Entre sand¨ªas y palmeras
miKASA SUITES & SPA, atalaya para gente tranquila en el desierto de N¨ªjar
Manuel Lezcano y Lidia Griffith sembraron en 1993 el germen de un hotelito muy particular en Agua Amarga. Su reivindicaci¨®n de la siesta -miKasa permanece durante estas horas cerrado a cal y canto- ha sido criticada por algunos, pero lo cierto es que nadie como esta pareja ha bregado tanto por mantener el litoral almeriense intacto a la vor¨¢gine inmobiliaria y al gravamen del turismo de masas.
En previsi¨®n de otro algarrobico, junto a varios inversores y amigos escandinavos, adquirieron en el valle des¨¦rtico de Viruegas unas 600 hect¨¢reas destinadas al cultivo de melones, sand¨ªas y palmeras con el prop¨®sito de trenzar un cintur¨®n verde alrededor de la playa y aumentar as¨ª, por iniciativa privada, el ¨¢rea de protecci¨®n del parque natural del Cabo de Gata. Hace unos meses, sobre un alcor que domina el pueblo y un buen tramo de litoral, inauguraron un ap¨¦ndice de 12 suites que har¨ªa palidecer de envidia a m¨¢s de un hotelero en la zona, convencido tard¨ªamente de que el ¨²nico turismo sostenible exige la compra del paisaje circundante so pena de quedar asfixiado por un mar de hormig¨®n.
MIKASA SUITES & SPA
Puntuaci¨®n (0 a 10): 8
Categor¨ªa:2 estrellas. Direcci¨®n: carretera de Carboneras, s/n. 04149 Agua Amarga, N¨ªjar (Almer¨ªa). Tel¨¦fono: 950 13 80 73. Internet: www.mikasasuites.com. Instalaciones: jard¨ªn, piscina, spa, restaurante al aire libre. Habitaciones: 12 suites con ba?o, calefacci¨®n, aire acondicionado, TV sat¨¦lite. Servicios: no hay facilidades para discapacitados. Precios: temporada alta, 159 euros + 7% IVA; temporada baja, 119 euros + 7% IVA; desayuno incluido; oferta en julio: 15% de descuento. Tarjetas: Visa. Cierra del 10 de enero al 10 de marzo.
Con estructura cartesiana, la nueva hacienda de los Lezcano aparece semicamuflada a orillas de la carretera de acceso a Agua Amarga. Un panal de cubos sure?os, descolgado en terrazas, espera el decurso del tiempo para ver crecer a sus pies un jard¨ªn de cactus minimalista, ordenado con gusto y alimentado por goteo. Sus s¨®tanos ocultan los intercambiadores de energ¨ªa geot¨¦rmica con la cual se ahorra buena parte de la factura el¨¦ctrica.
En un barranco, la piscina invita a ensimismarse con la vista dirigida al horizonte, aunque no haya sido dise?ada con vaso desbordante. ?Qu¨¦ pena! Al borde se sirven los desayunos: un surtido de platos a la inglesa y unos muffins de chuparse los dedos. Luego, chapuz¨®n, tentempi¨¦, libro para la siesta y ¨²ltimo ba?o antes de endomingarse para la cena, en el restaurante que la hija de Lidia acaba de estrenar junto al miKasa original.
Nada se mueve en la atalaya de las suites. Apenas asciende hasta ella el rumor de la costa, ni la cal¨ªgine nocturna, ni el petardeo de las escasas motos que transitan entre N¨ªjar y Agua Amarga. Todo se aquieta y se duerme al frescor de las terrazas. Cada alcoba se guarda detr¨¢s de un port¨®n de acero claveteado con goznes s¨®lidos. Su interior destila el buen gusto de Griffith, adquirido en su juventud neoyorquina. Pero m¨¢s enf¨¢tico para los sentidos es aqu¨ª el decorado paisaj¨ªstico: el horizonte malva y la luna mordida por las palmeras.
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