªa ser ley su voluntad? ?No pose¨ªan todos los medios materiales y morales para vencer cualquier obst¨¢culo y resistencia? Ten¨ªan clientelas por todas partes, entre los borb¨®nicos y los liberales, en sacrist¨ªas y tribunales: los nobles estaban de su parte por solidaridad, la plebe por respeto; todo el mundo deb¨ªa sentirse feliz y orgulloso de poder hacerles un favor". Lo que hay detr¨¢s de esa fachada es lo que De Roberto cuenta en esta memorable novela. -
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