Banderas en los bares, cines vac¨ªos
El partido agrupa a los hinchas frente a miles de pantallas de televisi¨®n
Por la Gran V¨ªa, el restaurante que ayer no ten¨ªa una pantalla de televisi¨®n se mor¨ªa del asco. Y el que la ten¨ªa no daba abasto. Los que ofrec¨ªan otro tipo de espect¨¢culos, o sea, los cines o los teatros, hicieron mala taquilla, a excepci¨®n del teatro Movistar, que asegur¨® que estaba al 90% de su capacidad. "Hay much¨ªsima menos gente", protestaba a la hora del partido uno de los taquilleros de los cines Ideal, que rabiaba por no poder verlo. Pero para enterarse ten¨ªa al vigilante de la sala. "Vamos cero a cero", dec¨ªa el hombre, con la radio pegada a la oreja.
Fuera, en la churrer¨ªa de la plaza de Jacinto Benavente, los trabajadores estaban en el tranco, escuchando la radio a todo trapo. Dentro no hab¨ªa un alma.
"Vamos cero a cero", se informaba a los espectadores en una sala de cine
Hasta en el silencio de un 'cibercaf¨¦' se o¨ªa corear el tercer gol de Espa?a
El f¨²tbol congel¨® el movimiento habitual de la ciudad; urgencias vac¨ªas (por ejemplo, en la Paz durante el partido se atendieron 10 pacientes), cines y teatros a medio gas y las terrazas del centro ¨²nicamente ocupadas por turistas extranjeros ajenos a todo. La fotograf¨ªa que devolv¨ªa la metr¨®poli al atardecer era de un letargo roto por tres gritos de gol.
Por la plaza corr¨ªa Mariana camino de su casa para pillar algo del partido. "?El gimnasio me sale muy caro como para no ir!", se justificaba. Lourdes paseaba tranquilamente. "El f¨²tbol me trae sin cuidado", dec¨ªa. Dos manzanas m¨¢s all¨¢, en la plaza de Santa Ana, las terrazas estaban a la mitad, y a los camareros hab¨ªa que buscarlos detr¨¢s de la barra, escondidos en una esquinita. Estaban abducidos por una mini televisi¨®n en blanco y negro, de las que ya no se encuentran en el mercado. "Yo soy filipino, ¨¦l argelino y este ecuatoriano. Y todos vamos con Espa?a", confesaban, sin apartar la vista de la tele. Y para momento m¨¢gico, en un bingo de Gran V¨ªa. Xavi acaba de marcar. Es el primer gol del partido. No se escapa ni un gritito asfixiado. La periodista se entera porque se lo dice uno de los empleados. Tras las puertas que separan el hall del bingo con la sala llena de lucecitas de las m¨¢quinas, hay unas 25 personas, relajadas, sentadas en sus mesas, a su vez apoyadas en la moqueta roja. S¨®lo de vez en cuando lanzan una miradita a alguna de pantallas que les rodean y dan el partido. La sala estaba ayer a una d¨¦cima parte de su capacidad. "Es el f¨²tbol, que nos tiene fritos", constataba un trabajador.
En Sol hab¨ªa m¨¢s ambiente. "This is the jamon Museum [esto es el museo del jam¨®n]
", dec¨ªa un extranjero a unos amigos. Y toda la plaza parec¨ªa entenderle, porque ayer de nueve a once sobre todo hab¨ªa extranjeros en la calle. Y algunos, italianos. "?Que pierda Espa?a!", gritaba Luca. No quer¨ªa saber ni siquiera c¨®mo iba el partido. Pero resultaba imposible no enterarse. Los quioscos, a¨²n abiertos, adem¨¢s de vender camisetas de Espa?a, apuntaban el resultado en cartones. Los bares y restaurantes ten¨ªan el volumen de las radios y televisiones tan alto que no hac¨ªa falta entrar para seguir la jornada. Los vendedores de rosas, adem¨¢s de vender banderas de Espa?a, informaban del resultado. Hasta en un ciber se o¨ªa chillar a Manolo Lama gritar el tercer gol de la noche. Resultaba imposible escapar del Espa?a-Rusia.
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