La err¨¢tica pol¨ªtica exterior de Zapatero
La notable recepci¨®n ofrecida recientemente por la sociedad pol¨ªtica espa?ola al presidente mexicano, Felipe Calder¨®n, encierra varias explicaciones y abre tambi¨¦n varias interrogantes sobre la postura del Gobierno socialista hacia Am¨¦rica Latina. Desde 1977, todos los presidentes de M¨¦xico han visitado Madrid (y muchas otras ciudades o pueblos del reino), y todos han sido objeto de cortes¨ªa, admiraci¨®n e incluso adulaci¨®n por parte de sus anfitriones (L¨®pez Portillo con el Rey, Carlos Salinas con Felipe Gonz¨¢lez, Vicente Fox con Aznar), pero tambi¨¦n por los medios, el ?Hola!, la clase pol¨ªtica y el empresariado. No cabe duda, sin embargo, de que Felipe Calder¨®n fue objeto de deferencias, atenciones y ovaciones un grado por arriba de lo acostumbrado, que, insisto, siempre ha sido mucho.
Se echa en falta una mayor implicaci¨®n pol¨ªtica espa?ola en Am¨¦rica Latina
Espa?a debe desempe?ar un papel central en la transici¨®n cubana
Los motivos de ese plus pueden ser varios. Calder¨®n ha recibido una cobertura en general positiva por parte de la prensa espa?ola durante el primer a?o y medio de su Gobierno, sobre todo en lo tocante a la guerra contra el narcotr¨¢fico; ha ca¨ªdo en general muy mal en Espa?a la obcecaci¨®n de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador y de la izquierda mexicana en no reconocer su derrota de 2006 (recu¨¦rdense al respecto las duras palabras de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero de visita a M¨¦xico en 2007); algunas de las m¨¢s grandes empresas espa?olas obtienen una parte cada d¨ªa mayor de sus utilidades en M¨¦xico, y Calder¨®n ha sabido conservar la tradicional amistad de su partido con el PP, concili¨¢ndolo con una creciente cercan¨ªa con el Gobierno del PSOE.
Pero quiz¨¢s haya una raz¨®n adicional. El Gobierno socialista y su partido pueden ser criticados -y lo han sido, dentro y fuera de Espa?a- por su pol¨ªtica latinoamericana. Primero, ha sido cuestionada por omisa: La Moncloa, desde 2004, se ha interesado menos por la regi¨®n que bajo Aznar, y, sobre todo, que cuando la ocupaba Gonz¨¢lez. Es cierto que se podr¨ªa decir lo mismo de la actuaci¨®n del Gobierno de Zapatero en el ¨¢mbito internacional en su conjunto, y que la regi¨®n iberoamericana ha perdido una parte de su relevancia mundial de anta?o. Pero el perfil de Espa?a s¨ª parece m¨¢s bajo, para bien o para mal (en mi opini¨®n, para mal).
En segundo lugar, y de manera m¨¢s significativa, a dicha pol¨ªtica se le ha reprochado el acercarse en exceso e indistintamente a los reg¨ªmenes de izquierda de Am¨¦rica Latina: con La Habana, igual que con Santiago de Chile; con Ch¨¢vez, igual que con Lula; con Evo Morales, igual que con Tabar¨¦ V¨¢zquez, sin tomar distancias frente a desempe?os preocupantes de algunos Gobiernos en materia de derechos humanos y democracia. El estallido de Juan Carlos I contra Ch¨¢vezen Chile, generado por las constantes interrupciones y provocaciones del venezolano y del presidente de Nicaragua ante la posiblemente tard¨ªa respuesta de Zapatero en la Cumbre Iberoamericana, fue sintom¨¢tico: no es psicolog¨ªa de banqueta suponer que provino de una exasperaci¨®n largamente contenida. Guardar silencio durante ya casi cinco a?os -que abarcaron, entre otras cosas, el episodio de la venta fallida de aviones a Caracas- frente a excesos verbales, econ¨®micos y pol¨ªticos de Ch¨¢vez no result¨® ser el mejor camino. Seguir poniendo la otra mejilla espa?ola s¨®lo va a enrojecer ambas.
