El zapatero del barrio
Caminaba por la calle de Sant Paci¨¤, en el barrio del Raval, y desde un simp¨¢tico port¨®n se descubr¨ªa a un zapatero rodeado de hormas de madera. Ese peque?o local es el taller de Josep Cunillera, el zapatero del barrio que consigui¨® figurar en el libro de los r¨¦cords Guiness construyendo el zapato m¨¢s grande del mundo, que mide m¨¢s de un metro y pesa 23 kilos. Lo elabor¨® para un cliente muy especial: Crist¨®bal Col¨®n -su estatua, por supuesto-, y el ejemplar se encuentra en el museo del calzado antiguo de Barcelona.
"?Pica fuerte! Le has puesto mucho pegamento", corrige el maestro a su aprendiz. Con una mano toma el zapato y con la otra inserta los clavos, mientras los j¨®venes le miran con atenci¨®n, aprendiendo cada detalle del que saben es uno de los ¨²ltimos zapateros artesanos que existen. Cunillera se inici¨® en el oficio en un taller en la calle de la Riereta cuando ten¨ªa 13 a?os, ah¨ª hacia "zapatos de alto est¨¢ndar", como ¨¦l dice, pero despu¨¦s se especializ¨® en calzado ortop¨¦dico por considerar que siempre tendr¨ªa una clientela fija. Y as¨ª ha sido, pues le vienen a buscar de todas partes de Espa?a, aunque algunos, hayan tardado a?os en decidirse: "Tengo una clienta de la zona alta que tard¨® siete a?os en venir. Se le muri¨® su zapatero de toda la vida y cuando le dijeron que me encontraba en el Raval no quiso entrar en el barrio, despu¨¦s se jubil¨® su segundo zapatero y le volvieron a dar mi direcci¨®n, pero tampoco vino, hasta que se jubilaron todos y un d¨ªa apareci¨® en mi puerta".
A sus 69 a?os, Josep tambi¨¦n est¨¢ jubilado, pero un zapatero siempre regresa a sus zapatos, y eso es lo que ocurre con este hombre, quien no puede tener las manos quietas, y tampoco sabe negarse a la petici¨®n de j¨®venes interesados en aprender el oficio, como Nunu, una estudiante de moda apasionada por el calzado, quien dice no encontrar maestros de esa categor¨ªa en la universidad. "Me emociona saber que estoy aprendiendo una artesan¨ªa en peligro de extinci¨®n", comenta Nunu. El maestro la escucha y le contesta: " ?Yo tambi¨¦n me siento un animal en v¨ªas de extinci¨®n!".
Cunillera lleg¨® al barrio cuando era ni?o y en la d¨¦cada de los sesenta mont¨® un modesto taller; a?os m¨¢s tarde rehabilit¨® un local de principios del siglo XVII que estaba en ruinas y lo transform¨® de tal forma que estuvo seleccionado en los premios FAD (Foment de les Arts Decoratives). En ese encantador establecimiento es donde encontr¨¦ al famoso zapatero y sus muchachos. El primero dando instrucciones y los otros sigui¨¦ndolas. "?Pasad la lija as¨ª! ?Con gracia! ?Mirando lo que quieres rascar!".
Otro de sus aprendices es Francisco, un mexicano que lleg¨® a Barcelona para estudiar dise?o de zapatos y termin¨® interes¨¢ndose en tan sui g¨¦neris personaje. Francisco imita a su maestro: toma el zapato con la mano bien precisa y lo posa sobre su delantal, lija con soltura y clava algunas tachuelas. Esta vez necesitar¨¢ s¨®lo algunos clavos y no los 2.500 que Josep ocup¨® para la estatua de Col¨®n, y es que cada zapato es tan especial como su due?o. Cunillera tiene todo tipo de clientes con necesidades particulares, desde la payasa Pepa Plana, que los requiere para sus espect¨¢culos, hasta personas con diversos defectos en los pies y las piernas. "Mira, ¨¦ste es el cliente m¨¢s antiguo que tengo", muestra una fotograf¨ªa de unos pies con tal deformidad que le hace a uno cerrar los ojos.
Cunillera contin¨²a aferrado al barrio que le vio crecer y donde despert¨® no s¨®lo su vocaci¨®n de zapatero, sino tambi¨¦n su esp¨ªritu social cuando en pleno franquismo, despu¨¦s del incendio en la calle de Carretes que dej¨® a muchas familias sin casa, form¨® en 1974 la Asociaci¨®n de Vecinos del Distrito V, del cual fue presidente.
Y as¨ª es como despu¨¦s de cinco d¨¦cadas este zapatero sigue dando horma y forma a quien lo pida.
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