Matera, un plat¨® sin cart¨®n piedra
Hasta hace 50 a?os, 25.000 personas viv¨ªan con sus animales en el laberinto de los 'sassi', las casas-cueva excavadas en piedra, al sur de Italia
Ya no vive nadie en la ciudad vieja de Matera. Desde la plaza de San Pedro Caveoso, la rambla de la monta?a se estratifica en setenta capas de historia y otras tantas de humanidad, pero est¨¢ completamente vac¨ªa, excepto por los hoteles y los peque?os negocios para turistas. Hace poco m¨¢s de cincuenta a?os viv¨ªan 25.000 personas en los sassi, las casas-cuevas de sus habitantes, excavadas en el tufo, la piedra caracter¨ªstica de Basilicata, al sur de Italia. La ¨²nica propiedad de estos hombres eran los aparejos para trabajar el campo y sus animales dom¨¦sticos -mulas, gallinas o cerdos-, que proteg¨ªan conviviendo con ellos en las cuevas. En 1952, el Gobierno italiano decidi¨® que en pleno siglo XX era intolerable permitir seguir viviendo en semejantes condiciones de salubridad y evacu¨® los sassi, obligando a sus habitantes a trasladarse a nuevas construcciones en los barrios perif¨¦ricos.
Matera se extiende al borde de un barranco profundo, en medio de una meseta despoblada y seca. La llegada asombra; cuando alcanzas el borde del precipicio y te vuelves al perfil de la ciudad, no lo puedes creer. Primero, porque tienes delante la imagen t¨®pica de Jerusal¨¦n que has contemplado en tantos cines (no por casualidad se filmaron aqu¨ª Rey David, La Pasi¨®n de Cristo o El Evangelio seg¨²n san Mateo, por poner s¨®lo tres ejemplos). Y despu¨¦s, porque, una vez superada la sorpresa, no ves m¨¢s que agujeros hasta comprender que ese tejido de agujeros labrados unos sobre los otros conforma un laberinto de casas. El techo de una casa puede ser una calle, una escalera, un jard¨ªn o el suelo de la casa superior. Luego te internas en la ciudad antigua, y mientras caminas sobre los techos de otras viviendas, ves brotar las chimeneas o surgir las cisternas en los sitios m¨¢s inesperados; al final eres incapaz de distinguir las formaciones rocosas naturales y la arquitectura creada por los antiguos habitantes.
La ciudad ya era importante en el periodo neol¨ªtico -incluso hay una cer¨¢mica llamada Matera ware-, y despu¨¦s sufri¨® casi todas las conquistas de la pen¨ªnsula italiana: griegos, romanos, lombardos, sarracenos, bizantinos, normandos, turcos, aragoneses, franceses y alemanes. Yo creo que debi¨® de ser su hartura de invasiones lo que les determin¨® a ser los primeros italianos que se sublevaron contra la Wehrmacht nazi. Ahora, Matera es otra cosa. En 1992 fue declarada patrimonio de la humanidad y ha ido restaurando con mimo todo el conjunto urban¨ªstico. Si tienes la suerte de encontrar sitio en alguno de los hoteles de los sassi, te encontrar¨¢s durmiendo en una antigua casa-cueva perfectamente adaptada, con una temperatura natural uniforme de 23 grados, bajo columnas y b¨®vedas talladas en la piedra, al lado de una vieja cisterna que hoy parece un jacuzzi.
Esta transformaci¨®n ha fomentado una actitud un tanto confusa (por no decir esnob), y en el hotel alguien describ¨ªa Matera utilizando a cada paso t¨¦rminos como "arquitectura espont¨¢nea" o "espacios minimal". Probablemente ten¨ªa parte de raz¨®n, si bien yo no pod¨ªa dejar de pensar que Dante nunca estuvo aqu¨ª, pero debi¨® de imaginar un sitio como ¨¦ste cuando narr¨® el tr¨¢nsito del infierno al purgatorio; tampoco pod¨ªa olvidar las hileras de bloques amarillos donde trasladaron a los evacuados que hab¨ªa visto a la entrada de Matera. Ya s¨¦ que el Gobierno italiano ten¨ªa raz¨®n; pero resulta, digamos, llamativo que el 90% de la ciudad vieja sea del Estado y s¨®lo los m¨¢s ricos mantuvieran sus propiedades; eran los ¨²nicos que pod¨ªan permitirse el lujo de comprar una nueva vivienda y rechazar la oferta de canje de su cueva por la casa que les ofrec¨ªa el Gobierno.
