El choque de cuartos, en casa del enemigo
El partido de la selecci¨®n, visto desde un bar italiano
Toni Bonanno no lo ve¨ªa nada claro ayer. El choque Espa?a-Italia de cuartos de final de la Eurocopa no le ol¨ªa bien. S¨ª, claro que sab¨ªa que su selecci¨®n, los azzurri, son probablemente el combinado m¨¢s correoso del planeta. Que mentalmente son de granito, que se crecen en los partidos decisivos y que tienen con la ¨¦pica una relaci¨®n cordial. Ah¨ª est¨¢n sus cuatro mundiales. Pero aun as¨ª... "Lo veo jodido", resum¨ªa. "Me falta alma en el equipo. Este a?o no lo veo", se resignaba Bonanno, con un adem¨¢n de lamento en el rostro y enfundado en la el¨¢stica azul el¨¦ctrico.
Se apoyaba poco antes del crucial partido de Viena en la puerta de L'Altro, la selecta cocteler¨ªa que regenta en La Latina y que se ha convertido en uno de los muchos puntos de reuni¨®n de la numerosa colonia italiana de Madrid. Las palabras de este cuarent¨®n, natural de Brescia (norte del pa¨ªs) y de ra¨ªces sicilianas, resultaron prof¨¦ticas. Italia, como siempre, resisti¨® hasta los penaltis, pero, esta vez, cay¨®. La cocteler¨ªa se llen¨® cuando a¨²n faltaba un cuarto de hora para el inicio del partido. El encargado, Juanjo Portillo, espa?ol, hac¨ªa un pron¨®stico desmedidamente optimista: 3-2. Vaya, como predijo el presidente Zapatero. "S¨ª, y si lo dice Zapatero, ser¨¢". S¨®lo dos o tres tifosi luc¨ªan la camiseta italiana. Eso s¨ª, Bonanno era el ¨²nico que dudaba abiertamente de su selecci¨®n. Dos de ellos vaticinaban un 2-1. "Con goles de Cassano y Toni. Y Torres para Espa?a", se?alaba sin excesiva convicci¨®n Roberto, un turin¨¦s alto y con el cr¨¢neo rapado que trabaja en el departamento de log¨ªstica de IVECO. Su amigo, Cristian, un locuaz inform¨¢tico florentino, luc¨ªa una zamarra gemela y confiaba con m¨¢s firmeza en el triunfo transalpino. "?Que gane el que tenga mejor juego? ?Ja! Que gane el peor", le espetaba a quien quisiera escucharle.
"No hace falta jugar bien para ganar", dec¨ªa un aficionado 'azzurro'
Al lado, junto a la barra, lo miraban dos treinta?eros altos y bien parecidos, Gabri y Nacho, que, como hacen a menudo, hab¨ªan acudido a ese local que "tiene la pantalla de televisi¨®n tan grande". No, no eran seguidores de Italia. Estaban despistados. Cuando empez¨® a atronar el emocionante himno italiano todo qued¨® claro: estaban en territorio enemigo.
"Fratelli d'Italia, l'Italia s'¨¨ desta, dell'elmo di Scipio, s'¨¨ cinta la testa. Dove'¨¨ la vittoria?" ["Hermanos italianos, Italia se ha alzado, con el yelmo de Escipi¨®n, inclinando la cabeza. ?D¨®nde est¨¢ la victoria?"]. No es nada dif¨ªcil que a uno se le encoja el coraz¨®n con semejante declaraci¨®n de principios. Tras darse cuenta de d¨®nde estaba, Gabri recelaba. "Ya ver¨¢s: marcar¨¢ Espa?a en el minuto 40, nos empatar¨¢n en el 87, luego iremos a la pr¨®rroga y ganar¨¢ Italia". El bullanguero florentino, que lo oy¨®, le espet¨®: "Me parece muy bien. Firmo".
Dos aficiones y dos modos de entender el f¨²tbol. La fe inquebrantable frente a las dudas perennes. Pero esta vez iba a ser diferente. El infatigable florentino combinaba los comentarios jocosos sobre la fragilidad espa?ola con los improperios sobre la edad del seleccionador espa?ol. Delgaducho e infatigable, parec¨ªa saberse muy bien el mejor credo italiano. "No hace falta jugar bien al f¨²tbol para ganar". Vamos, que para un italiano un partido bonito es exclusivamente aqu¨¦l que se gana. "?Claro! O si no, ?para qu¨¦ ves el f¨²tbol?", sentenciaba. Espa?a percut¨ªa una y otra vez. "Lo peor es que en cualquier momento Italia te marca y se acab¨® todo".
Un parad¨®n providencial de Casillas (por favor, San Iker para el resto de la Eurocopa) en el minuto 60 dej¨® claro que, sorprendentemente, los azzurri eran minor¨ªa en su propio local. Una exclamaci¨®n un¨¢nime a la advocaci¨®n de San Iker sacudi¨® el bar. Las camisetas rojas superaban claramente a las azules. A pesar de los esfuerzos de una esbelta italiana que lleg¨® envuelta en una enorme tricolore italiana. Pero no llegaba el gol. El dicharachero italiano se fue callando poco a poco. Lleg¨® la pr¨®rroga. Los italianos, en silencio. Fe, confianza. Los espa?oles, reprimiendo la flojera de rodillas a golpe de gritos. "?A por ellos!".
Los penaltis estaban ah¨ª. Una especialidad italiana. Duelo de cancerberos. Los dos mejores del mundo. "?Venga Gigi", clamaban los italianos. "Iiiii-ker, Iiiii-ker". Los dos paradones de San Iker hicieron enmudecer a los italianos para el resto de la Eurocopa.
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