Alhajas a salvo en las Comendadoras
Un se¨ªsmo de intensidad 5,1 raj¨® los muros y la c¨²pula en plena restauraci¨®n
Un movimiento s¨ªsmico de intensidad 5,1 en la escala de Richter estuvo a punto de destruir el 12 de agosto del a?o pasado dos de las principales joyas arquitect¨®nicas y ornamentales de Madrid: la iglesia barroca y el convento de las Comendadoras de Santiago, en la c¨¦ntrica plaza de su nombre. Desde el siglo XVII alberga a las freilas -monjas- de la rama femenina de la Orden Militar creada en 1075 en conmemoraci¨®n de la batalla de Clavijo. La sacudida tel¨²rica resquebraj¨® el paramento del retablo, otros muros y la c¨²pula del templo. Los efectos m¨¢s visibles del terremoto de 2007 han sido conjurados, mientras se decide una actuaci¨®n que selle sus grietas y sus efectos estructurales, medidos a diario con puntuales oscil¨®metros.
Surcos trazados sobre la pintura permiten recobrar el dise?o original
Por fortuna, el se¨ªsmo no da?¨® la delicada restauraci¨®n que, desde 1999, acomete la arquitecta Emmanuela Gambini -38 a?os en la Real Academia de San Fernando- por encomienda de la Consejer¨ªa de Cultura y Turismo. Con un presupuesto de 2.109.488,23 euros, ha ganado un espacio muse¨ªstico, inaugurado ya con una exposici¨®n sobre Los Madrazo, y ha remozado cubiertas, coro, escaleras, escalinatas, muebles y ornamentos, m¨¢s dos deambulatorios, cuatro capillas y la sacrist¨ªa de los Caballeros, flor¨®n del barroco espa?ol.
"Me llamaba la atenci¨®n que estuviera totalmente pintada de blanco", explica Gambini, "a excepci¨®n de un escudete con la cruz-espada roja de Santiago". Insatisfecha con la explicaci¨®n de un informe, investig¨® y hall¨® que en 1912, creyendo conjurar la gripe espa?ola que diezmaba a la poblaci¨®n, alg¨²n edil decidi¨® blanquear la ornamentaci¨®n.
Pudo descubrir, sin embargo, que los colores primigenios constitu¨ªan una tr¨ªada entre el verde malaquita, el dorado y el rojo -conquistas, desierto de las Cruzadas y sangre de los caballeros m¨¢rtires- que la restauraci¨®n ha recuperado por completo.
El hallazgo m¨¢s celebrado ha consistido en descubrir que, encima del revoco blanco y de cuatro manos de pintura, una serie de surcos a buril dibujaba el bell¨ªsimo perfil de la decoraci¨®n original, pol¨ªcroma y tan perfecta, que incluso simetrizaba sobre los ventanales ciegos los que dan a la calle del Acuerdo, que flanquea la gran manzana entre la plaza de las Comendadoras y las calles de Amaniel, Montserrat y de Qui?ones. "Con cuatro capillas, tambi¨¦n restauradas ahora, un genio de la arquitectura, Francisco de Moradillos, consigui¨® en 1760 completar la ortogonalidad de la que el cruce de dos calles esquineras al convento carec¨ªa", cuenta Gambini con entusiasmo.
Un cuadro de Luca Giordano, La batalla de Clavijo -de 3,80 metros de anchura por 5,85 de altura-, aguarda tumbado en el suelo del coro el culminar de su restauraci¨®n; la arquitecta ha construido un gran bastidor para enrollarlo y moverlo sobre rieles. A un lado, enfundado en pl¨¢stico, un ¨®rgano barroco de Echevarr¨ªa, sin parang¨®n otro que el de la capilla del Palacio Real. Preside la estancia un espl¨¦ndido lienzo de Cavarrozzi, pintado en el siglo XVII, que impregna de paz este ¨¢mbito.
Un patio ha servido para rescatar en sus muros una tradici¨®n hispana perdida, la de decorar al fresco fachadas interiores. El art¨ªfice argentino Gabriel Hermo ha seguido los surcos de los tracistas de Moradillos y ha recobrado los trampantojos que informan de la vida en un convento de Madrid, erigido hace cuatro siglos por Manuel y Jos¨¦ del Olmo. Todo ha sido salvado.
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