El canon y la fama
Las acaloradas discusiones sobre el canon digital para garantizar los derechos de autor se reabrieron con la publicaci¨®n en el BOE de las nuevas tarifas fijadas por el Gobierno. El Ejecutivo las recort¨® un 26% con respecto a las cifras anunciadas antes de las elecciones. Una decisi¨®n que no ha amortiguado las cr¨ªticas de los contrarios al canon pero que, curiosamente, tampoco ha disgustado a las sociedades de gesti¨®n de los derechos. En estos tiempos de crisis, no deja de ser sorprendente que se anuncie un recorte y los perjudicados se muestren contentos. Convendr¨ªa inscribir el m¨¦todo en un registro, puesto que, si las cosas siguen torci¨¦ndose, no habr¨¢ Gobierno en el mundo que no quiera saber c¨®mo ha logrado el Ejecutivo espa?ol lo que, a simple vista, parece un milagro. Y, por descontado, que s¨®lo lo parece a simple vista: se paga menos por objeto capaz de reproducir m¨²sica o pel¨ªculas pero son m¨¢s los objetos que pagan.
El presidente de la Federaci¨®n Internacional Fonogr¨¢fica, John Kennedy, estaba de visita en Espa?a coincidiendo con la publicaci¨®n de las nuevas tarifas del canon digital. Se esperaba que el ministro de Industria, Miguel Sebasti¨¢n, compartiese mesa con ¨¦l, pero el ministro no compareci¨®. M¨¢s vale no hacer especulaciones y concentrarse en uno de los recuerdos que suscit¨® la presencia de John Kennedy, relacionado con la elaboraci¨®n de grandes ¨¦xitos en el Reino Unido durante los a?os sesenta. El representante de los Beatles, Brian Epstein, adquiri¨® centenares de copias del disco con el que los cuatro muchachos de Liverpool debutaron en EMI, Love me do. Era una manera, entonces frecuente, de abrir paso a unos j¨®venes prometedores en el mundo de la m¨²sica.
Resulta enternecedor imaginar a Epstein y los Beatles comprando a escondidas sus propios discos. Si esto hubiera ocurrido en el tiempo de las descargas inform¨¢ticas, Epstein y los suyos podr¨ªan haber recurrido al mismo procedimiento s¨®lo que sin necesidad de subirse las solapas y ocultarse tras unas gafas negras. El ¨²nico problema es que, en lugar de saltar a la fama por su m¨²sica, tal vez lo hubieran hecho por la multa millonaria que les habr¨ªan impuesto.
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