Comunidades y ermita?os
Matera guarda otra sorpresa: las iglesias rupestres; 140 iglesias rupestres, muchas con tres naves y repletas de frescos, excavadas en las paredes de la monta?a o en las rocas del Sassi. Fueron fundadas entre los siglos VIII al XII por monjes bizantinos provenientes en su mayor¨ªa de Asia Menor, donde hab¨ªan perdido poder, bien por las luchas iconoclastas, bien por la expansi¨®n musulmana. Las comunidades y los ermita?os se agruparon aqu¨ª, no se sabe muy bien por qu¨¦; luego fue la misma poblaci¨®n la que sigui¨® excavando lugares de culto, cisternas para el agua o establos para los reba?os con las paredes cubiertas de im¨¢genes sagradas. En el interior de iglesias perforando la roca se tienen sensaciones particulares.
Por ejemplo, en un banco -obviamente de piedra- de la iglesia rupestre de Santa Lucia alle Malve ca¨ª en la cuenta de que a menudo juzgamos los edificios con un vocabulario tridimensional; es decir, desde fuera, observando sus partes como si fuesen esculturas o pinturas. Ahora bien, la arquitectura es espacio, hueco, y se hace para ser recorrida. En realidad, pens¨¢ndolo bien, todos los edificios eran como aquellas grutas; es decir, grandes esculturas excavadas, en cuyo interior los hombres entramos y caminamos. Para poder apreciar la arquitectura es preciso asumir el hecho del movimiento, ya que son nuestros pasos los que determinan el desplazamiento del ¨¢ngulo visual. Y es preciso considerar que esa magnitud -la distancia- nos obliga a contar con el tiempo de nuestro recorrido. En estos tiempos de arquitecturas escult¨®ricas y arquitectos desmedidos, interesados casi exclusivamente en el contenedor, resultaba estimulante encontrarse dentro de un edificio tan esencial. Pero el contenido del hueco ten¨ªa una dimensi¨®n superior al mismo espacio, ¨¦se s¨®lo era el principio. La ¨ªntima uni¨®n del templo con la tierra, el contacto directo con el lugar sacralizado, era una invitaci¨®n a otra visi¨®n de lo real. Una iglesia que emerge de la caverna es el mejor y el m¨¢s fiel reflejo del pensamiento cristiano. Los monjes que la construyeron lo sab¨ªan. Esta interiorizaci¨®n de la arquitectura, o, por mejor decir, esta sacralizaci¨®n de la tierra, me hizo razonar como un hombre del medievo: si en el principio fue el verbo, el logos, es decir, Dios, palabra y raz¨®n, el hombre, ser finito, cosa entre las dem¨¢s cosas, ens creatum, hecho a imagen y semejanza de Dios; esto es, con logos, no tiene otra alternativa que buscar a Dios en s¨ª mismo. Y para conocer esa verdad no deb¨ªa vivir entre las cosas del mundo, las ciudades y los otros hombres, sino dentro de s¨ª mismo. Para conocer la verdad deb¨ªa interiorizarse, profundizarse, como mostraba la apariencia externa de aquella iglesia horadada.
Sal¨ª contento del templo; si hab¨ªa estado bien superar ciertos esquemas sobre arquitectura, era a¨²n mejor comprender espacios que expresaban en su forma la idea de la b¨²squeda de Dios en nuestro interior. Borges lo dijo muy claro: "M¨¢s all¨¢ de nuestra falta de fe, Cristo es la figura m¨¢s v¨ªvida de la historia humana".
? Pedro Jes¨²s Fern¨¢ndez (Albacete, 1956) es autor de las novelas Pe¨®n de rey y Tela de juicio (Alfaguara)
Gu¨ªa
Datos b¨¢sicos- Matera se encuentra a unos 250 kil¨®metros al sur de la ciudad de N¨¢poles, en la regi¨®n de Basilicata.C¨®mo llegar- Vueling (www.vueling.com; 902 33 39 33) tiene vuelos directos en julio entre Madrid y N¨¢poles desde 103,35 euros,tasas y cargos incluidos. Y en agosto, desde 124 euros.- Alitalia (www.alitalia.com; 902 10 03 23) tiene en julio vuelos con una escala entre Barcelona y N¨¢poles desde 169,08 euros, tasas y cargos incluidos. En agosto, desde 170 euros.- Para llegar en tren desde N¨¢poles se puede tomar uno de Trenitalia (www.ferroviedellostato. it) hasta Bari (tarda unas cuatro horas y cuesta desde 32,80 euros), y desde ah¨ª uno regional (www.fal.it) hasta Matera (tarda unos 80 minutos y cuesta 4 euros).D¨®nde dormir- Hotel Sant Angelo (www.hotelsantangelosassi.it; 0039 08 35 31 40 10) Rione Pianelle-Piazza San Pietro Caveoso.Elegante y tranquilo establecimiento en el Sassi que ofrece hermosas vistas al barranco y a la Iglesia de San PietroCaveoso. La doble, a partir de 135 euros.Informaci¨®n- Agencia Nacional de Turismo de Italia (www.enit.it).
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