Irreal G-8
Los acuerdos de Jap¨®n reflejan la falta de compromiso medioambiental de los pa¨ªses ricos
Pocas veces detr¨¢s de tanta fanfarria hay tan magros resultados como los conseguidos en Jap¨®n por los miembros del G-8, el club de los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo y responsables tambi¨¦n del 85% de la contaminaci¨®n del planeta. El comunicado de Toyako, que acuerda reducir a la mitad la emisi¨®n de gases de efecto invernadero para 2050 -largo me lo fi¨¢is- es una declaraci¨®n de intenciones carente de estrategia, y tan vac¨ªa como la misma fecha del compromiso, sobre el que no hay pacto de seguimiento ni precisi¨®n alguna sobre el a?o que debe servir de punto de partida (si 1990 o 2008) para calcular la rebaja.
El G-8, que ha pasado de puntillas (el lenguaje ritual reza "seriamente preocupados") por asuntos como la crisis financiera global o el disparado precio del petr¨®leo y los alimentos b¨¢sicos, ni siquiera ha conseguido el apoyo para sus ambig¨¹edades clim¨¢ticas de gigantes como China o India, presentes en la cita. A los grandes pa¨ªses emergentes les parece que los m¨¢s poderosos deber¨ªan recortar, para aquella lejan¨ªsima fecha, al menos el 80% de sus emisiones de di¨®xido de carbono, y no sobre los niveles actuales, sino sobre los de 1990.
La implacable realidad es que el ritmo acelerado de las emisiones venenosas -pese al fracasado Protocolo de Kioto-, el creciente uso del carb¨®n y la falta de compromisos ambiciosos y concretos sobre energ¨ªas no contaminantes hacen del c¨®nclave nip¨®n, adem¨¢s de un ejercicio de impotencia, un escenario poco vinculado a las urgencias de nuestro mundo. Especialmente grave es la constataci¨®n de que la presidencia de George W. Bush ha servido para que el pa¨ªs m¨¢s contaminador haya perdido ocho a?os clave en la adopci¨®n de decisiones medioambientales cr¨ªticas.
Sus m¨¢s de treinta a?os de vida han pasado al G-8 (inicialmente G-6) una pesada factura como foro de discusi¨®n de pol¨ªtica econ¨®mica global. El club de los ricos es hoy un ¨®rgano dividido y sin br¨²jula, con funciones m¨¢s propagand¨ªsticas que otra cosa. Si algo ha quedado claro en Toyako es la imposibilidad de afrontar el desaf¨ªo m¨¢s importante del planeta sin la presencia activa y comprometida de pa¨ªses como China, India o Brasil, algunos, pero no todos, de los que inexcusablemente deben tener voz en esta nueva realidad. El G-8 necesita una reforma inmediata para adecuarse a un mundo sustancialmente distinto del de 1975. Saraos como el de Jap¨®n le hacen perfectamente prescindible.
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