La fe de Ibarretxe
Tras una d¨¦cada al frente del Gobierno vasco, Juan Jos¨¦ Ibarretxe (Llodio, 1957) parece dispuesto a mantener con el Estado un pulso definitivo. El viernes, el Parlamento vasco votar¨¢ su plan de consulta soberanista. Lejos quedan sus a?os de tecn¨®crata sin perfil pol¨ªtico
Hay un hombre en la cama de la habitaci¨®n de un hospital. Es un viejo luchador por la libertades al que una terrorista de ETA le acaba de disparar un tiro en plena cara, en la puerta de su casa, al anochecer, en uno de los montes que se asoman a la ciudad de San Sebasti¨¢n. Estad¨ªsticamente, este hombre ten¨ªa que estar muerto, pero la bala le entr¨® por la mejilla izquierda y se le qued¨® alojada en la boca, aprisionada entre unos implantes de titanio. El hombre est¨¢ rodeado por su esposa y sus tres hijos cuando en la habitaci¨®n entra Juan Jos¨¦ Ibarretxe, el presidente del Gobierno vasco. Pregunta por el herido y luego charlan. Uno de los hijos, Andr¨¦s, que vive fuera de Euskadi, le traslada al pol¨ªtico nacionalista su disgusto por el ambiente opresivo que se respira en su tierra.
Junto a la cama donde Recalde se recupera de un atentado, Ibarretxe le dice a su hijo: "En Euskadi se vive muy bien"
Asegur¨® que s¨®lo habr¨ªa consulta en ausencia de violencia, pero ETA ha vuelto a matar y ¨¦l sigue con su plan
El propio Ibarretxe labra cada vez que puede esa imagen de persona sencilla, alejada del boato
Estaba a 200 metros de donde ETA mat¨® a Buesa, pero ni se acerc¨® ni llam¨® a la familia. Tard¨® cinco horas en reaccionar
-Lehendakari, yo no puedo soportar que, cuando invito a amigos m¨ªos a visitar el pa¨ªs -Lequeitio, Elorrio, Bergara, Hernani...-, encontremos siempre una presencia agresiva, con pintadas en favor de ETA y con amenazas a los que no piensan como ellos.
-Mira, Andr¨¦s, no te lleves esa imagen de nosotros, que aqu¨ª, en el Pa¨ªs Vasco, se vive muy bien.
La frase de Ibarretxe es escuchada desde la cama por Jos¨¦ Ram¨®n Recalde, encarcelado y torturado por el r¨¦gimen de Franco, durante siete a?os consejero socialista en el Gobierno del lehendakari Ardanza y due?o de una librer¨ªa (Lagun) atacada una y otra vez por ETA y su entorno, hasta el punto de que todav¨ªa hoy abre y cierra sus puertas bajo la atenta mirada de los guardaespaldas.
La escena tiene lugar en septiembre del a?o 2000, y cualquiera puede pensar que un desliz as¨ª -hablar de un pa¨ªs id¨ªlico en presencia de un hombre al que acaban de intentar asesinar- s¨®lo puede ser fruto de una tarde aciaga, de un momento de nerviosismo...
Un a?o y medio despu¨¦s, en septiembre de 2002, vuelve a haber un hombre tendido en la cama de un hospital. Ha circulado en su coche durante unos kil¨®metros hasta que una bomba lapa -cargada con medio kilo de dinamita- ha estallado hiri¨¦ndole de gravedad. Tras cinco horas en el quir¨®fano, los m¨¦dicos han tenido que amputarle una pierna. Unos d¨ªas despu¨¦s, alguien toca a la puerta de la habitaci¨®n. Es el lehendakari, que viene a visitarle. Le pregunta c¨®mo se encuentra, le da ¨¢nimos -todo el mundo resalta que Ibarretxe es un tipo afable que gana en las distancias cortas-, pero no pasan muchos minutos antes de que el jefe del Gobierno vasco le hable con orgullo al herido -tambi¨¦n socialista, como Recalde; tambi¨¦n sin escolta, como a ETA le gusta escoger a sus v¨ªctimas- de la buena situaci¨®n de la econom¨ªa vasca.
