MIR para m¨¦dicos espa?oles y de fuera
La formaci¨®n de especialistas m¨¦dicos a trav¨¦s de un programa remunerado de residencia con dedicaci¨®n plena durante varios a?os (sistema MIR) se introdujo en Espa?a en 1978. Ha sido, sin duda, el proyecto m¨¢s atractivo y que en mayor medida ha contribuido a elevar el nivel de la medicina desde la muerte de Cajal. Entre las m¨ªnimas modificaciones que su aplicaci¨®n ha experimentado a lo largo de 30 a?os, quiz¨¢s la de mayor calado tiene que ver con el n¨²mero de plazas convocadas. En la primera ¨¦poca y durante muchos a?os la convocatoria anual (entre 1.200 y 2.000 plazas), estaba muy por debajo de las necesidades. A lo largo de las d¨¦cadas de los sesenta y los setenta se hab¨ªa doblado el n¨²mero de facultades de medicina en Espa?a y, en ausencia de una pol¨ªtica de contenci¨®n, se hab¨ªa generado una enorme bolsa de paro m¨¦dico por el que apenas uno de cada 10 candidatos tuviera opci¨®n a conseguir una plaza MIR.
La oferta anual de 2.000 plazas MIR para doctores for¨¢neos es una generosa ayuda al desarrollo
En la d¨¦cada de los noventa coincidieron varias circunstancias. Por una parte el n¨²mero de plazas MIR convocadas fue creciendo, especialmente a ra¨ªz de la entrada en vigor de las directrices europeas que exig¨ªan disponer de un t¨ªtulo de especialidad para el ejercicio profesional. En paralelo se reduc¨ªan los candidatos, al haberse limitado dr¨¢sticamente el n¨²mero de alumnos en las facultades. Ello condujo a un progresivo equilibrio entre la oferta y demanda de plazas MIR.
Llegamos as¨ª a las convocatorias de los ¨²ltimos a?os en las que los datos son concluyentes: alrededor de 6.500 plazas ofertadas para una cifra de licenciados en las facultades de 4.500-4.700. Desaparecida la "bolsa hist¨®rica", esta desproporci¨®n se viene cubriendo a expensas de candidatos m¨¦dicos titulados en otros pa¨ªses, sobre todo de Latinoam¨¦rica, con convenios de homologaci¨®n. M¨¢s de 2.000 de estos m¨¦dicos se presentaron a la prueba en la ¨²ltima convocatoria. Son candidatos que, mayoritariamente, albergan la idea de regresar a su pa¨ªs tras concluir su periodo formativo. Y todav¨ªa quedan plazas sin cubrir: unas 300 tras la prueba m¨¢s reciente.
Me permito algunas reflexiones al respecto. La primera es que el nivel de exigencia se ha relajado tanto que cualquier candidato que decida presentarse y se limite a poner el nombre sin responder a ninguna de las preguntas del examen, tendr¨ªa una plaza asegurada. Se trata de algo parad¨®jico, teniendo en cuenta que la nota exigida en el examen de selectividad para acceder a los estudios de medicina es la m¨¢s alta de todas y se sit¨²a por encima de los 8,6 puntos. Hay razones suficientes, al margen del tema que aqu¨ª se comenta, para incrementar el n¨²mero de estudiantes de medicina. Entre ellas un mercado laboral claramente insuficiente para la mayor parte de las especialidades. La capacidad docente de las facultades de medicina en estos momentos lo permite de manera inequ¨ªvoca. Hay que afrontar ya este reto y hacerlo de una manera mucho m¨¢s amplia que la iniciada t¨ªmidamente en los ¨²ltimos a?os.
La segunda reflexi¨®n tiene que ver con los residentes de otros pa¨ªses. Resulta sorprendente que nuestros gobernantes no publiciten de forma repetida y a grandes voces la generosidad que representa asumir durante periodos de 4-5 a?os la formaci¨®n integral como especialistas en cualquier rama de la medicina de m¨¢s de 2.000 licenciados extranjeros por a?o con el coste que ello representa. No he o¨ªdo a ning¨²n ministro ni al presidente del Gobierno exponer este hecho en los foros internacionales. Me parece muy bien esta apertura. Creo que es justa y que supone una forma excelente de aportar solidaridad a ese encuentro de civilizaciones de que habla nuestro presidente. Pero considero, tambi¨¦n, que deber¨ªa publicitarse m¨¢s como lo que realmente es: una ayuda mantenida y extraordinariamente generosa al desarrollo cient¨ªfico de pa¨ªses menos avanzados.
En todo caso, tal vez no estar¨ªa de m¨¢s buscar algunas garant¨ªas complementarias. Por ejemplo, alg¨²n sistema que asegurase para este colectivo un nivel de formaci¨®n previo similar al que reciben los licenciados espa?oles. Tambi¨¦n tener resueltas en el pa¨ªs de origen, antes del examen MIR, todas las trabas administrativas que dificultan su incorporaci¨®n como residente una vez superada la prueba. Y, puestos a pedir, quiz¨¢s se podr¨ªa estudiar alguna f¨®rmula que les comprometiera a un periodo m¨ªnimo de 2-3 a?os de trabajo en Espa?a al concluir el periodo formativo antes de regresar a sus pa¨ªses.
Evidentemente, son muchas m¨¢s las reflexiones que se pueden hacer sobre estos temas, m¨¢xime encontr¨¢ndonos ahora en un periodo de probables cambios muy profundos si, como parece, el sistema MIR actual se va a modificar hacia un modelo basado en la troncalidad, m¨¢s pr¨®ximo al que se aplica en otros pa¨ªses europeos. Quede ello para otra ocasi¨®n.
Jos¨¦ Manuel Ribera Casado es jefe del Servicio de Geriatr¨ªa del Hospital Cl¨ªnico San Carlos de Madrid, catedr¨¢tico de Geriatr¨ªa de la Universidad Complutense y presidente de la Comisi¨®n Nacional de la Especialidad de Geriatr¨ªa.
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