Egotizaci¨®n p¨²blica, obscenidad pol¨ªtica
El t¨ªtulo de esta columna apunta a la tendencia hoy dominante, a la celebraci¨®n triunfal del protagonismo del sujeto, a la glorificaci¨®n permanente de los avatares del yo que acompa?a la informaci¨®n sobre la mayor¨ªa de los procesos del acontecer mundial, en particular por lo que se refiere a su dimensi¨®n p¨²blica, a su relevancia colectiva. La personalizaci¨®n teatralizada, o mejor audiovisualizada del quehacer p¨²blico en esta fase postpol¨ªtica de la pol¨ªtica, al mismo tiempo, popular y crispadamente elitista, en la que la obra sucumbe siempre a manos de su creador, en la que los escritores engordan devorando sus escritos, en los que la m¨²sica enmudece ante el ruido de los m¨²sicos, en la que la aventura desaparece para que aparezca el aventurero. Esta pantofagia del autor respecto de sus acciones y productos tiene como funci¨®n esencial la de eliminar todo lo que no sea ¨¦l, la de constituir las identidades personales, en primer lugar, la suya, en la ¨²nica realidad que merece estar en el mundo. Esta preferencia irrestrictiva por los territorios de la intimidad, por los usos de la emoci¨®n, por las pr¨¢cticas especulares del espect¨¢culo p¨²blico que nos reenv¨ªa siempre la misma imagen, la nuestra, nos confina en un espacio en el que s¨®lo puedo estar yo, a solas conmigo mismo, espectador ¨²nico de un teatro que me est¨¢ exclusivamente reservado. Narciso tir¨¢nico, perspectiva ¨²nica, la ¨²nica contemporaneidad a que mi autocontemplaci¨®n me reenv¨ªa.
Una sociedad en la que lo irrisorio y lo rid¨ªculo se llevan la palma
El modelo se apoya en partidos-empresa y en su capacidad de venta de programas
Salir de ella implica un coming out al que R¨¦gis Debray acaba de calificar con el trueno gordo de obscenidad. En su ¨²ltimo libro, que lleva precisamente por t¨ªtulo La obscenidad democr¨¢tica (Flammarion, 2008), presenta con la agudeza anal¨ªtica que le es habitual y una brillantez metaf¨®rica m¨¢s desbordada que nunca, las caracter¨ªsticas del ejercicio de exhibicionismo pol¨ªtico a que nos estamos refiriendo. Partiendo de las consideraciones de La sociedad del espect¨¢culo (Guy Debord, 1967) que es cada vez m¨¢s la nuestra, Debray nos presenta las diversas formas de strip-tease posible, las distintas modalidades m¨¢s utilizadas para ense?ar lo que normalmente debe ocultarse. Es decir, el saber de las artes del desembalaje, las sutilidades de la impudicia, los r¨¦ditos que produce el resituarse bajo los focos, en especial cuando a uno le han obligado a abandonar la escena (obs-ceno = fuera del escenario), o sea el sacrificio de toda la parafernalia de lo simb¨®lico en el altar de lo personal. Con lo que la realidad se nos llena de insignificancias apasionantes, de privacidades f¨²tiles y goliardas, de an¨¦cdotas menores, materia de literatos de best sellers, compa?eros del runr¨²n de las siestas. Ejemplos tantos, de los que nos alimentan las cr¨®nicas de estos d¨ªas, como esa preciosidad que nos han ofrecido Paul-Eric Blanrue y Chris Laffaille con el irresistible titulo de Carla et Nicolas, chronique d'une liaison dangereuse (Scali, 2008), as¨ª como Carla et Nicolas, la verdadera historia de Yves Azeroual y Val¨¦rie Naim (Edit. du Moment, 2008) tan rebosantes de an¨¦cdotas de alcoba como la que se nos cuenta a prop¨®sito de la cena en el El¨ªseo, en la que Carla y Rachida (Dati, ministra de Justicia y predilecta del presidente) visitan juntas los apartamentos de la mansi¨®n presidencial y al llegar a la alcoba nupcial la nueva esposa le susurra a la ministra: "?A que te hubiera gustado acostarte aqu¨ª?". El combativo periodista Edwy Plenel, en un art¨ªculo de esta semana en la revista Marianne, habla, a prop¨®sito de hechos como ¨¦ste, de una sociedad "abastardada y decadente, en la que lo irrisorio y lo rid¨ªculo se llevan la palma".
Pero m¨¢s all¨¢ de lo mostrenco de este anecdotario de humedades de cama, lo ¨²nico relevante es su definitiva contribuci¨®n a la fijaci¨®n especular del poder y de sus l¨ªderes, condici¨®n esencial de la eficacia del sistema y de su funcionamiento. El Sarkoberlusconismo, como lo designa Pierre Musso (Ed. de l'Aube, 2008), es un nuevo modelo de formaci¨®n pol¨ªtica que se apoya en los partidos-empresa, en la capacidad de venta de las grandes plataformas electorales, en la estricta bipolarizaci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas, y en la psicologizaci¨®n de sus l¨ªderes, catapultados por potentes plataformas publicitarias cuyo eje central sigue siendo la televisi¨®n. Berlusconi mont¨® Forza Italia, Publitalia y Mediaset; y Sarkozy se apoder¨® de la UMP, se asoci¨® con la Boston Consulting Group y fue ganando uno a uno la amistad de los grandes patronos de los medios franceses. Ya los he citado varias veces: Martin Bouygues, Bernard Arnault, Olivier Dassault, Fran?ois Pinault, Arnaud Lagard¨¨re, Hersant, Colombani y Alain Minc. No satisfecho con ello, el presidente nombra y desnombra las grandes vedettes televisivas. Ah¨ª est¨¢ la anunciada desaparici¨®n de Poivre d'Arvor y su sustituci¨®n por Laurence Ferrari. ?Qui¨¦n da m¨¢s?
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