L¨ªbano forma un Gobierno de unidad nacional para apaciguar la violencia
Hezbol¨¢ contar¨¢ con capacidad de veto en las decisiones trascendentales
Cincuenta d¨ªas despu¨¦s del acuerdo de Doha (Qatar), que puso fin a la m¨¢s grave crisis de violencia pol¨ªtica padecida por L¨ªbano desde el fin de la guerra civil en 1990, los partidos libaneses han sido capaces de forjar un acuerdo para formar un Gobierno de unidad nacional. El Gabinete estar¨¢ compuesto por 30 ministros, 16 de ellos designados por los partidos prooccidentales, tres por el presidente, Michel Suleim¨¢n, y 11 por los grupos de oposici¨®n.
El nuevo Ejecutivo tiene como desaf¨ªo preparar una ley electoral
Hezbol¨¢, el partido-milicia chi¨ª respaldado por Ir¨¢n y Siria, se ha salido con la suya: contar¨¢ con capacidad de veto a la hora de adoptar las decisiones trascendentales, que requieren dos tercios de los votos del Ejecutivo. ?ste encara mil problemas y dos desaf¨ªos de calado: aliviar las tensiones entre confesiones religiosas y preparar una ley electoral para los comicios del a?o pr¨®ximo.
El reparto de cargos en el nuevo Gobierno encabezado por Fuad Siniora, el dirigente tutelado por Estados Unidos, ha centrado la larga pugna. Un consejero de Siniora, Mohamed Chatah, ostentar¨¢ la cartera de Finanzas. Mohamed Fneish, de Hezbol¨¢, se har¨¢ cargo del Ministerio de Trabajo, y Fawzi Salluj, dirigente de Amal, partido chi¨ª aliado de Hezbol¨¢, ser¨¢ jefe de la diplomacia. La labor que afronta el Gobierno es de ¨®rdago. La violencia sectaria brota espor¨¢dicamente en cualquier rinc¨®n de L¨ªbano. En las ¨²ltimas semanas, ha sido la norte?a Tr¨ªpoli el escenario de enfrentamientos a tiros entre sun¨ªes partidarios de Saad Hariri -el hijo del ex primer ministro asesinado en febrero de 2005- y alau¨ªes, amigos de la influencia siria en el pa¨ªs.
El Gobierno funcionar¨¢ de nuevo tras a?o y medio de par¨¢lisis. Pero ser¨¢ un Ejecutivo de corto aliento. Las elecciones legislativas est¨¢n previstas para comienzos de 2009. Y es precisamente la reforma de la ley electoral -b¨¢sicamente el dise?o de las circunscripciones y la elecci¨®n de parte del Parlamento mediante un sistema proporcional a escala nacional- que regir¨¢ esos comicios el pr¨®ximo caballo de batalla. Lo ha sido siempre.
El sistema electoral liban¨¦s es diab¨®lico. La mitad de los diputados debe ser cristiana; la otra mitad, musulmana. Ambas se fraccionan a su vez para que cada una de las 18 confesiones tenga acogida en la C¨¢mara. El reparto no se ajusta en absoluto a la estructura demogr¨¢fica del pa¨ªs. La atribuci¨®n de esca?os se forj¨® cuando los maronitas constitu¨ªan la mayor¨ªa, en la d¨¦cada de los 40. Hoy son clara minor¨ªa. S¨®lo los chi¨ªes, a base de un ¨ªndice de natalidad descomunal, son una apisonadora. Superan el 35% de la poblaci¨®n.
Segundo reto: las armas de Hezbol¨¢. A mediados de mayo, tom¨® Beirut oeste de un plumazo tras una delicada decisi¨®n del Gobierno que enerv¨® a los chi¨ªes. Hezbol¨¢ no se retir¨® a sus cuarteles hasta que el Ejecutivo dio marcha atr¨¢s. Siniora, Estados Unidos y Naciones Unidas abogan por el desarme de la milicia chi¨ª. Aseguran que el Ej¨¦rcito es el que debe hacerse cargo de la seguridad en L¨ªbano. Pero Hezbol¨¢, que expuls¨® a los soldados israel¨ªes tras 22 a?os de ocupaci¨®n del sur del pa¨ªs, se niega en redondo. S¨®lo dos a?os despu¨¦s de la guerra desatada por Israel en verano de 2006, que devast¨® pueblos en el sur e infraestructuras en todo L¨ªbano, se antoja casi imposible que la milicia chi¨ª considere entregar su arsenal.
Una crisis pol¨ªtica se ha cerrado. Abundan quienes piensan que ser¨¢ un par¨¦ntesis, aunque probablemente de cierta duraci¨®n. El odio entre las sectas -especialmente entre los sun¨ªes y la derecha cristiana frente a Hezbol¨¢- es profundo. En L¨ªbano es opini¨®n extendida: las milicias de todas las sectas se est¨¢n rearmando.
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