La lengua obligatoria
Un ciudadano de Catalu?a que lo desee puede vivir en este pa¨ªs s¨®lo con la lengua castellana; un ciudadano de Catalu?a que lo desee no puede vivir s¨®lo con el catal¨¢n. ?sta es la asimetr¨ªa sobre la que est¨¢ construido el Manifiesto por una lengua com¨²n que la prensa conservadora madrile?a ha convertido en el juguete pol¨ªtico de la temporada. Para un catalanohablante, el biling¨¹ismo es obligatorio; para un castellanohablante, no. Es una peculiar interpretaci¨®n de la equidad ling¨¹¨ªstica.
El alegato por la lengua com¨²n, que hace el castellano obligatorio, pero no las lenguas propias de cada comunidad aut¨®noma "porque hay una asimetr¨ªa en las lenguas espa?olas oficiales", se funda en la idea convertida ya en mito de que "son los ciudadanos los que tienen derechos ling¨¹¨ªsticos, no los territorios, ni mucho menos las lenguas mismas". Pero, por lo visto, hay ciudadanos con m¨¢s derechos ling¨¹¨ªsticos que otros porque tienen que aprender una sola lengua, mientras que los que hablamos catal¨¢n tenemos que aprender dos.
En coherencia con la afirmaci¨®n de que los derechos ling¨¹¨ªsticos son de los ciudadanos, se dice que "las lenguas no tienen derecho a conseguir coactivamente hablantes". Pero la solidez del principio de referencia no aguanta ni cinco l¨ªneas. Porque inmediatamente despu¨¦s se precisa que el castellano es "obligatorio", y, por tanto, puede ser impuesto, mientras que la aspiraci¨®n a que todos sepan el catal¨¢n (o el vascuence, o el gallego) a lo sumo puede ser "estimulada". ?Por qu¨¦? Porque el castellano es la lengua com¨²n del territorio espa?ol. O sea, que hay territorios con derechos ling¨¹¨ªsticos y otros que carecen de ellos, de modo que los principios fundamentales del razonamiento -los que enf¨¢ticamente afirman que los territorios no tienen derechos ling¨¹¨ªsticos- son adaptables en funci¨®n del lugar.
Dicen los autores del manifiesto que su inquietud es estrictamente pol¨ªtica. Por eso el manifiesto concluye con unas notas o recomendaciones para un decreto de unificaci¨®n ling¨¹¨ªstica que elevan al Parlamento espa?ol con la petici¨®n de que se desarrolle la normativa correspondiente, aun en el caso de que exigiera modificaci¨®n de la Constituci¨®n o de algunos estatutos. Todo su alegato parte de la obligaci¨®n constitucional de saber el castellano, pero la Constituci¨®n deja de ser intocable si se trata de garantizar m¨¢s todav¨ªa la hegemon¨ªa de este idioma. De modo que el manifiesto es una invitaci¨®n expl¨ªcita al PSOE y al PP a poner orden ling¨¹¨ªstico en las naciones perif¨¦ricas e, impl¨ªcitamente, una se?al al Tribunal Constitucional para que no desaproveche la oportunidad de revisar el Estatuto de Catalu?a. La irrupci¨®n del nuevo PP de Rajoy en apoyo del manifiesto demuestra las limitaciones de la renovaci¨®n de la derecha: quiere forjar alianzas con los nacionalistas perif¨¦ricos, y lo primero que hace es darles donde m¨¢s les duele: en la lengua.
Los conflictos entre lenguas son siempre delicados y dif¨ªcilmente admiten soluciones definitivas, salvo en reg¨ªmenes que est¨¦n en condiciones de imponer una lengua a sangre y fuego. Puesto que ¨¦ste no es el caso, siempre habr¨¢ puntos de roce y opciones insatisfactorias para unos u otros. Hace tiempo que sabemos que el retablo social en que todas las piezas encajan perfectamente es del dominio de la utop¨ªa, es decir, del horror. En Catalu?a se opt¨®, con amplio consenso pol¨ªtico y social, por la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica. No fue un capricho. Fue una opci¨®n con un doble objetivo: recuperar la lengua propia y evitar la fractura del pa¨ªs en dos comunidades idiom¨¢ticas. Ha funcionado razonablemente. A pesar de algunas estridencias, perfectamente evitables, de los que todav¨ªa sue?an con la absurda fantas¨ªa de un pa¨ªs monoling¨¹e en catal¨¢n. Los j¨®venes acaban los estudios b¨¢sicos conociendo los dos idiomas, y despu¨¦s es ya la din¨¢mica social la que determina los usos. Y en ¨¦sta el castellano todav¨ªa juega con mucha ventaja. En Catalu?a se hablan hoy decenas de lenguas, ?no empieza a ser antiguo este debate?
?Cu¨¢l deber¨ªa ser el objetivo? Una sociedad realmente biling¨¹e. Es decir, una sociedad en la que cuando uno inicie una conversaci¨®n en catal¨¢n tenga la certeza de que le responder¨¢n en catal¨¢n y cuando uno la inicie en castellano tenga la certeza que le responder¨¢n en castellano. ?ste ser¨ªa un equitativo ideal regulativo. Pero a d¨ªa de hoy, el biling¨¹ismo es todav¨ªa perfectamente asim¨¦trico a favor del castellano. Y, sin embargo, el manifiesto pretende que asumamos que el castellano sea obligatorio y el catal¨¢n no. ?No eran algunos de los firmantes los que dec¨ªan que las lenguas que se imponen obligatoriamente se hacen antip¨¢ticas? -
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