El congreso de la emancipaci¨®n
Desde que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar pudo designar a su sucesor por un acto de su lib¨¦rrima voluntad, muchas cosas han cambiado en el Partido Popular. Entre ellas, y de la misma manera que hab¨ªa ocurrido en el PSOE tras el fuerte liderazgo de Felipe Gonz¨¢lez, el crecimiento del poder de los dirigentes regionales sobre la estructura central del partido. Es, por lo dem¨¢s, una tendencia paralela al declive del poder del Estado ante las mayores competencias de las comunidades aut¨®nomas. Bajo la aparente centralizaci¨®n de decisiones durante liderazgos fuertes, lo que se estaba produciendo era el incremento de poder, dentro de cada partido, de los dirigentes territoriales.
Un resultado de esa tendencia es que las posiciones personales de poder en el aparato central son m¨¢s vulnerables que en las organizaciones regionales. Dicho de otro modo: el l¨ªder de un partido puede, si se lo propone, liquidar uno a uno a todos los miembros de una comisi¨®n ejecutiva, incluido el secretario general, que supuestamente controla la organizaci¨®n; pero nunca podr¨ªa, por m¨¢s que lo quisiera, liquidar al l¨ªder de una organizaci¨®n regional a no ser que cuente, dentro de ella, con gentes dispuestas a desbancarlo. Zapatero pudo segar la hierba bajo los pies de Maragall porque quien mov¨ªa los hilos era Montilla, pero no pudo obligar a Montilla a cumplir sus ¨®rdenes de no repetir la experiencia del tripartito.
El mayor peso de las organizaciones territoriales en la distribuci¨®n del poder es lo que no han tenido en cuenta los adversarios de Rajoy a la hora de montar su desacompasado ataque. Confiaron en que la presi¨®n de agentes externos al partido, muy singularmente de unos medios de comunicaci¨®n en obscena alianza con la Conferencia Episcopal, ser¨ªa suficiente para obligar a un presidente en horas bajas a desistir de su empe?o de volver a presentarse. Algunos dirigentes del partido, midiendo mal la eficacia de sus pasos, se sumaron a esa t¨¢ctica creyendo que su presidente no podr¨ªa resistir y entregar¨ªa el mando sin resistencia.
Para hacer frente a semejante ofensiva, Rajoy no se hizo fuerte en el aparato central, repleto de desleales ansiosos por abrirle cada lunes un boquete, sino que inici¨® una peregrinaci¨®n por las organizaciones territoriales. Lo que de verdad importaba era medir el apoyo de los barones regionales, que responden personalmente por toda su militancia y por todos sus cuadros. De su peregrinaje, regres¨® Rajoy con un capital acrecentado: los dirigentes regionales no quer¨ªan aventuras; no estaban dispuestos a que una de sus pares -de Madrid, por m¨¢s se?as- pescara a r¨ªo revuelto, ni hab¨ªa nada que pudiera ofrecerles un Costa que pasaba por all¨ª tarareando su ilusi¨®n.
Seguro de su triunfo, Rajoy ha tomado una decisi¨®n arriesgada en la formaci¨®n de la nueva ejecutiva: no s¨®lo no ha hecho nada por incorporar a los adversarios, sino que positivamente los ha dejado fuera. Si los cr¨ªticos esperaban que despu¨¦s de sus ataques iban a recibir un premio, se han llevado un chasco: Rajoy no piensa que es mejor tener al enemigo dentro. ?Por qu¨¦? Pues porque los cr¨ªticos no est¨¢n, por el momento, en condiciones de constituir una facci¨®n. Todos ellos son, parafraseando a la mal avenida pareja de dirigentes madrile?os, versos sueltos de un mal poema. ?D¨®nde iban a buscar un suelo sobre el que edificar una alternativa los Costa, Elorriaga, Ar¨ªstegui? ?Quiz¨¢ pensaron que una coalici¨®n de descontentos sin una amplia base territorial pod¨ªa constituirse en verdadera facci¨®n?
En un momento de crisis, s¨®lo una f¨®rmula puede soldar voluntades tan dispares y dislocadas: la aparici¨®n de un l¨ªder carism¨¢tico capaz de amarrar lealtades personales por encima de las fuertes ataduras org¨¢nicas. Es posible que algunos esperaran de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar esa funci¨®n, al modo m¨ªtico del retorno del mes¨ªas. Pero Aznar se complace, signo de desorientaci¨®n, en presentarse como una caricatura de s¨ª mismo. Su irrupci¨®n en el congreso, sus malos modos, sus muecas, su pelo, su obsesi¨®n con los ocho a?os, todo es caricaturesco, propio de un personaje que se inventa cada ma?ana en di¨¢logo con el espejito, espejito, dime si hay en el mundo...
Rajoy ha mostrado m¨¢s habilidad t¨¢ctica que sus enemigos: emancipado de la tutela de Aznar, sin ninguna deuda contra¨ªda con unos medios empe?ados en destruirle, con una comisi¨®n ejecutiva a su medida, se ha abierto una segunda oportunidad. El tiempo dir¨¢ si es capaz de administrarla y si la pol¨ªtica de exclusi¨®n de adversarios no conduce a la formaci¨®n de un partido dentro del partido que acabe dando al traste con los planes de su presidente. -
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