Simplismo emocional
Si en una pel¨ªcula de ficci¨®n basada en hechos hist¨®ricos, las im¨¢genes m¨¢s potentes, emocionantes y desoladoras de todo el metraje las proporcionan los espor¨¢dicos momentos en los que se ofrecen documentos de archivo filmados durante la ¨¦poca, es que algo no acaba de cuadrar. Frente al cart¨®n piedra hist¨®rico, sentimental y pol¨ªtico de Oh, Jerusal¨¦n, versi¨®n cinematogr¨¢fica de la vendid¨ªsima novela de Dominique Lapierre y Larry Collins, los verdaderos rostros ajados de la contienda entre israel¨ªes y palestinos, filmados por documentalistas de los a?os cuarenta, ponen a¨²n m¨¢s de manifiesto la levedad de una pel¨ªcula con todas las hechuras de las coproducciones internacionales carentes de identidad, carisma y capacidad de riesgo, ancladas en el academicismo rampl¨®n y en la falta de trascendencia.
OH, JERUSAL?N
Direcci¨®n: Elie Chouraqui.
Int¨¦rpretes: J. J. Feild, Sa?d Taghmaoui, Maria Papas, Patrick Bruel.
G¨¦nero: drama b¨¦lico. Francia, Reino Unido, Italia, Israel, EE UU, 2006.
Duraci¨®n: 100 minutos.
Para trasladar a la pantalla un novel¨®n de 500 p¨¢ginas como el de Lapierre y Collins, y dejarlo en apenas cien minutos de metraje, hay que dividir el tiempo de forma certera entre las microhistorias sentimentales de amor, amistad y odio de sus protagonistas, la macrohistoria pol¨ªtica de los gobernantes, altos cargos e instituciones internacionales, y la organizaci¨®n y desarrollo puramente b¨¦lico que va desde el atentado contra el hotel Rey David, sede del mandato militar brit¨¢nico, en 1946, hasta el primer alto el fuego entre ambos contendientes, en junio de 1948. Lamentablemente, el franc¨¦s Elie Chou-raqui, con experiencia en el cine b¨¦lico tras la irregular Las flores de Harrison, se apunta al sentimentalismo bienintencionado para p¨²blicos poco exigentes; a la demagogia, el simplismo y la caricaturizaci¨®n del semblante de sus figuras hist¨®ricas (Ben Guri¨®n, principalmente), y se equivoca al dedicar demasiado espacio a la tralla pura y dura, sobre todo teniendo en cuenta que no estamos ante una superproducci¨®n, por lo que la modestia de su factura acaba echando por tierra buena parte de sus secuencias de guerra.
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