Al despertar, el dinosaurio segu¨ªa all¨ª
A finales de los a?os setenta el precio del petr¨®leo se dispar¨® hasta alcanzar costes reales (descontado el efecto inflaci¨®n) muy similares a los que estamos viendo ahora. Las alarmas se dispararon y la preocupaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica y los gobiernos fue enorme. Algunos sectores productivos intensivos en energ¨ªa entraron en crisis. Surgi¨® un cierto malthusianismo de los recursos energ¨¦ticos que jugaba con la idea de que el fin de la era del petr¨®leo estaba cerca y los pa¨ªses occidentales ten¨ªan que enfrentarse a la posibilidad del crecimiento cero. Pero unos a?os m¨¢s tarde los precios volvieron a niveles normales y a¨²n inferiores a los de antes de la crisis. Los presagios malthusianos cedieron su lugar a una visi¨®n m¨¢s optimista del petr¨®leo y del crecimiento. Hasta hoy.
Necesitamos una pol¨ªtica energ¨¦tica que combine el uso del petr¨®leo y fuentes de energ¨ªas alternativas
De nuevo, un cuarto de siglo m¨¢s tarde, los precios han vuelto a dispararse. Tras cinco a?os de subidas continuadas, se ha pasado de 25 d¨®lares el barril a los 145 alcanzados al final de la semana pasada. Las alarmas se han vuelto a encender, provocando preocupaciones muy similares. Algunos sectores de nuestra econom¨ªa muy intensivos en consumo de energ¨ªa, como el transporte y la pesca, han comenzado a hacer o¨ªr sus lamentos y su malestar. Otros, como la gran industria consumidora de energ¨ªa, ven tambi¨¦n su competitividad amenazada. La energ¨ªa se ha convertido en una preocupaci¨®n prioritaria de los gobiernos. De ah¨ª que en la campa?a electoral de las presidenciales norteamericanas el dem¨®crata Obama y el republicano McCain compitan por ver qui¨¦n es m¨¢s medioambientalista.
?Hemos de tomar en serio esta nueva crisis, o se debe a causas circunstanciales que una vez desaparecidas dejar¨¢n que los precios vuelvan a sus niveles normales? ?Cu¨¢les son, en todo caso, esas causas circunstanciales? Mi impresi¨®n es que hemos de acostumbrarnos a precios elevados, sin que esto signifique que no puedan descender de sus niveles actuales, ni que el horizonte que tenemos delante sea apocal¨ªptico. Veamos.
El incremento de precios que tuvo lugar a finales de 1979 coincidi¨® con la revoluci¨®n iran¨ª. El temor al desabastecimiento y al aumento de los precios llev¨® a que las reservas f¨ªsicas de petr¨®leo aumentaran. Un fen¨®meno puramente especulativo. Ese acaparamiento -cantidades que se retiraban del mercado- hizo aumentar a¨²n m¨¢s los precios. A su vez, esos precios elevados provocaron una recesi¨®n en Occidente y la disminuci¨®n de la demanda. A la vez, los gobiernos occidentales pusieron en marcha medidas pol¨ªticas para ahorrar energ¨ªa y fomentar la eficiencia de su uso dom¨¦stico y productivo. Como consecuencia, la demanda disminuy¨®, la especulaci¨®n desapareci¨® y los precios volvieron a sus niveles normales.
?Es posible que la especulaci¨®n est¨¦ ahora tambi¨¦n detr¨¢s de este nuevo incremento de precios, tal como sostiene el Gobierno? Especuladores, haberlos, haylos, pero no creo que sean la causa principal de lo que estamos viendo. Si lo fuesen, tendr¨ªan que aumentar las reservas f¨ªsicas. Pero ahora no aumentan, sino que est¨¢n disminuyendo. ?Y que decir de EE UU? ?Es posible que el d¨®lar d¨¦bil y las amenazas de intervenci¨®n militar en Ir¨¢n sean la causa? Algo de eso hay, pero tampoco parece ser el factor determinante.
Entonces, ?qu¨¦ otras explicaciones existen para la actual subida de precios? F¨ªjense en este dato: desde hace unos a?os hay una demanda adicional de petr¨®leo de casi mill¨®n y medio de barriles diarios que no exist¨ªa con anterioridad, procedente de los nuevos pa¨ªses emergentes, que, como China, est¨¢n deseosos de ofrecer a sus ciudadanos niveles de bienestar similares a los nuestros.
Aunque parezca mentira, esta demanda adicional ha cogido por sorpresa a las compa?¨ªas de extracci¨®n y refinado de petr¨®leo, que no han hecho las inversiones reales necesarias para aumentar su producci¨®n. El aumento de la demanda se ha encontrado con una oferta estancada. Un economista no necesita mucho m¨¢s para explicar el incremento de precios.
En cualquier caso, los elevados precios del petr¨®leo van a provocar en los pa¨ªses desarrollados una reducci¨®n de la demanda. A trav¨¦s de dos v¨ªas. Por una parte, de la desaceleraci¨®n de la producci¨®n y del consumo (menos aires acondicionados y menos movilidad del transporte privado). Por otra, veremos como los gobiernos pondr¨¢n en marcha programas de eficiencia energ¨¦tica, para producir lo mismo con menor consumo de energ¨ªa.
Esta reducci¨®n de la demanda en Occidente har¨¢ que los precios moderen su crecimiento o incluso disminuyan sus niveles actuales, pero no har¨¢, como sucedi¨® en 1982, que vuelvan a los niveles de antes de la crisis. Lo m¨¢s probable es que a partir de ahora veamos precios elevados, a causa de esa demanda adicional de 1,4 millones de barriles diarios de petr¨®leo que viene de los emergentes. Como en el maravilloso minicuento de Augusto Monterroso (Cuando despert¨®, el dinosaurio todav¨ªa estaba all¨ª), cuando despertemos de ese sue?o de especuladores y burbujas, veremos que la demanda del dinosaurio chino -y vecinos- contin¨²a ah¨ª, consumiendo y presionando los precios. Y ser¨ªa inmoral acusar a los pa¨ªses pobres de ser los causantes de nuestros problemas por el hecho de querer vivir como nosotros.
Es verdad que siempre queda la opci¨®n de pensar que se trata de una burbuja y que las cosas se resolver¨¢n por s¨ª solas. El optimismo es una buena virtud para un pol¨ªtico. Pero el optimismo no es una pol¨ªtica. Y lo que nosotros necesitamos urgentemente es una pol¨ªtica energ¨¦tica a largo plazo, que combine de forma adecuada la eficiencia en el uso del petr¨®leo con la investigaci¨®n y aplicaci¨®n industrial de todas las fuentes de energ¨ªas alternativas disponibles, y en particular de las limpias y renovables.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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