Cantinela de Occidente
Cuarenta y cinco especialistas coordinados por Javier F. Sebasti¨¢n y Juan F. Fuentes recogen en el 'Diccionario pol¨ªtico y social del siglo XX' (que Alianza Editorial publicar¨¢ en septiembre) t¨¦rminos clave (democracia, guerra civil, nacionalismo, terrorismo, consenso... hasta 125) que resumen las ideas que marcaron ese periodo y rastrean su huella en el idioma. Este texto trata del lenguaje del franquismo
En mayor o menor grado, todas las dictaduras y todos los nacionalismos han pretendido crear una lengua propia e impon¨¦rsela a sus pueblos. (...) La importancia que el franquismo otorg¨® al lenguaje, entendido como un conjunto sint¨¢cticamente articulado de gestos, conceptos, consignas y s¨ªmbolos, explica tanto su pol¨ªtica voluntarista en este ¨¢mbito como el inter¨¦s de algunos de sus ide¨®logos, sobre todo de la primera ¨¦poca, por las cuestiones te¨®ricas que el tema suscita. Lo que estaba en juego era nada menos que la supremac¨ªa mundial: "Indudablemente", escrib¨ªa La¨ªn Entralgo en 1941, "Italia y Alemania han encontrado alguna de las palabras ordenadoras de nuestro tiempo, y ah¨ª radica su principal ventaja contra Inglaterra. Pero todav¨ªa faltan nuevas palabras". "Las pugnas pol¨ªticas", afirm¨® Jos¨¦ Luis Arrese, "no son nunca pugnas de ideas, sino de vocablos". El que fuera secretario general del Movimiento explicaba esta circunstancia por el hecho de que "la masa en su actuar nunca utiliza ideas, sino vocablos". Estos ¨²ltimos ser¨ªan, pues, meros agentes de emociones y sentimientos segregados espont¨¢neamente por "la masa" o, por el contrario, inducidos desde fuera para provocar en ella reflejos condicionados, positivos o negativos, seg¨²n qui¨¦n manipule esos resortes emocionales que las palabras ponen en movimiento. Es el fen¨®meno que se?al¨® el viejo Camb¨® ya en 1937: "Antes, para crear un movimiento hac¨ªa falta una ideolog¨ªa; hoy basta con una fraseolog¨ªa. Y la Falange es la ¨²nica fuerza franquista que tiene fraseolog¨ªa estridente". Para un conspicuo ide¨®logo del primer franquismo, Francisco Javier Conde, se trataba ni m¨¢s ni menos que de la lucha por la vida, librada en un ¨¢mbito clave como era el mundo virtual de los conceptos, por ejemplo, el de representaci¨®n: "Al igual que otros conceptos pol¨ªticos, el de representaci¨®n parece haberse convertido en concepto ideal que resume en s¨ª todo lo bueno, bello y agradable. Pugnan todos por arrebat¨¢rselo; y dij¨¦rase que cada cual da por ganada la batalla y al adversario por vencido, cuando ha conseguido salvar para el r¨¦gimen que postula o describe el ep¨ªteto de representativo". Lo mismo podr¨ªa decirse de democracia.
Para acabar con el "caos en las almas y naciones" que ser¨¢ la t¨®nica del siglo XX se deroga el "mito de la libertad de prensa''
Se cre¨® un contralenguaje para consumo interno: cruzada, anti-Espa?a, productor, democracia org¨¢nica, movimiento... El lenguaje del ¨²ltimo franquismo se debate entre la adaptaci¨®n al medio y el puro numantinismo
El control de ese imaginario espacio vital impon¨ªa a las ideolog¨ªas y a los reg¨ªmenes que luchaban por sobrevivir en un mundo tan competitivo estrategias muy diversas y a menudo muy agresivas. Una de ellas consist¨ªa en adaptar la realidad a un lenguaje predeterminado, que, en forma de censura y de consignas, se administra a una sociedad obligada de esta forma a romper con la representaci¨®n del mundo aprendida desde los comienzos de la historia contempor¨¢nea. Para acabar con ese "caos en las almas y en las naciones, que ser¨¢ la t¨®nica del siglo XIX", se empieza por derogar "el mito de la libertad de prensa" y sustituirlo, en palabras de Juan Aparicio, por "la verdad dogm¨¢tica de la comunidad de la prensa espa?ola para fines espirituales, trascendentales y educativos". La f¨¦rrea alianza de la consigna con la censura produc¨ªa, parad¨®jicamente, una prensa "m¨¢s libre que nunca", porque estaba "liberada