Sabios
Podemos, A por ellos, Lleg¨® la hora de la verdad... Es el tiempo de las arengas y las frases vac¨ªas. Espa?a juega contra Italia ma?ana en un reto artificioso cuyo desarrollo ser¨¢ desmenuzado hasta la saciedad por las docenas de sabios comentaristas que inundan las pantallas, las ondas y el papel. Hay tanto experto que ya lo hab¨ªa dicho antes de que ocurriera el lance, que explica por qu¨¦ se fall¨® el tiro a puerta o el pase, que nos ilustra con los espacios y el doble pivote, que resulta incomprensible llegar a perder un solo partido de f¨²tbol. Con tanta erudici¨®n y conocimiento t¨¢ctico, ?c¨®mo es posible el fracaso? La prosaica respuesta no es otra que "el f¨²tbol es as¨ª", o, quiz¨¢s, "¨¦sta es la grandeza del f¨²tbol". Vale, de acuerdo.
Tambi¨¦n est¨¢n los nuevos ritos: los aficionados compiten en extravagancia. Se pintan las caras, se colocan pelucas, disfraces, lo que sea con tal de acceder a un instante de fama: un fugaz plano televisivo (lejos ya queda el anhelado cuarto de hora de Warhol). Manolo, el del bombo ya no es noticia. Ha sido desbordado por miles de forofos. Los jugadores se besan el anillo matrimonial cada vez que meten un gol (?por qu¨¦ no se besan la bota del pie, que es a quien en realidad se suele deber el ¨¦xito de la jugada?). A ello hay que a?adir la cada vez m¨¢s agobiante recomendaci¨®n de mandar la palabra "gol" a no s¨¦ qu¨¦ n¨²meros y optar a 3.000 euros, dos entradas para un partido o la camiseta firmada de un figura del ¨¢rea.
Si el telespectador siguiera al pie de la letra lo que los comentaristas sugieren o, con frecuencia, ordenan, no s¨®lo podr¨ªamos con ellos sino que valorar¨ªamos los espacios como se debe, discutir¨ªamos sobre lo conveniente, o no, de una alineaci¨®n con dos puntas, mandar¨ªamos 10 o 12 sms, conocer¨ªamos el curr¨ªculo profesional de la mayor¨ªa de los jugadores desde sus primeros pasos en un barrio de Estambul hasta fichar por el Rosenborg e incluso sabr¨ªamos lo que en realidad quiso hacer el mediocampista con ese toque aunque, lamentablemente, hizo otra cosa muy distinta. La realidad y el deseo, ya se sabe. En resumen: nos dar¨ªan una extraordinaria lecci¨®n te¨®rica y concursar¨ªamos sin parar aunque disfrutar¨ªamos poco de la contemplaci¨®n de un juego que con sus miserias y grandezas alcanza en ocasiones un destello de habilidad, eficacia y belleza.
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