Mandato ¨¦tico
El viernes recordaban Lourdes Lucio y Diego Narv¨¢ez lo que Manuel Chaves dec¨ªa en junio de 2003 a prop¨®sito del pacto de su partido en Estepona con los continuadores pol¨ªticos del ogro inmobiliario y futbol¨ªstico Jes¨²s Gil. No le gustaba el pacto a Chaves, quien, sin embargo, lo ve¨ªa ¨²til para que el desarrollo urban¨ªstico en Estepona se convirtiera en un modelo para la Costa del Sol. Lo que ahora investiga el Juzgado de Instrucci¨®n muestra a Estepona como un ayuntamiento mod¨¦lico, aunque no en el sentido ejemplar al que aspiraba Chaves: representa, como modelo, al tipo de ayuntamientos que, seg¨²n la opini¨®n posiblemente mayoritaria, funciona en el litoral. Es la idea que muchos ciudadanos tienen de lo que es un municipio costero: una trama perversa de construcci¨®n y pol¨ªtica, t¨¦cnicos e intermediarios.
La direcci¨®n socialista en M¨¢laga, que guardaba silencio desde la detenci¨®n del alcalde Barrientos, habl¨® por fin el viernes. Despu¨¦s de una meditaci¨®n de tres d¨ªas ha descubierto que no sab¨ªa nada. No sab¨ªa nada de lo que pasaba en Estepona. Pero tres concejalas detenidas en el caso achacan a compa?eros de partido las denuncias que las han llevado ante el juez, y una persona de confianza del PSOE ocupaba la Delegaci¨®n de Urbanismo de Estepona. Entre los 26 detenidos en la redada, est¨¢ el eje del Ayuntamiento y del partido en el pueblo, jefe de gabinete del alcalde, como si el partido fuera un grupo de intereses corporativos y familiares, entre socios, por el que pasan tratos, licencias, favores, contrataci¨®n de personal, el crecimiento de todos, el bien com¨²n. Y nadie ve¨ªa nada, o todos eran como esos amantes que, ante la infidelidad de su pareja, no saben nada o prefieren no saber: "Haz lo que quieras, pero que yo no me entere".
Y el viernes fue el traslado a la c¨¢rcel del alcalde ca¨ªdo, contado en estas p¨¢ginas por Juana Vi¨²dez y F. J. P¨¦rez. Hab¨ªa abucheadores a las puertas del juzgado, esa gente justiciera que acude siempre al calor de las c¨¢maras y los focos a gritar, a insultar. Me los imagino en las verbenas pagadas con dinero del negocio de estos a?os, bailando, jaleando y defendiendo con fervor la necesidad de inversiones y construcci¨®n, bancos y hosteler¨ªa, movimiento de dinero. Me los imagino aplaudiendo al alcalde antes del hundimiento y reclamando alguna gracia en los locales del partido. Al modelo econ¨®mico vigente, combinaci¨®n de negocios inmobiliarios y pol¨ªtica, podr¨ªamos llamarlo neoconstruccionismo, y ofrece, aparte de una galer¨ªa de individuos concretos, un retrato de grupo, regional y nacional.
Es como si la prosperidad hubiera dependido de la corrupci¨®n, y el pa¨ªs sufriera da?os desproporcionados en caso de no someterse a la l¨®gica de los convenios fraudulentos, el soborno, las comisiones secretas, el tr¨¢fico de influencias y el blanqueo de capitales. No me extra?ar¨ªa que alg¨²n responsable pol¨ªtico defienda un d¨ªa la prevaricaci¨®n como mandato ¨¦tico inexorable y se presente a s¨ª mismo como un santo que, por su pueblo, sacrific¨® sus principios y se convirti¨® en delincuente. Los alcaldes hundidos, como Barrientos, no existir¨ªan ni ganar¨ªan elecciones si sus principios generales de comportamiento no hubieran sido asumidos por la mayor¨ªa que hoy se escandaliza, y esto explica que la enfermedad afecte al PP, al PSOE y a IU.
Pero los detenidos no han sido condenados todav¨ªa. Por m¨¢s que los indicios hagan suponer que son delincuentes, deber¨ªamos presumir que son inocentes. El celo con que se les condena de antemano es negativo: impide reflexionar sobre la naturaleza de los hechos. El ruido del esc¨¢ndalo es mayor que el esfuerzo pedag¨®gico para aclarar c¨®mo funciona el mundo. Hay prisa por excluir a los que han quedado al descubierto, por quemarlos lo m¨¢s ruidosamente posible entre una gran humareda, por cerrar cuanto antes las puertas de la c¨¢rcel.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.