-No sabes c¨®mo est¨¢ creciendo el producto interior bruto...
Es Ibarretxe, un hombre que, a sus 51 a?os y despu¨¦s de una d¨¦cada al frente del Gobierno vasco, parece dispuesto a mantener con el Estado un pulso definitivo. Hasta el punto de jugarse su futuro pol¨ªtico a una sola carta: la de una consulta sobre el derecho a la autodeterminaci¨®n. El pr¨®ximo viernes, el Parlamento vasco votar¨¢ su propuesta. "Si no sale, me voy a casa", ha dicho. Aunque tambi¨¦n es cierto -como ponen en evidencia sus cr¨ªticos- que en su discurso de investidura garantiz¨® que la consulta s¨®lo se celebrar¨ªa "en ausencia de violencia...". Nada m¨¢s lejos de la situaci¨®n actual. ETA ha vuelto a matar, a amenazar, a extorsionar..., pero el lehendakari se comporta como si nada de eso estuviera sucediendo: "La iniciativa del derecho a decidir ya no tiene vuelta atr¨¢s". Se trata, sin lugar a dudas, de una iniciativa "de autor", de una jugada tramada en absoluta soledad. De hecho, la puesta en escena del desaf¨ªo no fue consultada con ninguno de los partidos vascos. Tampoco con el PNV, algunos de cuyos m¨¢ximos dirigentes reconocen en privado que se enteraron del contenido de las preguntas que Ibarretxe pretende trasladar a la ciudadan¨ªa al mismo tiempo que los periodistas que asist¨ªan a la rueda de prensa. El resultado inmediato, ya palpable, es el regreso a la divisi¨®n en dos mitades de la sociedad vasca. La gran pregunta es: ?qu¨¦ busca Ibarretxe al lanzar tama?o desaf¨ªo al Estado? Pero para llegar a ella tal vez hay que contestar antes a dos cuestiones no menores: ?qui¨¦n es en realidad Ibarretxe? Y, sobre todo, ?en qu¨¦ momento un pol¨ªtico al que todos alababan su pragmatismo se convierte en un visionario hasta el punto de no renunciar a su id¨ªlica imagen de Euskadi ni ante la cama de un hombre al que le acaban de pegar un tiro?
El Ibarretxe de hoy se empez¨® a forjar una noche de octubre de 1994. La misma noche en que Jos¨¦ Antonio Ardanza consegu¨ªa ganar por segunda vez las elecciones al Gobierno vasco. Ardanza, cansado ya de la pol¨ªtica en unos tiempos muy convulsos -fue elegido alcalde de Mondrag¨®n en 1979-, redact¨® una carta dirigida a Xabier Arzalluz, presidente del PNV, en la que le conminaba, con toda rotundidad, a que fuera pensando en otro candidato para las elecciones de 1998.
El momento para la sucesi¨®n no era malo. A mediados de los noventa, el Gobierno vasco gozaba de estabilidad pol¨ªtica, gracias al pacto de coalici¨®n entre el PNV, Eusko Alkartasuna y el Partido Socialista de Euskadi. Adem¨¢s, el Pacto de Ajuria Enea daba sus frutos, y el Pa¨ªs Vasco disfrutaba de una unidad antiterrorista sin precedentes. Bien es verdad que ETA segu¨ªa matando, pero nada que ver con los terribles a?os ochenta. As¨ª que Ardanza, de una manera un tanto voluntarista, pens¨® que la herencia pol¨ªtica que dejaba requer¨ªa de un gestor m¨¢s que de un pol¨ªtico. "Se necesita un economista que hable ingl¨¦s", resumi¨® gr¨¢ficamente Arzalluz, quien -al igual que Ardanza- ya se hab¨ªa fijado en un diputado joven llamado Juan Jos¨¦ Ibarretxe.