hasta de s¨ª misma, de esa esclavitud de la profesi¨®n que antes estaba al servicio de cualquiera y ahora est¨¢ s¨®lo al servicio de la Patria". Y todo ello gracias a la acci¨®n profil¨¢ctica de la censura, aplicada "por el inter¨¦s de Espa?a" y al hecho de que "todos los peri¨®dicos" obedec¨ªan "ya a las mismas consignas, al mismo desvelo de la jerarqu¨ªa, al mismo plan renovador y educativo". Estos principios se aplicaron con tal celo y rigor, sobre todo en el primer franquismo, que nada ni nadie qued¨® libre de su aplicaci¨®n. En 1943, un intelectual falangista de la notoriedad de Antonio Tovar le confesaba a Dionisio Ridruejo la frustraci¨®n que le produc¨ªa la acci¨®n arbitraria de la censura: "En los peri¨®dicos escribo cada d¨ªa menos: la ?o?er¨ªa no consiente m¨¢s. La mitad de mis art¨ªculos van al cesto pintados de rojo". En 1955, dos a?os despu¨¦s de la firma del Concordato con la Santa Sede, se lleg¨® a censurar un mensaje navide?o del papa P¨ªo XII por ciertas alusiones a la justicia social que no fueron del gusto de las altas instancias. Cualquier tema y cualquier palabra pod¨ªan provocar la intervenci¨®n de los censores, entregados a una tarea ¨ªmproba de fiscalizaci¨®n del lenguaje, llevada al extremo de irrumpir en las cr¨®nicas deportivas y tachar expresiones tan consagradas como "patadas alevosas" y "juego subterr¨¢neo". En agosto de 1943 se prohibi¨® a la prensa informar de las dimisiones de varias juntas directivas de clubes de f¨²tbol, por contravenir un principio sagrado en el lenguaje y en los usos establecidos: que "en el r¨¦gimen actual no existe m¨¢s tr¨¢mite que el cese". El franquismo fue consecuente desde sus or¨ªgenes -y especialmente entonces- con un radical giro ling¨¹¨ªstico en su percepci¨®n de la realidad, concebida como puro lenguaje, y este ¨²ltimo a su vez como una estructura esencialmente pol¨ªtica o, como m¨ªnimo, politizable, incluso cuando se informaba de un acontecimiento deportivo.
M¨¢s a¨²n, claro est¨¢, al entrar de lleno en el ¨¢mbito de los conceptos fundamentales de la vida pol¨ªtica. El propio dictador expres¨® con frecuencia, en sus discursos y declaraciones oficiales, su voluntad de orientar en la buena direcci¨®n el cambio conceptual del mundo moderno, tras constatar el hundimiento de todo un sistema de referencias que identificaba con la tradici¨®n liberal: "El mundo vive una era nueva. Tenemos que acostumbrarnos a prescindir de los conceptos viejos, para pasar a nutrirnos de los conceptos nuevos" (29 de abril de 1956). El voluntarismo franquista en la reinvenci¨®n del lenguaje pol¨ªtico se cifraba, por lo pronto, en un doble juego de afirmaci¨®n y negaci¨®n de categor¨ªas abstractas y manifestaciones concretas de la realidad hist¨®rica, con la consiguiente inclusi¨®n o exclusi¨®n en su vocabulario de las palabras que las representan. Durante a?os quedaron proscritas expresiones como guerra civil, lucha de clases, partido pol¨ªtico, dictadura y crisis, referidas a la vida nacional. Lo dijo paladinamente el peri¨®dico Arriba al informar de la crisis de gobierno de mayo de 1941: "Aqu¨ª -en este r¨¦gimen- no hay crisis. Hay -a lo m¨¢s- etapas en la marcha, en el movimiento, pero no hay posibilidad de virar".
Se cre¨®, a cambio, un contralenguaje de aire barroco para consumo interno: cruzada, productor, democracia org¨¢nica, anti-Espa?a, movimiento -en vez de partido-, opini¨®n nacional, popular u org¨¢nica -por opini¨®n p¨²blica- y, ya en la etapa tecnocr¨¢tica, contraste de pareceres. Por influencia del tradicionalismo, se recuper¨® la terminolog¨ªa pol¨ªtica precontempor¨¢nea -procurador, fueros, leyes fundamentales...-. T¨¦rminos como caudillo y alzamiento nacional, que hab¨ªan tenido un cierto uso en el lenguaje liberal y republicano entre 1808 y 1936, adquieren a partir de esta fecha un significado y una magnitud insospechados, hasta convertirse en dos de los grandes soportes conceptuales del nuevo Estado. (...)
