Brasil, el 'monster country'
Brasil est¨¢ conmemorando los 200 a?os de la llegada a R¨ªo de Janeiro de la monarqu¨ªa portuguesa, astutamente trasladada por la Armada brit¨¢nica para preservarla de la invasi¨®n napole¨®nica. Un libro que recuerda ese hecho -1808- encabeza la lista de los m¨¢s vendidos desde hace 34 semanas y no es para menos, porque ese traslado fue factor determinante para que el Imperio lusitano de Am¨¦rica permaneciera unido en un solo y enorme pa¨ªs, mientras los espa?oles nos despedaz¨¢bamos en una veintena de rep¨²blicas independientes, la mayor¨ªa enojadas entre s¨ª por rivalidades de sus l¨ªderes o conflictos de fronteras que en parte a¨²n perviven.
Por su poblaci¨®n joven, su estilo musical y colorido y su esp¨ªritu tradicionalmente optimista, el del "hombre cordial" que defini¨® el gran historiador Sergio Buarque de Hollanda (hoy m¨¢s conocido por ser padre del cantante), Brasil no es muy afecto a mirar hacia atr¨¢s; pero este aniversario coincide con un momento pr¨®spero del pa¨ªs, que invita a observarlo en la perspectiva de dos siglos.
Lula ha sorteado todas las dificultades y se ha convertido en un mito nacional
Brasil ya no es el pa¨ªs del futuro, sino un gran actor del presente
En un pa¨ªs que fue monarqu¨ªa reina hoy una democracia muy s¨®lida, que por vez primera incluso balancea el poder -desde hace cuatro per¨ªodos- entre dos grandes partidos. Una sociedad que sufri¨® tres siglos de esclavitud es gobernada hoy por un obrero metal¨²rgico emigrado desde el pobre nordeste, que accedi¨® pac¨ªficamente a los imperiales palacios de Brasilia, liturgia modernista del Estado consagrada por sus revolucionarios arquitectos. Una econom¨ªa que lleg¨® a tasas inflacionarias que superaron el 1.000% en los a?os 80 y a¨²n 90 del pasado siglo alcanza hoy el investment grade que lo sit¨²a en el primer nivel para las inversiones internacionales.
Lo interesante es que hace muy poco tiempo se le ve¨ªa lento frente a la expansi¨®n econ¨®mica del resto de Am¨¦rica Latina: s¨®lo un 2,7% de promedio de crecimiento entre 1984 y 2003. La sensaci¨®n era l¨®gica, pero no proven¨ªa de una pol¨ªtica err¨¢tica, sino todo lo contrario. Manten¨ªa tasas alt¨ªsimas de inter¨¦s y un enorme super¨¢vit primario en su presupuesto, en la procura de un saneamiento financiero profundo que permitiera asentar una expansi¨®n sana de futuro. Cuando arrib¨® el gran momento internacional, con los formidables precios de hierro, soja y carne, pudo as¨ª cosechar aquella ortodoxia y crecer al 4,6% entre 2004 y 2008.
Si el PT hubiera obtenido la presidencia dos elecciones antes probablemente se habr¨ªa hundido en el mar de los viejos esl¨®ganes populistas. Pero lleg¨® al poder transformado y en ello es fundamental la figura personal¨ªsima de Lula, que tantas veces ha dicho, ante la obvia pregunta sobre su particular orientaci¨®n, que su Gobierno no es de izquierda sino una coalici¨®n en que hay un partido de izquierda como el PT asociado a otras fuerzas con las que ha coincidido en un programa nacional. La realidad nos dice que es la astucia y apertura mental de ese presidente lo que ha hecho posible el cambio, invirtiendo -y poniendo incluso
a prueba- su popularidad inicial, en la liquidaci¨®n total de la deuda externa y la acumulaci¨®n de 200.000 millones de d¨®lares de reserva, que alientan la expansi¨®n creciente de la inversi¨®n y sus rumbosos descubrimientos de reservas petrol¨ªferas.