No eran los ¨²nicos. Kepa Aulestia, por aquel entonces secretario general de Euskadiko Ezkerra, tambi¨¦n hab¨ªa prestado atenci¨®n a Ibarretxe, quien presid¨ªa la Comisi¨®n de Econom¨ªa y Presupuestos del Parlamento vasco y a quien no parec¨ªan interesar demasiado las refriegas pol¨ªticas y s¨ª cuestiones m¨¢s t¨¦cnicas. Se hab¨ªa estrenado en la pol¨ªtica como alcalde de Llodio, su pueblo, a los 26 a?os. Hab¨ªa estudiado Ciencias Econ¨®micas en la universidad p¨²blica de Bilbao y trabajaba en una empresa naviera de Vizcaya. Los veteranos dirigentes locales del PNV quer¨ªan como candidato a "un chico joven, del pueblo y con estudios", una f¨®rmula con la que confiaban descabalgar del poder al alcalde de Herri Batasuna, Pablo Gorostiaga, un hombre muy popular. Ibarretxe acept¨®, encabez¨® la lista del PNV aunque con el marchamo de "independiente" y se erigi¨® en alcalde de Llodio en mayo de 1983.
Lo que sucedi¨® a continuaci¨®n da las primeras pistas sobre la personalidad de Ibarretxe. Al poco de las elecciones se produjeron las terribles inundaciones del verano de 1983, que provocaron cuatro v¨ªctimas mortales, tres guardias civiles y un vecino al que intentaban evacuar. El alcalde Ibarretxe se faj¨® en la reconstrucci¨®n de su pueblo, y los vecinos le recuerdan calzado con botas de goma recorriendo las calles embarradas y las viviendas destruidas. Pero, en cuanto la situaci¨®n fue mejorando, Ibarretxe desapareci¨®. "No ten¨ªa contacto con los vecinos. Pasaba m¨¢s tiempo en Vitoria que en Llodio. No recib¨ªa a la gente en su despacho. No se le ve¨ªa por los bares del pueblo. Aunque cordial y afable, era dif¨ªcil acceder a ¨¦l. Era trabajador y met¨®dico, pero gris". Lo contrario que el batasuno Gorostiaga, que en las elecciones de 1987 recuper¨® la alcald¨ªa en detrimento del joven Ibarretxe.
Desde Vitoria, sigui¨® en la pol¨ªtica -hab¨ªa sido elegido diputado en 1984 y presidente de las Juntas Generales de ?lava en 1986-, pero no como un pol¨ªtico al uso, sino m¨¢s bien como un t¨¦cnico con cierto grado de implicaci¨®n. Y aun as¨ª, Ardanza segu¨ªa en sus trece de convertirlo en su sucesor. Lo nombr¨® vicelehendakari. El socialista Ram¨®n J¨¢uregui fue consejero de Justicia y Trabajo en aquel Gobierno de Ardanza y recuerda muy bien la forma de actuar de Ibarretxe: "Era como una hormiguita. Llevaba los presupuestos muy detallados al consejo de Gobierno. Era minucioso y legalista. Su mundo era el de los procesos de gesti¨®n y de modernizaci¨®n de la administraci¨®n. Nunca planteaba cuestiones pol¨ªticas...".
Ibarretxe empieza a viajar a Madrid. Tiene plenos poderes para la renegociaci¨®n del Concierto Econ¨®mico vasco y se re¨²ne con frecuencia con Rodrigo Rato (ministro de Econom¨ªa del primer Gobierno de Aznar) y Mariano Rajoy (vicepresidente). El actual l¨ªder del PP recuerda sus reuniones con Ibarretxe como un dolor de cabeza por su intransigencia. "S¨ª, s¨ª", confirma Ram¨®n J¨¢uregui, "es muy obcecado. Le gusta decir que sus pasos siguen la huella del buey". Lo cierto es que la negociaci¨®n del Concierto en 1997 supuso para Ibarretxe un ¨¦xito pol¨ªtico que su mentor, Jos¨¦ Antonio Ardanza, supo aprovechar convenientemente para insistir ante Arzalluz en que el sucesor ya estaba perfectamente horneado y listo para servirse. Lo m¨¢s curioso es que quien se segu¨ªa resistiendo era el propio Ibarretxe, quien intentaba no beber de ese c¨¢liz alegando su desconocimiento del euskera -condici¨®n fundamental para un lehendakari- y sus problemas de salud. Tan reticente se lleg¨® a mostrar que Arzalluz estuvo a punto de tirar la toalla:
-Si no tiene inter¨¦s, no habr¨¢ que insistir...