El Gobierno del PSOE alz¨® varias banderas adicionales no desprovistas de controversia en Europa y Am¨¦rica Latina. Es cierto que la pol¨ªtica de la UE de sanciones contra Cuba a partir del encarcelamiento de un gran n¨²mero de presos pol¨ªticos en 2003 no ha funcionado, de la misma manera que el embargo norteamericano ha fracasado una y otra vez. Y nadie puede negar que, a la luz de su historia y sus intereses econ¨®micos, Espa?a debe desempe?ar un papel central en la hipot¨¦tica transici¨®n cubana. Pero volverse el adalid de la normalizaci¨®n con los Castro a cambio de nada entra?a un peligro: recrear, por en¨¦sima vez, una excepci¨®n cubana, y socavar los instrumentos jur¨ªdicos e internacionales (incluyendo, por cierto, las cl¨¢usulas democr¨¢ticas de los Acuerdos de Cooperaci¨®n Econ¨®mica de la UE con M¨¦xico y Chile) construidos a lo largo de los a?os por Am¨¦rica Latina para protegerse de los demonios autoritarios que la habitan desde tiempos inmemoriales. Cuando acontezca el pr¨®ximo derrocamiento de un Gobierno latinoamericano (y ser¨¢ de izquierda), los golpistas del siglo XXI podr¨¢n invocar la excepci¨®n cubana para desde?ar el repudio de la comunidad regional e internacional.
Asimismo, en la crisis diplom¨¢tica surgida entre Venezuela y Ecuador, por un lado, y Colombia, por el otro, a ra¨ªz de la incursi¨®n militar colombiana y de la captura de los ordenadores de Ra¨²l Reyes, Madrid ha brillado por su ausencia (aunque no este diario, cuyos reportajes sobre el contenido de los archivos electr¨®nicos han resultado espectaculares). Y ante las repetidas embestidas de Evo Morales y de los Kirchner contra empresas espa?olas, francesas, brasile?as y de otros pa¨ªses, la respuesta ib¨¦rica se antoja prudente al extremo. Prudencia que, inmersa en este conjunto de posturas, reviste muchas ventajas, pero costos tambi¨¦n: hay quienes, en Espa?a, en Europa, en Am¨¦rica Latina, no comparten la estrategia que la inspira.
Si sumamos a esto que la canciller¨ªa espa?ola sab¨ªa bien, antes de la llegada de Felipe Calder¨®n, que se hallaba en puerta la reuni¨®n del Consejo de Ministros de Exteriores en Bruselas, donde Madrid insistir¨ªa -esta vez con ¨¦xito- en suspender las sanciones al r¨¦gimen cubano, quiz¨¢s vislumbramos una raz¨®n adicional para el cari?o tan manifiesto hacia el mexicano. Tal vez Rodr¨ªguez Zapatero busc¨® demostrarle a sus cr¨ªticos internos y externos, europeos y americanos (del sur y del norte), que no s¨®lo es amigo de Ra¨²l y de Ch¨¢vez, sino tambi¨¦n del Gobierno de centro-derecha m¨¢s importante de Am¨¦rica Latina, del pa¨ªs hispano-americano m¨¢s grande e influyente, del presidente joven y audaz, junto con ?lvaro Uribe, m¨¢s en boga de la regi¨®n.
Si se trat¨® s¨®lo de un gesto, la acogida a Calder¨®n no revestir¨¢ mayor importancia que la de haberle brindado un muy necesario y merecido apoyo al acosado y acotado mandatario mexicano. Si en cambio nos encontramos frente a una rectificaci¨®n de fondo, bienvenida sea. Los que atestiguamos la participaci¨®n de Espa?a en la lucha contra las dictaduras latinoamericanas y la intervenci¨®n de Estados Unidos en las guerras centroamericanas durante los a?os ochenta, y el apoyo espa?ol a las transiciones democr¨¢ticas de la regi¨®n durante los noventa, no podemos m¨¢s que extra?ar la presencia espa?ola en nuestra tierra. Hoy, a la mitad de la batalla ideol¨®gica en curso, entre las dos grandes corrientes que aspiran a llevar a Iberoam¨¦rica a la modernidad -una, de izquierda dura, estatista, anti-imperialista, imbuida de tentaciones autoritarias, populista; la otra, de centro-izquierda o centro-derecha, globalizada, democr¨¢tica, pro-mercado y moderada-, Espa?a debe figurar, su sociedad y Gobierno deben contar, su prestigio y su experiencia deben influir.
Jorge Casta?eda, ex secretario de Relaciones Exteriores de M¨¦xico, es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York.
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