Canciones confiscadas
Carlos Mej¨ªa Godoy, el m¨¢s c¨¦lebre de los cantautores nicarag¨¹enses, ha decidido prohibir que sus canciones sirvan a la propaganda oficial en los actos p¨²blicos del Gobierno que presiden Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, y ha dirigido una carta a esta ¨²ltima donde hace valer esta prohibici¨®n al amparo de sus derechos legales, que se hallan bajo la custodia de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) de Espa?a.
Sus razones son simples, y as¨ª dice: "En el contexto dram¨¢tico que vive nuestro pueblo, amenazado nuevamente con otra dictadura familiar, r¨¦plica s¨®rdida de la tiran¨ªa de los Somoza, no puedo permitir que las canciones, inspiradas precisamente en el sacrificio e inmolaci¨®n de miles de hermanos nicarag¨¹enses, sirvan de fondo musical, para continuar -desde las tarimas enfloradas- la tragicomedia m¨¢s vergonzosa de los ¨²ltimos a?os".
Los muertos por aquella causa despertar¨ªan hoy asombrados de lo que es el nuevo escenario de poder, todo lo contrario de lo que aquellas canciones exaltan
No puede haber otra ofensa m¨¢s grave para el matrimonio Ortega, due?o absoluto del poder, que el cantor mismo de la revoluci¨®n les niegue su m¨²sica, y al mismo tiempo les niegue la condici¨®n de revolucionarios que cada d¨ªa proclaman en sus dilatados discursos. Y ha sido claro en decir que no quiere dinero, porque su m¨²sica no est¨¢ en venta para propaganda oficial. Solamente quiere que no se use.
Y entonces, una tempestad de vituperios se ha desatado en su contra en los medios de comunicaci¨®n bajo control del Gobierno, y se repiten las acusaciones de treinta a?os atr¨¢s de los voceros de la dictadura de Somoza, cuando las creaciones de Carlos abr¨ªan el camino de la insurrecci¨®n popular, la de plagiario la de menor tama?o. Y hay quienes exigen que su m¨²sica sea expropiada por v¨ªa de un decreto presidencial, como si se tratara de una hacienda de ganado, de un banco, o de una f¨¢brica de productos l¨¢cteos.
Las respuestas de arriba, envueltas en edulcorada cursiler¨ªa, no esconden la justificaci¨®n a la atrocidad de demandar la confiscaci¨®n de la obra art¨ªstica del compositor, formada por m¨¢s de doscientas canciones; as¨ª se lee en un escrito de unos de los allegados del matrimonio Ortega, el comandante Tom¨¢s Borge, antiguo ministro del Interior: "Es mi opini¨®n que la formalidad legal, la cual puede dar origen a una demanda -respaldada por la sociedad de autores espa?oles- no debe obligarnos a renunciar a esa obra que, qui¨¦rase o no, pertenece a la sangre de los ca¨ªdos, tan respetada por los centenares de miles de nicarag¨¹enses integrantes del FSLN, a quienes se les pretende callar y olvidarse de esas canciones revolucionarias".
Esta vieja concepci¨®n atrabiliaria, de que los creadores individuales no son due?os del fruto de su talento, sino que lo es el pueblo que inspir¨® con sus gestas al artista (y aqu¨ª debe leerse por pueblo un partido pol¨ªtico), parecer¨ªa inofensiva hoy en d¨ªa, cuando los partidos ¨²nicos, due?os del pensamiento ¨²nico, han venido siendo despojados en todas partes de sus viejas majestades.
Pero no en Nicaragua, donde la historia parece retroceder a los oscuros ¨¢mbitos del monopolio del poder que tambi¨¦n quiere imponerse sobre las mentes, sobre la manera de sentir y de pensar, y sobre la imaginaci¨®n. La se?ora Murillo no deja dudas de esa voluntad que quiere dominarlo todo, cuando dice, al referirse a la demanda de Carlos: "En la vida hay cosas que no nos pertenecen personalmente. Que no tienen due?o. Que no son de propiedad, ni particular ni privada. Los muertos, por ejemplo. La esperanza colectiva, la creaci¨®n colectiva, el dolor colectivo. Los triunfos colectivos".
El viejo peso de lo colectivo. Y en la inmovilidad hist¨®rica que el poder total demanda, todo se congela. Los muertos, por ejemplo, que de esta manera tambi¨¦n resultan confiscados. La gesta de la revoluci¨®n que mi generaci¨®n hizo parti¨® de la honda convicci¨®n en unos valores ¨¦ticos que representaban el desapego a los bienes materiales, la solidaridad ilimitada con los dem¨¢s, y un sentimiento de compasi¨®n por los m¨¢s humildes, para crear un mundo diferente, de justicia y equidad. Y todo eso hac¨ªa que la vida propia no fuera sino un instrumento para conseguir ese nuevo mundo, con lo que a la hora del triunfo sobre la dictadura de Somoza, quienes llegaron a las tribunas fueron sobrevivientes, convencidos de que nunca terminar¨ªan de pagar su deuda con los muertos.
Pero hoy, los papeles se han trocado de manera dram¨¢tica, y de aquella gesta, que es la que precisamente Carlos Mej¨ªa Godoy ilumina en sus canciones, s¨®lo quedan las bambalinas y los telones desgarrados, el escenario comido por la polilla. Los muertos que fueron a morir por aquella causa despertar¨ªan hoy asombrados de lo que es el nuevo escenario de poder, que representa todo lo contrario de lo que aquellas canciones exaltan. Y sobre esas canciones, lo que se quiere imponer es el viejo sello ya sin tinta de lo colectivo: esperanza colectiva, creaci¨®n colectiva, dolor colectivo, triunfo colectivo, toda una fantasmagor¨ªa que se agita en contorsiones pat¨¦ticas, desprovistas sus figuras de sustancia, y de sentido ¨¦tico. Es otra vez la ¨¦pica de los h¨¦roes convertida en comedia de esperpentos, y que si en alg¨²n lugar permanece ¨ªntegra es en la m¨²sica de Mej¨ªa Godoy.
Este concepto de que el pueblo, visto como una totalidad un¨¢nime en la abstracci¨®n, se encarna en el partido total, lo dice sin ocultamientos la se?ora Murillo: "El canto de Carlos, a pesar de ¨¦l mismo, seguir¨¢ siendo del Frente. Del Frente Sandinista que hizo la Revoluci¨®n, y que desde esa lucha m¨ªtica, los inspir¨® y dict¨®. Del Frente Sandinista, que seguir¨¢, adem¨¢s, revolucionando la historia". Razones m¨¢s que suficientes para confiscar el patrimonio creativo de un artista, en nombre de un partido al que se le da el papel imposible de due?o de la historia, y el m¨¢s imposible a¨²n de seguirla revolucionando.
Sergio Ram¨ªrez (Masatepe, Nicaragua, 1942) ha publicado recientemente Cuando todos hablamos (Alfaguara), que re¨²ne las anotaciones de su bit¨¢cora (www.sergioramirez.com y www.elboomeran.com), y Adi¨®s muchachos (Alfaguara). En 1998 obtuvo el I Premio Alfaguara de Novela por Margarita, est¨¢ linda la mar. Fue vicepresidente del Gobierno de Nicaragua en los a?os ochenta.
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