A quienes le trataban en aquellos tiempos, como el socialista J¨¢uregui, no les sorprende su actitud: "Se ve¨ªa una persona honrada, trabajadora, austera. Conservaba a sus amigos de Llodio y segu¨ªa dedicando mucho tiempo al ciclismo, que practicaba junto a su cuadrilla de siempre". El propio Ibarretxe labra cada vez que puede esa imagen de persona sencilla, alejada del boato: "Mi casa est¨¢ en Llodio", recordaba recientemente en una entrevista a EL PA?S. "El proyecto de mi mujer, Begotxu, y el m¨ªo est¨¢ en seguir viviendo all¨ª, me da el mismo sol y la misma lluvia que a los dem¨¢s...".
Finalmente, Juan Jos¨¦ Ibarretxe acept¨® ser candidato a presidente del Gobierno vasco. La secretaria de Pol¨ªtica Ling¨¹¨ªstica del Gobierno, Mari Carmen Garmendia, organiz¨® un plan para que aprendiera euskera. Hoy lo habla correctamente.
Pero no todo depende del tes¨®n y del esfuerzo, y los tiempos tranquilos que auguraba con optimismo Ardanza se tornaron tempestuosos. Ibarretxe es elegido candidato por el PNV en enero de 1998. Y ni tres meses despu¨¦s -el 18 de marzo- se rompe el Pacto de Ajuria Enea, soporte de los partidos vascos contra ETA. A principios del verano, la coalici¨®n de gobierno entre peneuvistas y socialistas entra en crisis. El motivo: un pacto suscrito por Arzalluz con Batasuna para sacar adelante la Ley del Deporte. A este acuerdo siguen otros, y el PSE termina saliendo del Gobierno tras 10 a?os de colaboraci¨®n con el PNV. Ya en octubre de ese 1998 tan vertiginoso, Ibarretxe gana las elecciones. Logra 21 esca?os, uno menos que Ardanza. Pero tiene ante s¨ª un panorama totalmente nuevo, un reto pol¨ªtico de envergadura. ETA acaba de anunciar una tregua. Su partido, el PNV, hab¨ªa venido urdiendo durante el ¨²ltimo verano un acuerdo con todos los partidos nacionalistas para poner en marcha un proyecto soberanista que cuajar¨ªa en el Pacto de Lizarra.
La formaci¨®n de su Gobierno provoca su primer desencuentro con los socialistas. Ibarretxe tiene claras sus alianzas parlamentarias desde el principio, los partidos con los que el PNV ha trenzado el Pacto de Lizarra, incluida Batasuna.
No obstante, no juega sus cartas con claridad. Aunque Ibarretxe ten¨ªa claro que iba a gobernar con el apoyo de los partidos nacionalistas, el PNV abre una negociaci¨®n con el PSE que se convierte en una farsa. Y como tal la denuncia el presidente del PSE, Jes¨²s Eguiguren, en el Parlamento vasco, una vez consumado el apoyo parlamentario de los partidos nacionalistas, incluido Batasuna, al Gobierno de Ibarretxe.
En esta etapa de tregua de ETA, Ibarretxe se deja llevar por su partido. Pero el 3 de diciembre de 1999, ETA rompe la tregua y a Ibarretxe le toca decidir si rompe con Batasuna y cambia de alianzas. No lo hace. Es m¨¢s, sus Presupuestos de 2000 salen aprobados con el apoyo de Batasuna. No hace ascos al apoyo de un partido que sostiene a una ETA que est¨¢ en activo.
La distancia entre el PNV y socialistas y populares es cada vez m¨¢s grande. Pero la ruptura tiene una fecha: martes 22 de febrero de 2000. Y una circunstancia: el comportamiento de Ibarretxe tras el asesinato del dirigente socialista Fernando Buesa, de 53 a?os, y su escolta, Jorge D¨ªez, de 26.
