Terraza entre rascacielos

Alecciona saber que la vida se extingue para que la belleza pueda renovarse. En el triple salto mortal de la creaci¨®n, lo inteligente es evaluar cu¨¢nto de ef¨ªmera llegar¨¢ a ser la obra, cu¨¢nto de eterna la idea. Esta reflexi¨®n, origen del academicismo arquitect¨®nico, subyace en la resurrecci¨®n de algunos hoteles que ya se daban por arruinados en la jungla asf¨¢ltica de Benidorm, una metr¨®poli con mayor vigencia tur¨ªstica y residencial que cualquiera de sus rivales a orillas del Mediterr¨¢neo.

El hotel Agir, construido en 1962 y reformado en 2006 por el interiorista Julio Guixeres, es esta ave f¨¦nix de la milagrer¨ªa vacacional cuyo vuelo no ha trascendido el ya muy sobrecargado skyline de la ciudad. Todo lo que se ha hecho aqu¨ª no pasa de las seis plantas que ten¨ªa el antiguo edificio, diminuto si se compara con los rascacielos circundantes, y no digamos con su hermano negro Belroy, de balcones hexagonales, ambos nacidos para atraer al turismo belga y gestionados con audacia empresarial por la familia P¨¦rez Gasquet.

M¨¢s que una simple redecoraci¨®n, el Agir ha sufrido una transmutaci¨®n en su concepto que lo equipara m¨¢s a un hotel urbano, ajeno a los movimientos de autocaristas en una t¨ªpica operaci¨®n salida o retorno. En esencia conserva su categor¨ªa media, pero bien presentadas todas sus instalaciones, mejor aprovechadas y, sobre todo, m¨¢s llamativas en sus zonas comunes. Minimalistas, s¨ª, pero llenas de luz y color, desenfadadas, abiertas al exterior, como corresponde al benigno clima de la costa.

Su nueva terraza, a ras de calle, se ha convertido en una de las m¨¢s animadas durante las horas diurnas. Y qu¨¦ decir de la piscina, trazada por un entarimado de ipe, en la azotea. Situado de origen el edificio en segunda l¨ªnea de playa, hay que subir hasta ella para ver el mar. O quedarse en el quinto piso, desde cuyo aseado comedor de bamb¨² se columbra, entre las torres habitadas, la isla recoleta de Benidorm. Comprensivo con el relax vacacional, el servicio prolonga amablemente la hora l¨ªmite del desayuno hasta m¨¢s all¨¢ de las 10.45.

Fluorescencias violetas

Las 88 habitaciones resuelven con mucha luz y muebles de dise?o m¨¢s o menos actualizado las carencias de espacio. No emocionan, pero tampoco decepcionan, habida cuenta del poco tiempo que suelen pasar en ellas sus hu¨¦spedes. La calle tira, y la arena de la playa, m¨¢s. Las suites, con fluorescencias violetas, butacas de marca y paneles de vidrio lacado, parecen mejores aliadas de la modernidad. M¨¢s arriba, sin perder de vista la playa de Levante, se encuentra el peque?o pero bien aprovechado spa: dos ba?eras de hidromasaje y una cabina donde recibir por 35 euros un peeling de az¨²car moreno y sal marina como ritual de purificaci¨®n. De noche, bajo la percha metalizada que extiende su estructura bas¨¢ltica, las candilejas urbanas sugieren una postal de Nueva York.