Lo que nadie quiere o¨ªr
Mientras duren en los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina las condiciones de opresi¨®n, miseria y marginaci¨®n, la cr¨®nica que se deriva de la historia oral ser¨¢ la ¨²nica manera que tenga el lector de enterarse de vivencias insospechadas y ajenas. Un lector muchas veces hostil a conocer las verdades de su propia realidad. El lugar com¨²n acerca de que la realidad supera a la ficci¨®n abarca no s¨®lo a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez o a Juan Rulfo sino tambi¨¦n a los cronistas. Es as¨ª como Bernal D¨ªaz del Castillo es un gran novelista. Las Cartas de relaci¨®n de Hern¨¢n Cort¨¦s son parte de la inmensa cr¨®nica que hacen los conquistadores de Am¨¦rica Latina, pero el historiador Miguel Le¨®n Portilla recupera para M¨¦xico el otro lado de la medalla en La visi¨®n de los vencidos. Es as¨ª como Toribio de Benavente, Fray Bartolom¨¦ de las Casas y Bernardino de Sahag¨²n, entre otros, nos entregan a M¨¦xico. Es as¨ª como Guillermo Prieto, Francisco Zarco, Manuel Payno y muchos m¨¢s ennoblecen a M¨¦xico. Es as¨ª como Carlos Monsiv¨¢is no necesita hacer novelas para transmitir su inmensa capacidad creativa y su talento de narrador. Es as¨ª como Miguel Barnet, poeta, novelista y cronista, rescata en Cuba a un esclavo cimarr¨®n al hacer su biograf¨ªa y describe los placeres, las maravillas y los sortilegios de La Habana negra y nocturna en La canci¨®n de Rachel.
La cr¨®nica en Am¨¦rica Latina responde a una necesidad: manifestar lo oculto, denunciar lo indecible, observar lo que nadie quiere ver, escribir la historia de quienes aparentemente no la tienen, de los que no cuentan con la menor oportunidad de hacerse o¨ªr. La cr¨®nica refleja m¨¢s que ning¨²n otro g¨¦nero los problemas sociales, la corrupci¨®n de un pa¨ªs. Si Carolina Mar¨ªa de Jes¨²s escribi¨® desde una favela brasile?a en Cuarto de despejo y la comunista Benita Galeana hizo lo mismo en M¨¦xico con El peso mocho, muchas voces se han integrado al flujo testimonial, que es ya un fen¨®meno literario. Por m¨¢s atroces que sean sus deficiencias, el poder de su cauce barre con la ficci¨®n.
En Estados Unidos, Studs Terkel mezcla la cr¨®nica, la antropolog¨ªa y la historia oral en On working, un libro sobre el trabajo, y en cierto modo A sangre fr¨ªa, de Truman Capote, es un gran reportaje. En M¨¦xico, Juan P¨¦rez Jolote, del antrop¨®logo Ricardo Pozas, caus¨® sensaci¨®n cuando se public¨® en 1948, trece a?os antes que Los hijos de S¨¢nchez, del antrop¨®logo norteamericano Oscar Lewis.
La visi¨®n de los vencidos consigna hasta qu¨¦ grado fueron vejados los ind¨ªgenas. Sin duda, la peor desgracia es siempre metaf¨ªsica, pero en el caso de la Conquista, la desgracia es real, la esencia misma de los ind¨ªgenas es destrozada como lo son sus dioses y su derrota. Sus ciclos solares, sus ciclos lunares, pisoteados. Piensan que el sol sale ahora s¨®lo para los conquistadores. Las cr¨®nicas ind¨ªgenas como la Mexicayotl y los C¨®dices revelan ahora que el due?o del universo es la noche y el viento. Las cr¨®nicas de la Colonia, b¨¢sicamente religiosas de acuerdo con los preceptos venidos de Espa?a, nos permiten conocer la vida de las diferentes clases sociales, la clase media (criollos) en el campo y en las ciudades, y pintan la funci¨®n social de negros y mulatos, de sirvientes, de esclavos. Franz Fannon podr¨ªa incluir en Los condenados de la tierra que son los africanos de Am¨¦rica Latina. Escribir sobre la vida de los olvidados de siempre es un primer paso hacia una conciencia m¨¢s amplia, y si bien es cierto que un texto no va a cambiar un r¨¦gimen dictatorial en Am¨¦rica Latina a la larga resulta invaluable como parte de un cambio social.
Elena Poniatowska (Par¨ªs, 1932) es escritora y periodista mexicana, autora de La noche de Tlatelolco: testimonios de historia oral -una cr¨®nica sobre la matanza de estudiantes en mayo de 1968- y de las novelas De noche vienes, Fuente es el silencio, El tren pasa primero y La piel del cielo.
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