Buesa y D¨ªez caminaban por el campus de la Universidad de Vitoria. A las 16.38, un terrorista de ETA accion¨® un mando a distancia que provoc¨® la explosi¨®n de una furgoneta cargada con 20 kilos de explosivos. El dirigente socialista muri¨® en el acto y su escolta expir¨® minutos despu¨¦s. La tremenda explosi¨®n sacudi¨® el campus y se oy¨® en toda la ciudad. Ibarretxe estaba reunido a 200 metros de all¨ª, en el palacio de Ajuria Enea, donde estaba reunido con su Consejo de Gobierno. Ibarretxe no va al lugar del atentado y, hasta cinco horas m¨¢s tarde, no hace p¨²blica su condena. Tampoco llama a la viuda de Buesa, Natividad Rodr¨ªguez. Ni visita la sede socialista. Ni acude a la concentraci¨®n de rechazo del atentado, que se celebra en Vitoria, unas horas despu¨¦s. S¨ª lo hace, sin embargo, su antecesor, Jos¨¦ Antonio Ardanza, que es ovacionado por los asistentes. Al d¨ªa siguiente, en el funeral celebrado en la catedral de Vitoria, Ibarretxe sale por la puerta de atr¨¢s para evitar el clima de rechazo que ya se est¨¢ generando contra ¨¦l. El domingo, la familia Buesa organiza una manifestaci¨®n en Vitoria de condena del asesinato. El hijo de Fernando Buesa le pide a Ibarretxe que se sume.
La manifestaci¨®n toma enseguida un rumbo muy distinto al que pretend¨ªa la familia. Las primeras filas las copan dirigentes y cuadros del PNV, que tratan de reconvertir aquella manifestaci¨®n de rechazo contra el asesinato de ETA en un desagravio a Ibarretxe. corean un grito: "?Lehendakari, aurrera!" (lehendakari, adelante). En la parte trasera de la manifestaci¨®n se sit¨²an los familiares de Buesa, respaldados por el PSE y el PP, y en el centro, los activistas de Gesto por la Paz. El objetivo de aquel d¨ªa era gritar fuerte contra ETA, pero los vascos terminan grit¨¢ndose los unos a los otros. La ruptura es total.
Al finalizar la manifestaci¨®n, la familia de Buesa llega a la plaza de la Virgen Blanca, en el centro de Vitoria. Ni el lehendakari ni los simpatizantes nacionalistas est¨¢n ya all¨ª. En medio de la tensi¨®n, toma la palabra Javier Rojo, amigo de Buesa, n¨²mero dos del PSOE alav¨¦s y hoy presidente del Senado. Rojo, emocionado, grita: "?D¨®nde est¨¢ el lehendakari?". Su grito de angustia se oye en toda Espa?a.
El presidente del Senado a¨²n recuerda con emoci¨®n aquellos momentos: "Iba en la manifestaci¨®n con Ram¨®n J¨¢uregui y Carlos Iturgaiz, dirigente del PP. J¨¢uregui le dijo a Iturgaiz que yo ten¨ªa que hablar en nombre de la familia, que hab¨ªa convocado la manifestaci¨®n. Unos nos aplaud¨ªan y otros nos insultaban. Enseguida interioric¨¦ la carga de dolor, rabia, frustraci¨®n... El desencanto porque est¨¢bamos en un sociedad rota. Eso fue lo que me sali¨® de dentro".
Ni los nacionalistas ahora consultados se explican la actitud de Ibarretxe en aquellas horas. A modo de disculpa, ensayan una excusa: "Debi¨® de quedar paralizado, como le sucedi¨® a Bush cuando le comunicaron el atentado contra las Torres Gemelas".
Las relaciones entre Ibarretxe y los socialistas quedan marcadas. Lo recuerda Javier Rojo: "No rompimos las relaciones, pero desde entonces han sido muy fr¨ªas. Nada que ver con la relaci¨®n que mantuvimos con Garaikoetxea y Ardanza". Lo sucedido supone un golpe tremendo para el lehendakari. Pero, lejos de reconocer el m¨¢s m¨ªnimo error, atribuye todo lo sucedido a una trama urdida por los socialistas contra ¨¦l.