Los conceptos centrales del lenguaje pol¨ªtico del franquismo son bien conocidos. Adem¨¢s de caudillo, movimiento nacional y alzamiento, destacan Estado, naci¨®n y pueblo, con importantes ramificaciones en patria e imperio. (...) La cantinela familia, municipio y sindicato fue la tr¨ªada por excelencia, formalmente constituida como un todo org¨¢nico. Un exhaustivo inventario realizado en 1970 del l¨¦xico pol¨ªtico utilizado por Franco en sus discursos en las Cortes permite establecer una escala en sus preferencias terminol¨®gicas, que, en lo sustancial, resultan perfectamente previsibles: Espa?a/espa?ol/espa?oles (122 casos), pol¨ªtica (80), naci¨®n (56), Estado (55), social (52), sistema (49) y pueblo (47). Pero la terminolog¨ªa pol¨ªtica que utilizaba en sus discursos oficiales era una, y otra muy distinta la que empleaba al conversar en privado con su primo y secretario, Francisco Franco Salgado-Araujo. En el libro que recoge aquellas charlas informales sale a relucir un lenguaje muy diferente e incluso contrario al que el r¨¦gimen estableci¨® como su canon ling¨¹¨ªstico. Es el lenguaje subyacente del franquismo y el que, en mayor medida, demuestra el fracaso de un voluntarismo que al propio dictador le resultaba fatigoso practicar. Encontramos con frecuencia t¨¦rminos y conceptos proscritos, como opini¨®n p¨²blica, totalitarismo -aplicado a Italia y Alemania-, partidos pol¨ªticos, Constituci¨®n -en vez de Leyes Fundamentales- y Europa, identificada con la Europa comunitaria y democr¨¢tica. Si en 1967 Franco arremeti¨® en un discurso en las Cortes contra esos "conceptos vagos, como el de Occidente o el de Europa", poco antes le hab¨ªa confesado a su primo que "no hay m¨¢s remedio que incorporarnos a Europa". ?Y qu¨¦ decir de constituci¨®n? "Franco", escribe en 1956 su primo a ra¨ªz de una conversaci¨®n entre ambos, "ha encargado a Arrese que redacte una 'constituci¨®n". Es como si el autor, al poner este t¨¦rmino entre comillas, quisiera decir -o insinuara que Franco quiso decir-: "Me gustar¨ªa utilizar otra palabra, pero no se me ocurre". (...)
En todo caso, la evoluci¨®n del franquismo registra un paulatino desarme conceptual, nunca completo, ante una realidad hist¨®rica apremiante, sobre todo en su vertiente internacional y econ¨®mica. Hacia 1942-1943 se desprende del totalitarismo como elemento autorreferencial que pas¨® del lenguaje joseantoniano -el Estado como "instrumento totalitario al servicio de la integridad de la Patria"- al del primer franquismo, que se deshizo de ¨¦l en cuanto la ocasi¨®n hist¨®rica le oblig¨® a ello. El mismo gerifalte falangista -J. A. Gir¨®n de Velasco- que en 1942 ped¨ªa que no se malograra lo que el Estado del 18 de Julio ten¨ªa de "movimiento totalitario eficaz" censuraba en 1951 a quienes en el pasado "nos tachaban de totalitarios, a nosotros, que vinimos a destruir el totalitarismo". No por casualidad, en un a?o clave para la suerte del r¨¦gimen, como fue 1945, Jos¨¦ Luis Arrese, secretario general del Movimiento, publicaba un op¨²sculo dedicado a demostrar que el concepto de totalitarismo era por completo ajeno al pensamiento de Jos¨¦ Antonio. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el siguiente cambio de ciclo se produjo con el Plan de Estabilizaci¨®n y el comienzo de la era tecnocr¨¢tica, que trajo una relativa desideologizaci¨®n del r¨¦gimen como inevitable peaje a la primac¨ªa del desarrollo econ¨®mico y del bienestar social, convertidos en el principal factor de legitimaci¨®n del ¨²ltimo franquismo. Las consecuencias fueron se?aladas por Manuel Fraga en un libro escrito poco despu¨¦s de su expulsi¨®n del Gobierno en 1969 y en el que se aprecia claramente la voluntad de ajustar cuentas con sus adversarios, los tecn¨®cratas. El t¨ªtulo elegido, El desarrollo pol¨ªtico, denota el deseo del ex ministro de devolver a la pol¨ªtica el protagonismo perdido en la etapa desarrollista y corregir de esta forma los "excesos de la tecnocracia", entre ellos el haber llenado el lenguaje "de expresiones como 'estructura', 'componente', etc¨¦tera". (...)
El lenguaje del ¨²ltimo franquismo se debatir¨¢, como el propio r¨¦gimen, entre la adaptaci¨®n al medio -apertura, desarrollo, asociaciones pol¨ªticas...- y el puro numantinismo, expresado en un repertorio cada vez m¨¢s estereotipado de consignas, frases hechas -algunas acu?adas por la vieja Falange de los a?os treinta- y simples refranes que de pronto, normalmente por figurar en un discurso del dictador, cobraban un significado pol¨ªtico: "atado y bien atado", "al pie del ca?¨®n", "impasible el adem¨¢n", "contubernio", "trampas saduceas"... Era una v¨ªa muerta del lenguaje pol¨ªtico, progresivamente alejado del verdadero cauce por el que empezaba a discurrir la historia de Espa?a. Los conceptos eran otros. Europa, por ejemplo. Lo vio en aquellos a?os con una lucidez algo escatol¨®gica el escritor falangista y reputado miembro del b¨²nker Rafael Garc¨ªa Serrano: "Cuando se nos dijo 'vamos a entrar en Europa", escribi¨® en 1974, "empezamos a tocar mierda".
Javier Fern¨¢ndez Sebasti¨¢n es catedr¨¢tico de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Pol¨ªticos en la Universidad del Pa¨ªs Vasco; Juan Francisco Fuentes es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad Complutense de Madrid.
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