Los beneficios del redondel
El artista reconoce en los trazos de sus dibujos una abstracci¨®n de la realidad filtrada por la propia subjetividad que dan determinados patrones a sus l¨ªneas, lo que algunos denominan un estilo. El estilo conlleva a menudo una intensidad, una entrega, pero tambi¨¦n puede entenderse como una rutina m¨¢s all¨¢ de la voluntad, que se desarrolla a trav¨¦s de patrones recurrentes que vienen a uno sin necesidad de copiar la realidad ni especial intensidad. El estado mental que propicia que los trazos se liberen tanto de la realidad f¨ªsica como de la intensidad de la proyecci¨®n en ella conduce al garabato, dibujo distra¨ªdo, autom¨¢tico en gran parte, que permite trasladar la atenci¨®n a otro tema, como es una conversaci¨®n telef¨®nica (o dejarla en suspenso). Sin af¨¢n representativo alguno, a menudo se desarrolla como una iteraci¨®n de bucles, la figura carente de accidentes que permite el m¨ªnimo esfuerzo de la mano, una rotaci¨®n que se desplaza por el campo del papel (o el post-it, o la hoja del cuaderno, o el rinc¨®n en blanco del peri¨®dico) cubri¨¦ndolo, creando un continuum en el que generalmente se evitan tensiones, densificaciones, c¨²mulos, tratando la mano m¨¢s bien de extender los beneficios del redondel al conjunto del campo disponible. Al igual que el redondel es simple y complejo al mismo tiempo, existe una conexi¨®n tambi¨¦n sencilla y compleja entre el redondel como forma seminal y el campo construido por iteraci¨®n. Muchos artistas han trabajado y trabajan sobre este tema atra¨ªdos por esta duplicidad de car¨¢cter. Desde Klee y Picasso a Pollock o T¨¤pies, el siglo XX ha visto surgir una verdadera eclosi¨®n de garabatos ascendidos a pintura, igual que en el terreno de la arquitectura el croquis pas¨® a ser mostrado p¨²blicamente como instrumento esencial del arquitecto (Le Corbusier, Aalto o Siza ser¨ªan representativos). Pero casi siempre para el arquitecto el esbozo de sus ideas ha sido una forma m¨¢s equivalente al apunte art¨ªstico, una primera representaci¨®n de la realidad a construir, realizada a trav¨¦s de una cierta intensidad, que hasta hace poco llam¨¢bamos inspiraci¨®n sin avergonzarnos (al ¨²ltimo que o¨ª hablar de la inspiraci¨®n de las musas sin pesta?ear fue a Richard Rorty, el fil¨®sofo pragmatista, frente a una audiencia de arquitectos que se qued¨® at¨®nita). La aparici¨®n de garabatos como tales, presentados y entendidos como figuras seminales de la arquitectura, o verdaderas arquitecturas, puede fecharse en la eclosi¨®n expresionista del Berl¨ªn de principios de siglo: Mendelsohn, Bruno Taut y otros arquitectos de la "hermandad expresionista" llevaron el gesto de la mano a unos niveles de elaboraci¨®n arquitect¨®nica nunca antes alcanzado. Se buscaba tanto la expresi¨®n personal como un balance casi org¨¢nico entre complejidad y sencillez. El garabato tard¨ªo pero certero de J?rn Utzon en Sidney es seguramente el m¨¢s conocido y de mayor repercusi¨®n del siglo XX. Una gran metr¨®poli lo es en gran medida gracias a un garabato feliz. Hoy el gesto del garabato o del apunte instant¨¢neo, que daba toda su fuerza a quien se confiaba a ¨¦l y le otorgaba por as¨ª decirlo el derecho al estilo, adquiere una nueva dimensi¨®n combinado con t¨¦cnicas digitales, de la que Gehry ha sido el profeta anunciador. Sus intentos pueden entenderse como de transici¨®n entre dos mundos, el manual y el digital. Desde esta ¨²ltima perspectiva, un bucle ha pasado a ser el algoritmo de una "primitiva" simple que puede actualizarse formando sistemas complejos, con continuidades diferenciadas programables. ?Es la mano el ¨²nico ¨®rgano legitimado para construir garabatos? ?Es el garabato impermeable a la tecnolog¨ªa digital? ?Existe un garabato digital? -
I?aki ?balos (San Sebasti¨¢n, 1956) es arquitecto.
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