ETA sigue matando. Despu¨¦s de Buesa caen Jos¨¦ Luis L¨®pez de Lacalle, Juan Mari J¨¢uregui y concejales del PP y socialistas... Ibarretxe no tiene m¨¢s remedio que romper con Batasuna, pero no cambia su esquema de alianzas. No aprovecha el momento para intentar recomponer las antiguas relaciones con los socialistas. Sencillamente, se queda a solas con los suyos. Sus apoyos se circunscriben a PNV, Eusko Alkartasuna y Ezker Batua (la marca vasca de Izquierda Unida).
Ibarretxe intenta enmendar su actuaci¨®n tras el asesinato de Buesa y, un a?o despu¨¦s, pone en marcha la direcci¨®n de atenci¨®n a las v¨ªctimas del terrorismo. La viuda del socialista J¨¢uregui, Maixabel Lasa, se hace cargo de la direcci¨®n y emprende con ah¨ªnco la tarea de apoyo y reconocimiento a las v¨ªctimas. Pero act¨²a casi de forma aut¨®noma. Lo explica un alto dirigente del Gobierno vasco: "Ibarretxe tolera a Lasa sus iniciativas, como los actos de reconocimiento p¨²blico a las v¨ªctimas, pero no incorpora ese esp¨ªritu a su propio discurso". El lehendakari, pese a su dominio de las distancias cortas, no consigue quitarse el estigma de coraz¨®n de hielo que adquiri¨® aquel 22 de febrero en que mataron a Buesa.
A principios de 2001 convoca elecciones para el mes de mayo. Ya ha sufrido dos mociones de censura de PP y PSOE y, al carecer ya de la mayor¨ªa que le brindaba Batasuna, consigue aprobar los Presupuestos con muchos apuros. El clima preelectoral hace saltar chispas. Todo el pa¨ªs est¨¢ pendiente del Pa¨ªs Vasco. El socialista Nicol¨¢s Redondo y el popular Jaime Mayor Oreja se conjuran para expulsar al PNV del poder. La campa?a de Ibarretxe se fundamenta en advertir a los suyos de la invasi¨®n de los partidos constitucionalistas, apoyados en lo que dirigentes nacionalistas no tardan en denominar "Brunete medi¨¢tica". El efecto es una crispaci¨®n sin precedentes y una movilizaci¨®n por ambas partes. Pero la noche de las elecciones es Ibarretxe quien desequilibra la balanza a su favor. Gana por 25.000 votos. Los suficientes para sacarlo del acorralamiento y elevarlo a la gloria. Arzalluz, que lleg¨® a estar convencido de la victoria constitucionalista, convierte a Ibarretxe en el l¨ªder del nacionalismo vasco. Es el premio por salvar al PNV de la ruina. Ibarretxe acepta el premio y se dispone a disfrutarlo.
Emborrachado por la victoria electoral, abre una nueva etapa en la que empieza a plasmar su primer plan soberanista. El llamado plan Ibarretxe, muy similar al que el pr¨®ximo viernes presentar¨¢ para su aprobaci¨®n en el Parlamento vasco. Seg¨²n Ram¨®n J¨¢uregui, Ibarretxe "perdi¨® su ¨²ltima oportunidad de ser el lehendakari de todos al interpretar los resultados electorales como un mandato exclusivo del nacionalismo. Fue incapaz de reflexionar sobre la necesidad de un pacto entre nacionalistas y no nacionalistas. Es el responsable del salto regresivo que ha dado el PNV: de partido autonomista y defensor de la unidad contra ETA a convertirse en un partido soberanista y romper la unidad antiterrorista".
