Placeres y principios
Narrativa. Es el momento de la canonizaci¨®n del papa Gregorio XVII, que en el Chicago gansteril de 1925 cur¨® milagrosamente a un ni?o con meningitis. Ha pasado cerca de medio siglo, pero un testigo recuerda el hecho prodigioso: el famoso novelista homosexual Kenneth Toomey, que adem¨¢s fue concu?ado del Papa. Aunque "los escritores tienen problemas para distinguir lo que pas¨® de verdad y lo que imaginan que pas¨®", Toomey empieza a recordar el 23 de junio de 1971, cuando en Malta, a la hora en que est¨¢ en la cama con su amante, lo visita el arzobispo para pedirle su testimonio del milagro. Y Toomey cuenta la historia del siglo XX, a trav¨¦s de Europa, Am¨¦rica, ?frica, Asia y Ocean¨ªa, y su vida de risa y temblor, y la oblicua biograf¨ªa del sacerdote Carlo Campanati, elevado al trono de Pedro a la muerte de P¨ªo XII, en 1958. Esto es Poderes terrenales (Earthly powers, 1980), la novela monumental de Anthony Burgess.
Poderes terrenales
Anthony Burgess
Pr¨®logo de Rodrigo Fres¨¢n
Traducci¨®n de J. M. ?lvarez Fl¨®rez
El Aleph. Barcelona, 2008
1.002 p¨¢ginas. 26,90 euros
El ingl¨¦s Burgess (1917-1993) fue un caso de abundancia verbal e imaginativa. Lleg¨® a inventar una lengua muda para los prehist¨®ricos de la pel¨ªcula En busca del fuego, y el nadsat, idioma que hablan los j¨®venes crueles de La naranja mec¨¢nica, mixto de angloamericano y ruso. El nadsat le dio a Burgess la satisfacci¨®n de ser considerado un esp¨ªa por alg¨²n obseso que vio claves secretas en sus acu?aciones ling¨¹¨ªsticas, a la manera en que, hacia 1950, hubo denuncias de que el arte abstracto ofrec¨ªa mapas cifrados de las instalaciones militares americanas. Burgess ha recibido despu¨¦s de muerto m¨¢s acusaciones: impotente, infernalmente vanidoso, plagiario pol¨ªglota. Enrique Vila-Matas record¨® una vez con afecto a un Burgess bebido que compraba en Barcelona el Quijote en catal¨¢n. Sinti¨® el placer musical de las palabras, padeci¨® una especie de logolatr¨ªa o logoman¨ªa. Public¨® m¨¢s de treinta novelas con h¨¦roes exagerados como Cristo, Napole¨®n, Freud o Trotski. Fue m¨²sico. Tradujo y escribi¨® para los peri¨®dicos, el cine y el escenario en una fiebre de productividad verborreica. Sus rese?as formaron un volumen titulado Homenaje a Qwert Yuiop, celebraci¨®n de la primera fila de letras de la m¨¢quina de escribir. Entendi¨® que, si nuestra vida es un soplo entre dos eternidades de ociosidad, hay que pasarla trabajando. Nabokov hubiera hablado de un resquicio de luz entre dos eternidades de tinieblas. "Cat¨®lico retr¨®grado" lo llam¨® el historiador de ciencia-ficci¨®n David Pringle.
Tuvo dos esposas, Linne y Liana, e invent¨® un planeta, Linx, amenaza para la existencia de la Tierra. Sigue siendo un escritor que provoca inquietud ling¨¹¨ªstica e ideol¨®gica, y se entreg¨®, inquieto consigo mismo, a incansables cambios de estilo y g¨¦nero, de la ciencia-ficci¨®n a la f¨¢bula autobiogr¨¢fica. Probablemente sea el autor del cuento de ciencia-ficci¨®n m¨¢s breve: "Aquella ma?ana el sol sali¨® por el este". Ide¨® un c¨®ctel funesto: Hangman's Blood, Sangre de Verdugo, mezcla en un vaso de pinta de dosis iguales de ginebra, ron, whisky, brandy y oporto, m¨¢s cerveza negra que cubra la suma de las cinco medidas, m¨¢s un dedo menos de champ¨¢n que de cerveza. Semejante brebaje le cost¨® a Toomey una noche de sexo brutal con marineros belicosos en Niza. Fue la v¨ªspera del eclipse de sol del 29 de marzo de 1919, predicho por Einstein, o eso recuerda el novelista jubilado, de 81 a?os, de Poderes terrenales. Toomey, amigo de genios y eminencias, se reconoce amoral, an¨¢rquico, agn¨®stico y racionalista, adem¨¢s de ap¨®stata. Seg¨²n la cr¨ªtica, es un escritor c¨ªnico, poco dado a sentimientos profundos o pensamientos elevados, defectos que tambi¨¦n le reconoc¨ªan a Burgess los rese?adores, aunque Burgess ni siquiera ten¨ªa el m¨¦rito de ser pariente de un Papa difunto. Ese Papa fue Carlo Campanati, gordo exorcista que lucha con el demonio a bastonazos, amigo de la botella y la baraja al servicio de Dios, pues supo convertir sus principios en placeres. Elegido Sumo Pont¨ªfice el mismo d¨ªa en que lo fue Juan XXIII en otro mundo paralelo, Gregorio XVII entr¨® en la leyenda vaticana como reformista ecum¨¦nico y, adelant¨¢ndose al futuro, viajero por Am¨¦rica y Rusia. Lleg¨® a dudar del pecado original, que, siendo hereditario, negar¨ªa el libre albedr¨ªo, y su vida nos invita a meditar sobre la religiosidad como semilla de cr¨ªmenes. El vodevil acaba produciendo piedad y temor: es humor travestido de tragedia, o al rev¨¦s.
As¨ª como Campanati podr¨ªa ser el reflejo deformado de un Papa real, Toomey ser¨ªa un destilado de Somerset Maugham, No?l Coward y el propio Burgess, seg¨²n el pr¨®logo ¨²til y ¨®ptimo de Rodrigo Fres¨¢n. Poderes terrenales abunda en criaturas reales: Rilke llora en una cervecer¨ªa de Trieste; Keynes gu¨ªa a Toomey por Par¨ªs a la compra de pintores contempor¨¢neos baratos; Hemingway presume de un imposible encuentro amoroso con Mata Hari. Toomey cuenta historias compulsivamente, incluidos los argumentos de sus obras y las novelas de Jakob Strehler, Nobel de 1935, a?o en que el premio qued¨® desierto en el otro mundo, es decir, en el nuestro. Quiz¨¢ la mejor aventura sea su descubrimiento de la homosexualidad y su renuncia a la fe cat¨®lica materna mientras pronuncia la oraci¨®n de san Agust¨ªn: "Se?or, hazme casto, pero no todav¨ªa". El episodio, en el que tiene algo que ver James Joyce, culminar¨¢ para Toomey cuando la esposa de su segundo amante sorprenda a los enamorados en la cama. Entonces la homosexualidad era un pecado castigado con c¨¢rcel, aunque, como Havelock Ellis le dice a Toomey en M¨®naco, lo patol¨®gico son las leyes, no la homosexualidad. La hipertrofia narrativa de Burgess, poderosa y convincentemente traducida por Jos¨¦ Manuel ?lvarez Fl¨®rez, se sostiene en un inc¨®modo equilibrio: entre la m¨¢s alta fiesta literaria y la atracci¨®n hacia un histrionismo de reportaje sobre experimentos revolucionarios en ?frica y sectas californianas suicidas. -
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