El t¨ªo Tom ante la Casa Blanca
Puede un negro estadounidense blanquearse lo suficiente para dar el salto desde la caba?a del t¨ªo Tom hasta la Casa Blanca? Esa celeb¨¦rrima novela (Uncle Tom's Cabin, publicada por Harriet Beecher Stowe en 1852), el libro m¨¢s vendido del siglo XIX tras la Biblia, represent¨® en su momento el principal manifiesto abolicionista de la esclavitud, a la que contribuy¨® a erradicar tras la victoria federal en la Guerra Civil. Pero un siglo despu¨¦s, bajo el influjo de la lucha emancipatoria emprendida por el movimiento de los derechos civiles, pas¨® a simbolizar la domesticaci¨®n cultural de los afroamericanos, como antiguos esclavos que asumen con docilidad su segregaci¨®n racial impuesta por la hegemon¨ªa de la dominaci¨®n wasp (blanca, anglosajona y protestante). Una sumisi¨®n jer¨¢rquica que este mismo a?o podr¨ªa pasar a la historia, si Barack Obama es elegido presidente de Estados Unidos.
Las presidenciales van a ser una guerra cultural entre los 'wasp' y una coalici¨®n de minor¨ªas excluidas
Obama tiene el carisma del joven h¨¦roe redentor, el 'esp¨ªritu de frontera'
?Qu¨¦ esperanzas cabe albergar acerca de la posible realizaci¨®n de lo que indudablemente ser¨ªa una conquista hist¨®rica, no s¨®lo para los afroamericanos y el conjunto de los estadounidenses sino para toda la humanidad, dada la posici¨®n preeminente que ocupan ¨¦stos a la cabeza de la sociedad mundial? No demasiadas, aunque haberlas, haylas. La balanza de posibilidades es dif¨ªcil de calcular, pues los comicios de noviembre cerrar¨¢n una campa?a que se juega a la vez en varios tableros m¨²ltiples, y en la que todo puede pasar. Si estuvi¨¦ramos tan s¨®lo ante una contienda electoral, a resolver en clave exclusivamente pol¨ªtica, la balanza se inclinar¨ªa probablemente del lado dem¨®crata por m¨²ltiples razones: fracaso absoluto de la Administraci¨®n Bush en todas sus aventuras imperiales, aguda crisis financiera, hipotecaria y econ¨®mica, agravamiento de las desigualdades sociales con fuerte empobrecimiento relativo de las clases medias, agotamiento del ciclo pol¨ªtico republicano con descr¨¦dito de la revoluci¨®n neoconservadora, mayor¨ªa de edad de una nueva generaci¨®n post-baby-boomer inmersa desde su infancia en la revoluci¨®n cybercultural...
La comparaci¨®n entre los candidatos, esencial en un sistema presidencialista muy personalizado, y todav¨ªa m¨¢s en una democracia medi¨¢tica donde se compite por la imagen y la reputaci¨®n, ofrece mayor equilibrio, aunque tambi¨¦n podr¨ªa favorecer al dem¨®crata. El senador McCain es demasiado mayor, y su car¨¢cter conservador forjado en su historial militar, aunque af¨ªn al patriotismo castrense de los estadounidenses, resulta excesivamente continuista respecto al imperialismo de Bush, que ya ha sido aborrecido por la mayor¨ªa del electorado. En cambio, el senador Obama ha adquirido el carisma del joven h¨¦roe redentor destinado a conducir al pueblo a una futura tierra de promisi¨®n, de acuerdo con el esp¨ªritu de frontera que anima al progresismo estadounidense con su cultura del cambio innovador. Es verdad que tambi¨¦n parece demasiado liviano, vaporoso e inexperto, como un cruce de Fred Astaire y el flautista de Hamelin en versi¨®n hip hop: yes, we can. Pero a cambio ha demostrado su predestinaci¨®n para el ¨¦xito, al vencer contra pron¨®stico en inferioridad de condiciones a la todopoderosa pareja Clinton que part¨ªa de favorita en las primarias, reviviendo as¨ª la gesta b¨ªblica de David contra Goliat. Y si pudo contra Bill y Hilary, bien podr¨¢ quiz¨¢ contra Bush y McCain.