Ibarretxe empieza a actuar de forma independiente, por encima de su partido. El plan soberanista lo acu?a sirvi¨¦ndose de asesores externos, nacionalistas independientes como el cient¨ªfico Pedro Miguel Etxenique; los profesores Jos¨¦ Manuel Castells, Ram¨®n Zayo y Javier Elzo; el abogado Mart¨ªn Auzmendi; el entonces coordinador de Elkarri, Jonan Fern¨¢ndez, y el obispo Jos¨¦ Mar¨ªa Seti¨¦n. Ni la incorporaci¨®n a finales de 2003 de la figura de Josu Jon Imaz -m¨¢s partidario del entendimiento con los socialistas- a la presidencia del PNV, ni la victoria electoral de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero en abril de 2004 le hacen apartarse un mil¨ªmetro de su proyecto soberanista. En seis a?os, el t¨¦cnico sin excesivo inter¨¦s por la pol¨ªtica, guardi¨¢n de su independencia dentro del PNV, se ha convertido en depositario de las esencias soberanistas. En febrero de 2005, Zapatero y Rajoy se ponen de acuerdo para rechazar su plan en el Congreso. Al d¨ªa siguiente, Ibarretxe convoca elecciones para el mes de abril. Aunque vuelve a ganar, queda debilitado.
Desde que accedi¨® a la presidencia del Gobierno vasco hasta ahora, la ¨¦poca en la que la figura de Ibarretxe ha brillado menos ha coincidido con el periodo de tregua de ETA -de marzo de 2006 a junio de 2007-. Una vez rota la tregua, en cuyo proceso no particip¨® en ning¨²n momento, el lehendakari acude a La Moncloa. Le confiesa a Zapatero que en septiembre de 2007 va a presentar su propio plan "de pacificaci¨®n y normalizaci¨®n" con un marcado contenido soberanista. La decisi¨®n sin fisuras de Ibarretxe provoca la marcha de Imaz, que decide quitarse de la circulaci¨®n para no romper el partido. Se puede decir que es la primera vez en la historia del PNV que una sola persona aglutina todo el poder. Y que, adem¨¢s, esa persona lo hace pr¨¢cticamente en solitario. "Ibarretxe se vuelve cada vez m¨¢s mesi¨¢nico y m¨¢s autista", reconoce un dirigente nacionalista. "S¨®lo se rodea de quienes le dan la raz¨®n". Su equipo se circunscribe a un grupo de incondicionales, como su secretario general, Jes¨²s Pe?a; su jefe de prensa, Joseba Garc¨ªa Bengoetxea, y su jefa de protocolo, Bego?a Revuelta. Esto no es ¨®bice para que el apoyo de las bases nacionalistas siga siendo muy importante. El p¨¢sado s¨¢bado, en un acto en Barakaldo, Ibarretxe -acompa?ado de I?igo Urkullu, sucesor de Imaz- fue con mucho el m¨¢s aclamado.
?Qu¨¦ pretende Ibarretxe patrocinando una consulta que, casi con toda seguridad, nunca se celebrar¨¢ por ilegal?
La sensaci¨®n dentro y fuera del PNV es que es el ¨²ltimo intento de salvar su Gobierno mediante una estrategia similar a la que en 2001 le depar¨® tan buenos resultados. Aparecer como defensor de los intereses del pueblo vasco frente a la opresi¨®n del centralismo de Madrid. Despu¨¦s de los buenos resultados cosechados por los socialistas en las ¨²ltimas elecciones municipales y generales, el desaf¨ªo de Ibarretxe puede no ser m¨¢s que un intento de decir a sus votantes: "O yo, o ellos".
Lo m¨¢s dram¨¢tico para Ibarretxe, y sobre todo para la multitud de nacionalistas cada d¨ªa m¨¢s reacios a coquetear con las marcas de Batasuna, es que la aprobaci¨®n de la consulta en el Parlamento depende de lo que hagan las diputadas del Partido Comunista de las Tierras Vascas. O lo que es lo mismo, el futuro de Ibarretxe est¨¢ condicionado por lo que decida ETA. Si pierde la votaci¨®n tendr¨ªa que adelantar las elecciones, y si es fiel a su palabra, se ver¨ªa obligado a abandonar la pol¨ªtica. Si gana, tendr¨¢ que agradec¨¦rselo a los votos de Batasuna. Como en 1998 salvo en un detalle. Entonces ETA no mataba. Ahora, s¨ª. -
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