A Lula no se le han pegado los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n que estallaron en su entorno m¨¢s cercano, en el propio Palacio de Planalto, y que a mediados de 2005 parec¨ªan poner a su Gobierno al borde del colapso. ?l ha surfeado todas las olas hasta transformarse en un mito nacional. Pel¨¦ fue el primer rey negro y lo sigue siendo a cabalidad en un f¨²tbol que es parte integrante de la identidad nacional. Lula es el primer obrero presidente en una rep¨²blica de ¨¦lites tradicionales. Su figura est¨¢ m¨¢s all¨¢ de la pol¨ªtica y de su partido. El ejercicio del poder no ha cambiado su talante amable, esa expresi¨®n cadenciosa y c¨¢lida de su voz abaritonada, el uso p¨ªcaro del gracejo popular. Ese enorme capital pol¨ªtico es el que ha sustentado aquellos primeros a?os de ortodoxia y le permite llegar a esta bonanza con las velas desplegadas.
Este Brasil del investment grade debe tambi¨¦n su ¨¦xito a la continuidad de una pol¨ªtica que permiti¨®, bajo el ministerio de Fernando Henrique Cardoso y luego sus dos presidencias, estabilizar las finanzas y salir de aquellas hiperinflaciones de cuatro d¨ªgitos. Aqu¨ª est¨¢ una clave de la historia brasile?a, impregnada de un sentido evolutivo del cambio, bien distinto al rupturismo que ha caracterizado a la dram¨¢tica Argentina. Cuando en Brasil ha brotado la amenaza del quiebre, el sistema se ha encargado de conjurarla, como pas¨® con Collor de Melo y Janio Quadros, gobernantes exaltados que hubieron de abandonar el poder. La misma dictadura militar de 1964 fue un caso extra?o, porque ejerci¨® el poder dos d¨¦cadas, alternando cada cuatro a?os un presidente militar, en una ordenada rotaci¨®n institucional que impidi¨® el surgimiento del dictador personalista y mesi¨¢nico.
Curiosamente, donde Lula adolece es en el m¨¢s hist¨®rico ¨¢mbito del ¨¦xito brasile?o: la pol¨ªtica exterior. El Mercosur vive de crisis en crisis, sin que Brasil haya logrado conducirlo, mientras Ch¨¢vez ocupa el escenario con sus demag¨®gicos planteos anti-yanquis y arrastra a la regi¨®n hacia la construcci¨®n de una organizaci¨®n sudamericana, cuyo obvio prop¨®sito es dejar de lado a M¨¦xico y fortalecer la influencia de los Gobiernos populistas. Todo lo cual es contradictorio con la propia pol¨ªtica exterior brasile?a, que ha procurado desarrollar con Estados Unidos una privilegiada relaci¨®n, montando incluso un programa conjunto de producci¨®n de bio-combustibles.
Dentro de dos a?os rotar¨¢ el Gobierno y nadie mira con aprehensi¨®n la circunstancia. Todas las opciones a la vista son razonables. Ya no hay izquierda radical ni derecha nacionalista con opci¨®n de poder. Quienes vengan seguir¨¢n, inevitablemente, esta ruta exitosa, comenzada por las libertades alcanzadas con Sarney, el saneamiento realizado por Cardoso y el crecimiento de hoy. Sin embargo, este momento estelar es tambi¨¦n el de las contradicciones que enfrenten los albores de la modernidad con los remanentes de un pasado de pobreza. El Brasil exporta 137.000 millones de d¨®lares, cuadriplicando las exportaciones de hace cuatro a?os, pero permanece como la econom¨ªa de la regi¨®n m¨¢s cerrada a la importaci¨®n. Produce aviones de vanguardia pero lucha con favelas dominadas por el narcotr¨¢fico. Petrobras alcanza un valor de bolsa superior a todo el PIB argentino, pero tolera la devastaci¨®n de la Amazonia por aventureros y corruptos. Controla el 40% del comercio mundial de carne pero su educaci¨®n p¨²blica est¨¢ muy por debajo de Chile, Argentina y Uruguay. Recogi¨® el a?o pasado 57.000 millones de d¨®lares de inversi¨®n extranjera directa, pero su tasa de ahorro es tres veces menor que la de China. Esas contradicciones seguir¨¢n en su panorama seguramente por muchos a?os. Aunque nadie duda de que Brasil ya no es aquel postergado "pa¨ªs del futuro" del que hablaba Stefan Zweig, sino un gran actor presente, un monster country cuyo peso no est¨¢ dado tan s¨®lo por su tama?o.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti, ex presidente de Uruguay, es abogado y periodista.
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