La luz de la crisis
Esperanza Aguirre no habr¨¢ tenido mucho tiempo este a?o, tan ajetreada en su partido, para reflexionar sobre el gobierno de Madrid. Ahora, con m¨¢s sosiego o con menos, le ha quedado tiempo para la tarea dom¨¦stica, ha cogido la escoba y se ha barrido de golpe dos consejer¨ªas. Dicen que barre mirando a la calle de G¨¦nova o moviendo la escoba en esa direcci¨®n para que no le vengan de all¨ª los malos polvos.
Pero ser¨ªa demasiado simplista considerar que la presidenta, entregada a la venganza por falta de cari?o, ha iniciado un ajuste de cuentas con los que tanto quer¨ªa.
Tal vez lo m¨¢s l¨®gico sea pensar que si es el momento de los cambios, del reconocimiento de los errores y del avance en su partido, resulta natural que la que m¨¢s quiere al PP haya optado por no quedarse atr¨¢s.
No hay nada como una crisis para, a pesar del aumento de las tarifas el¨¦ctricas, ver la luz
Sin embargo, su negada pero evidente disputa con Mariano Rajoy ha permitido sospechar a los de fuera que la presidenta del Gobierno regional de Madrid no quiere ser menos que el presidente de su partido y ha decidido que, como renovadora, nadie obtiene de ella una tonta resignaci¨®n.
A eso quiz¨¢ se deba su posible arrepentimiento por la actuaci¨®n de su Gobierno en el asunto de las sedaciones y su persecuci¨®n a algunos galenos, y en consecuencia, por eso y no por ninguna otra raz¨®n, ha decidido que Manuel Lamela se quede en compa?¨ªa de Rajoy y que con ella no venga.
Pero si Lamela figura en el retablo de Rajoy, y no est¨¢ en ¨¦l por voluntad de Aguirre, tampoco Rajoy ha mentido al decir que pretende integrar, tener con ¨¦l a todas las sensibilidades, ya que, representando Lamela a la facci¨®n m¨¢s integrista del Partido Popular, est¨¢ claro el esp¨ªritu del partido que resulta inalterable.
Es verdad que llegar a esta conclusi¨®n puede hacer suponer que tienen raz¨®n los que creen que el nuevo PP es s¨®lo una cuesti¨®n de formas y de imagen, aunque no ser¨ªa poco.
No obstante, tambi¨¦n es cierto que hay sensibilidades como la de Lamela que har¨ªan dif¨ªcil el cambio de voto de cualquier progresista para d¨¢rselo a Rajoy, tal como desea Rajoy que pase.
Esperanza Aguirre ha intentado quedarse con Juan Costa, tal vez porque quiere tener con ella un experto en negocios en tiempo de crisis, y si ha querido lo mismo con Manuel Pizarro, a¨²n a riesgo de repetir talentos, es porque no olvida que se trata de un candidato por Madrid con el que ella busc¨® votos para Rajoy mientras compraban cerezas en nuestros mercados.
En cualquier caso, los trasvases madrile?os de Comunidad a partido podr¨ªan tranquilizar a los que temen que el PP se les escore a la izquierda, ya que los que se van y los que se quedan no representan otra cosa que una unidad de principios en lo universal.
Y tampoco es verdad que cualquier marianista suponga renovaci¨®n del PP por el mero hecho de su adhesi¨®n al l¨ªder, o que la presidenta madrile?a sea la m¨¢s destacada representante de un PP agresivo que se ha quedado atr¨¢s.
Atendiendo a los hechos es evidente que la Telemadrid de Alberto Ruiz-Gallard¨®n dista mucho de ser la misma que la de Esperanza Aguirre, tan s¨®lo por recordar una huelga de d¨ªas pasados que nos dej¨® ayunos de la imparcialidad en la que esa televisi¨®n p¨²blica viene siendo ejemplar, pero nadie duda de que Francisco Camps, por ejemplo, gana a Aguirre con su esp¨ªritu de confrontaci¨®n en Valencia, donde si se habla de televisi¨®n auton¨®mica pervertida lo de Telemadrid es una broma.
Ella es la d¨ªscola y ¨¦l, el af¨ªn, pero no se trata de esp¨ªritus distintos.
Hay que celebrar, pues, que dos crisis, la econ¨®mica y la del PP, hayan iluminado los pasos de la presidenta hasta hacerla pasar de ahorrar en la sanidad p¨²blica, a cuyos hospitales no ha llegado a¨²n el nuevo PP, para meter en la hucha de los madrile?os los sueldos de unos altos cargos que al parecer no se necesitaban.
Se ignora, eso s¨ª, si las reducciones en las n¨®minas con plus alcanzar¨¢n o no a los que habiendo perdido el empleo en la Administraci¨®n central por unas elecciones perdidas fueron acogidos en la Administraci¨®n auton¨®mica madrile?a.
Pero ahora s¨ª que es probable que los madrile?os, habiendo entendido ya que sosten¨ªan departamentos in¨²tiles, pidan explicaciones a su presidenta por lo que habr¨¢ supuesto un despilfarro.
Porque pase que en un primer mandato incurriera en normales imprevisiones que la llevaran a crear departamentos insustanciales; sin embargo, es m¨¢s dif¨ªcil de justificar que lo hiciera en su reelecci¨®n y que al constituir ese nuevo Gobierno, lo viera como un Ejecutivo de largo aliento.
No hay nada como una crisis para, a pesar del aumento de las tarifas el¨¦ctricas, ver la luz. Y si, como en este caso, son dos crisis, mejor.
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