Un pacto de estabilizaci¨®n
Todos sabemos que sobre nuestra econom¨ªa se ejercen hoy fuerzas que la empujan en direcciones opuestas: las presiones sobre los costes, venidas sobre todo del exterior, chocan con la debilidad creciente de la actividad interna, originada por la crisis inmobiliaria, y el resultado es una coyuntura de precios al alza y crecimiento a la baja para la que se acu?¨®, hace m¨¢s de tres d¨¦cadas, el nombre de estagflaci¨®n.
Por su misma naturaleza, la estagflaci¨®n es muy inc¨®moda para los responsables de la pol¨ªtica econ¨®mica, ya que parece obligarles a que su mano derecha, preocupada por la inflaci¨®n, contrarreste lo que har¨ªa su izquierda, preocupada por el empleo. En nuestro caso, las medidas anunciadas por el Gobierno parecen dirigidas, como es de esperar, a paliar los efectos del creciente desempleo; nada hay que objetar, siempre que no olvidemos que no son sino parches que hacen m¨¢s llevadera la tarea de la mano derecha: estabilizar los precios.
Empresas y sindicatos deben negociar una renuncia temporal a subir precios y salarios
Los Pactos de la Moncloa nos salvaron de un descalabro
Esta tarea es necesaria, y m¨¢s en Espa?a que en otros pa¨ªses de nuestro entorno, ya que partimos con desventaja. Basta con recordar el periodo 1975-1985 para apreciar el lastre que supuso, para la econom¨ªa mundial, una inflaci¨®n creciente; en nuestro caso, el episodio inflacionario de 1975-1977 estuvo a punto de hacer descarrilar nuestra econom¨ªa y, con ella, todo el proceso de la Transici¨®n. El ajuste, en nuestro caso, ha de ser m¨¢s acusado que en otros, ya que partimos de un nivel de inflaci¨®n superior; pero si no lo iniciamos ahora, la distancia con respecto a nuestros socios ir¨¢ creciendo; nos despertaremos de una recesi¨®n para ver c¨®mo van en aumento las dificultades para financiar nuestro d¨¦ficit exterior, y al final no nos quedar¨¢ m¨¢s alternativa que proceder a un ajuste dram¨¢tico, o salir del euro. No nos hagamos ilusiones: vivimos en un pa¨ªs demasiado fr¨¢gil para correr esos riesgos.
La estabilizaci¨®n es, naturalmente, una tarea impopular; tanto, que puede que sintamos la tentaci¨®n de excusarnos pensando que detener la inflaci¨®n no est¨¢ en nuestras manos, por ser cosa del Banco Central Europeo, y que ¨¦ste ya har¨¢ de chivo expiatorio de las iras europeas cuando sea necesario.
Esto es no s¨®lo peligroso, sino falso. Peligroso, porque la situaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola no ocupa el primer lugar en las preocupaciones del BCE; falso, porque podemos detener un proceso inflacionario sin acudir a Francfort. Si vamos a la ra¨ªz del asunto, resulta que el proceso tiene su origen en un conflicto de distribuci¨®n: cada cual trata de pasarle al otro el empobrecimiento que supone haber de pagar m¨¢s por cosas que importamos: el empresario trata de mantener sus m¨¢rgenes subien-do los precios; el asalariado, de mantener su renta pidiendo aumentos de sueldo; el empresario trata de pasar el aumento de salario a los precios, y vuelta a empezar. Todos saben que la cosa no termina bien, ya que, tarde o temprano, el proceso habr¨¢ de detenerse; pero nadie quiere renunciar sin m¨¢s a lo suyo.
Si todos se pusieran de acuerdo en acabar con las subidas, la inflaci¨®n se detendr¨ªa. Si todos est¨¢n convencidos de la voluntad del Banco Central de parar el proceso, preferir¨¢n no iniciarlo, y la inflaci¨®n se mantendr¨¢ bajo control. Pero lo mismo ocurrir¨¢, sin intervenci¨®n del Banco Central, si las partes se ponen de acuerdo en renunciar a las subidas, sabiendo que, al final, es lo mejor para todos. En esto consiste precisamente un pacto de estabilizaci¨®n; y, como ve el lector, es algo que est¨¢ al alcance de cualquier persona dotada de sentido com¨²n.
El pacto es un acuerdo tomado entre empresarios y sindicatos por los que ambos se comprometen a limitar los aumentos de precios y de salarios. El Gobierno suele presidir el proceso, y suele comprometerse, a su vez, a no aumentar (demasiado) los precios que de ¨¦l dependen. La idea es sencilla, aunque, como se dice, el diablo se esconde en los detalles. Requiere, ante todo, una gran dosis de buena fe, ya que el control detallado de precios y salarios es imposible; al cabo del tiempo, unos y otros se cansan de portarse bien, los incumplimientos empiezan a menudear, y todo suele degenerar en picaresca. No importa: un acuerdo de estabilizaci¨®n no pretende ser una soluci¨®n para la eternidad; es mucho menos ambicioso que los llamados pactos de rentas, que quieren poner coto al crecimiento de los ingresos, y que han ca¨ªdo en descr¨¦dito por las dificultades de vigilar su cumplimiento.
El pacto ha de tener una duraci¨®n limitada en el tiempo: no puede ser sino un expediente destinado a salvar una coyuntura transitoria, con un objetivo bien preciso, pero muy importante: ayudar a que unos y otros no se acostumbren a la idea de unos precios crecientes.
La idea del pacto de estabilizaci¨®n no gusta a quienes imaginan una econom¨ªa como una m¨¢quina que marchar¨ªa a la perfecci¨®n si la dejaran en paz; pero, si atendemos a nuestra experiencia, hemos de recordar que los Pactos de la Moncloa fueron un pacto de este estilo, y que nos salvaron de un descalabro. Como requiere un serio compromiso por parte de los agentes, no es un remedio adecuado m¨¢s que en circunstancias de cierta gravedad, y las nuestras lo son. Por otra parte, la idea del pacto tiene grandes ventajas: se basa en un acuerdo voluntario entre los agentes econ¨®micos, en que el Gobierno desempe?a a lo sumo un papel de moderador; el pacto es percibido como un proyecto com¨²n, en un momento en que sobran ocasiones de divisi¨®n y enfrentamiento; puede ser tambi¨¦n una soluci¨®n m¨¢s equitativa al conflicto de distribuci¨®n que est¨¢ en la ra¨ªz del proceso inflacionario.
Sobre todo, echa mano de uno de nuestros grandes logros: la costumbre del di¨¢logo entre empresarios y sindicatos. Hace d¨ªas, una revista nada menos que italiana pon¨ªa como ejemplo a sus lectores las declaraciones de un responsable sindical espa?ol sobre la crisis. Era un elogio merecido. No desaprovechemos ese activo.
Alfredo Pastor es profesor del IESE y de la CEIBS de Shanghai.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.