'Potemkim', un cl¨¢sico sobre el derecho a rebelarse
Ma?ana, con EL PA?S, por 9,95 euros, 'El acorazado Potemkin'
No s¨¦ ustedes, pero yo sigo estando a favor de los marineros del acorazado Potemkin, aquellos que se amotinaron contra los oficiales zaristas que pretend¨ªan hacerles comer un rancho agusanado. Y no digo esto por simpat¨ªa con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que nunca la he tenido. A diferencia de ese histri¨®nico radiopredicador de la Cope, que en su juventud fue leninista de izquierdas y hoy es leninista de derechas, siempre he preferido lo libertario a lo bolchevique. Creo que la gente tiene derecho a rebelarse contra la tiran¨ªa y la injusticia, y de ah¨ª proviene mi simpat¨ªa por el mot¨ªn del Potemkin.
A partir de este suceso hist¨®rico, ocurrido en el puerto de Odessa en 1905, el cineasta ruso Sergu¨¦i M. Eisenstein dirigi¨® en 1925 El acorazado Potemkin. Y el hecho de que esta pel¨ªcula sirviera a las necesidades propagand¨ªsticas de la entonces reci¨¦n nacida Uni¨®n Sovi¨¦tica no impide que sea la mejor del cine mudo y una de las cinco o diez mejores de la historia del s¨¦ptimo arte.
Si con El nacimiento de una naci¨®n Griffith sac¨® al cine de la barraca de feria, Eisenstein sent¨® las bases de su ortograf¨ªa y su gram¨¢tica con El acorazado Potemkin (Orson Welles completar¨ªa la faena con Ciudadano Kane). El director ruso, un aut¨¦ntico genio creativo, invent¨® un lenguaje art¨ªstico. En Potemkim hay muchas cosas que no exist¨ªan hasta entonces: variedad de planos, travellings, m¨²ltiples lentes, focos y ¨¢ngulos, manejo del ritmo, repetici¨®n de im¨¢genes como elemento recordatorio... Y sobre todo, con este filme nace el montaje. No la mera ligaz¨®n lineal de im¨¢genes o secuencias, sino el montaje como instrumento narrativo para la transmisi¨®n de sentimientos e ideas.
Las novedades de esta pel¨ªcula son incontables. Eisenstein rod¨® tanto en estudios como en escenarios naturales y emple¨® tanto actores profesionales como a gente de la calle, consiguiendo as¨ª un aire de documental y anticip¨¢ndose al neorrealismo italiano de Rossellini, Visconti y De Sica. Y, por supuesto, Eisenstein dirigi¨® en Potemkin una de las escenas m¨¢s famosas de la historia del cine: la de las escaleras de Odessa. Cuando el pueblo sale a la calle en solidaridad con los marineros amotinados, las autoridades zaristas sueltan a los cosacos, que disparan a bocajarro contra la muchedumbre. Entre las v¨ªctimas, hay una madre que paseaba a su beb¨¦ en un cochecito; ella cae y el cochecito rueda escaleras abajo con una angustiosa lentitud.
Francis Ford Coppola, Brian de Palma, George Lucas y otros directores siguen rindiendo homenajes a esta escena, cuya potencia emocional es tan enorme que a¨²n hoy la derecha sigue negando la veracidad hist¨®rica de la matanza de las escaleras de Odessa. No s¨¦ si estos negacionistas tienen o no raz¨®n, pero estoy seguro de que el zarismo era capaz de tropel¨ªas semejantes. Ya ven, a diferencia del radiopredicador y sus semejantes, estoy por igual contra los zares y contra Stalin.
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