Pero si bien la balanza pol¨ªtica y medi¨¢tica parece inclinarse a favor de Obama, no sucede lo mismo con la balanza social. Estos comicios presidenciales no van a parecerse a los precedentes, pues no se van a ventilar como una mera competici¨®n electoral entre republicanos y dem¨®cratas. Por el contrario, todo indica que se van a entablar como una abierta guerra cultural entre los varones blancos dominantes que detentan la hegemon¨ªa y una coalici¨®n de minor¨ªas excluidas (afroamericanos, mujeres, hispanos, etc¨¦tera) que reclaman su turno de acceso al poder, bajo el liderazgo del primer candidato negro que aspira a la presidencia de Estados Unidos. Algo excepcional e ins¨®lito, pues ocurre por primera vez en la historia, imponiendo al modelo americano una suerte de estado de excepci¨®n. Y esto encierra una paradoja, pues es algo que s¨®lo podr¨ªa suceder en Estados Unidos, de acuerdo con la ideolog¨ªa del American dream, pero a la vez resulta muy dif¨ªcil que ocurra all¨ª, pues la estructura social estadounidense, caracterizada por la persistente segregaci¨®n de los afroamericanos, lo hace imposible.
En efecto, el estadounidense es el ¨²nico sistema pol¨ªtico en el que todo ciudadano de cualquier origen social puede llegar a ser presidente, seg¨²n reza el eslogan del sue?o americano. Y esto es as¨ª porque desde un comienzo Estados Unidos es el para¨ªso de la emigraci¨®n, dada su gran capacidad de acogida y asimilaci¨®n de sucesivas oleadas de inmigrantes procedentes de todos los puntos cardinales: primero escoceses e irlandeses, despu¨¦s germanos y escandinavos, luego polacos e italianos, m¨¢s tarde turcos y ¨¢rabes, y hoy por fin asi¨¢ticos e hispanos. Gentes heterog¨¦neas de cualquier raza y religi¨®n que, atra¨ªdos por el im¨¢n de la Estatua de la Libertad (como el armenio protagonista del filme de Kazan Am¨¦rica, Am¨¦rica), comienzan trabajando en la base de la pir¨¢mide laboral para ir ascendiendo socialmente generaci¨®n tras generaci¨®n, hasta integrar-se en las amplias clases medias con lo que dejan libre un hueco vac¨ªo al pie de la escala social que pronto es rellenado por nuevas oleadas de inmigrantes for¨¢neos.
Es el conocido melting pot, caracter¨ªstico de una sociedad abierta donde todos pueden integrarse a trav¨¦s del mercado de trabajo con amplia igualdad de oportunidades, elevada movilidad social y altos niveles de exogamia (matrimonios mixtos): variable esta ¨²ltima que act¨²a como el mejor test de integraci¨®n social en el american way of life. Pero no sin excepciones, pues hay dos grupos ¨¦tnicos excluidos de este para¨ªso de la inmigraci¨®n: son los nativos aut¨®ctonos, demogr¨¢ficamente irrelevantes a causa del genocidio que padecieron, y los afroamericanos descendientes de esclavos, que no llegaron como emigrantes libres sino como trabajadores forzosos. Y esa lacra hist¨®rica heredada de la esclavitud no ha sido superada todav¨ªa, perviviendo intacta en la memoria colectiva. De ah¨ª la persistencia de una latente segregaci¨®n racial que encierra a los afroamericanos en sus ghettos endog¨¢micos, sin que haya podido ser corregida por unas pol¨ªticas de integraci¨®n escolar en gran medida fallidas a causa de la segregaci¨®n residencial y matrimonial, como prueba la ausencia de exogamia.
?Podr¨¢ Barack Obama romper este muro endog¨¢mico cruzando la barrera de la segregaci¨®n racial? Es posible que lo consiga, pues en su persona coinciden dos caracter¨ªsticas extraordinarias que no se dan en los dem¨¢s afroamericanos. Ante todo, ¨¦l s¨ª es fruto de la exogamia, pues procede de un matrimonio mixto entre mujer blanca y var¨®n negro. Y adem¨¢s, no es descendiente de esclavos, pues su padre fue un africano (keniano) que emigr¨® libremente a Estados Unidos. De ah¨ª que est¨¦ en las mejores condiciones para cumplir por fin el sue?o americano, superando la ¨²ltima frontera racial heredada de la esclavitud para unir a todos los estadounidenses de cualquier color en una sola comunidad c¨ªvica, tal como ¨¦l mismo reclam¨® en su discurso de ruptura con el racista reverendo Wright. Pero para eso habr¨¢ de lograr que la mayor¨ªa de sus conciudadanos tanto negros como blancos le conduzcan en volandas desde la caba?a del t¨ªo Tom hasta la Casa Blanca.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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