La red del pescador
Los dioses castigan tanto a Prometeo como Ad¨¢n por curiosear m¨¢s de la cuenta; por su pretensi¨®n de romper el monopolio divino del conocimiento y repartirlo entre los mortales. Para nuestros te¨®ricos de Internet, la Red ser¨ªa hoy su reencarnaci¨®n: el nuevo h¨¦roe que rompe el monopolio institucional de la informaci¨®n para distribuirlo entre los usuarios de Google.
El t¨¦rmino red -o en red- ha venido asoci¨¢ndose desde entonces a una libre y masiva difusi¨®n de los saberes. Frente a su tradicional distribuci¨®n jer¨¢rquica y parsimoniosa, estos saberes se estar¨ªan haciendo hoy inmediatamente, democr¨¢ticamente accesibles a todos.
Pero no nos precipitemos: mejor quiz¨¢ demorarnos por un momento en las palabras mismas y su aura. Nietzsche dec¨ªa que "las palabras son met¨¢foras que hemos olvidado que lo eran". Ahora bien, si dejamos que las palabras repercutan en nosotros, que nos golpeen con toda la carga de su origen, pronto descubrimos que la palabra red evoca un universo de asociaciones muy distinto, opuesto incluso al anterior.
El exceso de informaci¨®n de Internet tiende a generar confusi¨®n
Entonces la palabra red no nos sugiere algo que difunde sino algo que m¨¢s bien retiene; no nos suena tanto a acumulador o difusor como a filtro o malla que captura ciertos elementos (peces o datos) y permite a otros pasar. Y lo decisivo es entonces la trama m¨¢s o menos tupida de nuestra red; de una red que nos permita atrapar todos -y s¨®lo- los datos o informaciones relevantes para el caso que nos ocupa.
?Y no ser¨¢ -me pregunto ahora- que en el saber, como en el pescar, lo importante es la correspondencia entre el tupido de la red y el tama?o de la presa a capturar? Una cuesti¨®n de ajuste, de encaje, adecuaci¨®n, acomodo o como quiera llam¨¢rsele. En todo caso, no una cuesti¨®n de pura cantidad o intensidad. Y as¨ª son al cabo -pienso a¨²n- todas las operaciones delicadas, sean de la naturaleza que sean: sea el Faeton de Ovidio siempre en peligro de ser v¨ªctima del "calentamiento global", sea la observaci¨®n microsc¨®pica de Heisenberg, que, como la mirada del Basilisco, puede distorsionar o incluso matar lo observado, sea la candela que, seg¨²n dicen los mexicanos, no hay que colocar "ni tan cerca que queme al santo ni tan lejos que no le alumbre".
Esta cuesti¨®n de acomodo o proporci¨®n ha sido abordada por Manuel Castells, pero parecen olvidarla en gran n¨²mero de estudios sobre la Sociedad de la Informaci¨®n. Y ello contra toda evidencia de que la pura acumulaci¨®n degenera a menudo en atasco; de que pocas veces, si alguna, lo m¨¢ximo resulta ser lo ¨®ptimo.
La m¨¢xima informaci¨®n, en efecto, tiende a generar confusi¨®n: Aranguren fue mi mejor maestro precisamente porque me se?al¨® los textos y libros que no era necesario leer (Wikipedia, por el contrario, me ofrece demasiados). El continuo flujo de moribundos en pateras nos escandaliza, ciertamente, pero a menudo nos coarta y paraliza toda respuesta personal frente a algo que parece rebasarnos. La competencia r¨¢pida y f¨¢cilmente adquirida -el pollito que sale del huevo y ya anda- es propio de especies inferiores que no alcanzan "adolescer" de una larga adolescencia. El crecimiento desmesurado y sin control de una c¨¦lula es lo que los m¨¦dicos llaman met¨¢stasis o c¨¢ncer.
Y as¨ª en todo: incluso en la memoria m¨¢s gigas de la cuenta, como la del pobre Funes borgiano incapaz de olvidar nada, ah¨ªto de bites, atontado. Como les ocurre a menudo a nuestros ordenadores, Funes hab¨ªa perdido aquella "capacidad de olvido" ensalzada por Rousseau: "Aquel defecto de memoria que nos deja en el feliz estado de tener la suficiente para que todo nos sea comprensible pero carecer lo bastante de ella para que todo nos aparezca como nuevo".
Kant advirti¨® ya que la pura informaci¨®n sin criterio alguno de selecci¨®n es ciega. Bacon y Popper a?adieron que la naturaleza es muda mientras no aprendemos a hacerla hablar con preguntas a la vez pertinentes e intencionadas (crueles incluso, seg¨²n Bacon, que comparaba el laboratorio moderno al torno con el que el Gran Inquisidor hac¨ªa "cantar" al hereje -un hereje que hoy ser¨ªa el ADN o los agujeros negros-).
Norbert Wiener fue m¨¢s preciso todav¨ªa: "Existe un techo al n¨²mero de variables o de informaciones con las que podemos operar y que sabemos manejar operativamente". Un techo del que era bien consciente un veterano pol¨ªtico, sobrado y lenguaraz, que me aconsejaba en el Parlamento la siguiente estrategia informativa para con los miembros de la oposici¨®n: "Si no puedes darles menos informaci¨®n de la que necesitan, dales m¨¢s de la que pueden asimilar: col¨¢psalos".
Ciegos, mudos, colapsados: as¨ª es, en efecto, como puede dejarnos una euf¨®rica utilizaci¨®n de la Red que olvide su parentesco l¨®gico y etimol¨®gico con la red del pescador.
Xavier Rubert de Vent¨®s es fil¨®sofo.
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