Las canteras de Roma
Entre el mar Rojo y el Nilo se encuentran los yacimientos de granito y p¨®rfido con los que se levantaron templos, columnas, foros y villas
Justo frente a las playas de Hurghada, y sus peces de colores, se despliega un cord¨®n monta?oso donde empieza el desierto Oriental, el gran tamp¨®n de arena entre el mar Rojo y el Nilo. El mayor monte de la zona, el Yebel Shaayib, parece ara?ar el cielo con los siete dedos de una garra. Sus 2.242 metros lo convierten en la cumbre m¨¢s alta de Egipto fuera del Sina¨ª y quiz¨¢ por eso pretende tener algo de magia. En lo alto de sus riscos se encontrar¨ªa un ¨¢rbol de la luz que puede curar la ceguera. Eso dec¨ªan los viejos beduinos; pero nuestra idea no es subir a comprobarlo, sino viajar al pie de esa monta?a, por el principio de un desierto, el Oriental o Ar¨¢bigo, que escapa del mar y busca el Nilo con lentitud.
Se necesita un veh¨ªculo todoterreno y un buen conductor que conozca pistas casi sin huellas. El caso es que en un par de horas llegas a las canteras que surt¨ªan a Roma de piedras fabulosas, el granito de Mons Claudianus y el p¨®rfido de Mons Porphyrites. Dos lugares abandonados de todo excepto de alg¨²n rumor imperceptible, el hueco que deja en la historia un martillo a punto de descargar sobre una columna. El emperador Claudio (41-54 despu¨¦s de Cristo) declar¨® las canteras propiedad imperial y la explotaci¨®n fue masiva en tiempos de Trajano, de Adriano, de los Severos y hasta de Diocleciano, en el a?o 300. Roma, lejana s¨®lo en apariencia, conoc¨ªa el secreto mejor guardado del desierto egipcio, sus rocas de granodiorita, el granito del foro, y el p¨®rfido, la piedra p¨²rpura. Con granito egipcio, lleno de puntos de oro, se levantaban templos, villas y foros de la urbe. Con el intrigante p¨®rfido de color vino se esculp¨ªan estatuas de dioses y sarc¨®fagos.
Impresiona en Mons Claudianus un silencio que no rompe ni una mosca. Las monta?as parecen arrugarse y contraerse ulteriormente para parir la gran cantera de granito que surt¨ªa la capital del mundo antiguo. Hoy no se ve ni un cardo ni un lagarto. Abajo se extiende el esqueleto de lo que fue Fons Claudianus, una poblaci¨®n de canteros y militares. Quedan cuellos de ¨¢nforas rotas y muros hechos con piedra seca.
En algunas casas resisten las largas vigas de granito del techo y en otras no se han derrumbado los dinteles. Hay restos de unos ba?os y de un cuartel. En Fons Claudianus se com¨ªa pescado y lentejas, cebollas y carne de burro, y se beb¨ªa vino, no s¨®lo agua salobre, porque a Roma le importaba, y mucho, la calidad de un granito con el que se tallaron columnas para el Pante¨®n, la villa Adriana y el inacabado templo de Venus. Fons Claudianus era en realidad un hydreuma, un pozo fortificado para impedir asaltos y garantizar el trabajo de la piedra. Pero ni siquiera faltaban huertos para plantar vegetales, como han demostrado las excavaciones realizadas por el profesor Jean Bingen, de la Universidad de Bruselas, de 1987 a 1993.
Rocas plut¨®nicas
Ya en la cantera de Mons Claudianus, que apenas dista un kil¨®metro de Fons Claudianus, la ciudad en ruinas, mi gu¨ªa Salama me ense?a algo. Coge un guijarro del suelo, lo rompe y sale la verdadera faz del granito local, un blanco lechoso con pintas negras entre las que destellan motas doradas. No hay mayor misterio. Se trata de rocas plut¨®nicas, o ¨ªgneas, que acabaron sirviendo para sostener templos y vanidades en la antigua Roma. Muchas columnas han quedado apenas esbozadas en sus cavidades. El viento del desierto sigue perfilando a¨²n mejor su curvatura.
Por fin, a poca distancia de esa cantera espectral, ves la mayor sorpresa. Es Umm Dikal, la madre de las columnas, apenas un superlativo para una dorada y torneada columna de 22 metros de longitud, dos y medio metros de anchura y un peso de 250 toneladas. Una especie de barco encallado que nunca lleg¨® al Nilo. Tiene una gran raja en la parte superior: tal vez por eso se desisti¨® de seguir trabaj¨¢ndola y ah¨ª se qued¨®, desafiando a los escorpiones.
Los romanos no ve¨ªan especial dificultad en la magnitud de las distancias. Ten¨ªan tiempo y esclavos. Y una t¨¦cnica segura para llegar un d¨ªa a Roma: hacer etapas de pozo en pozo por el desierto. Luego les esperaba el Nilo y, m¨¢s tarde, el Mare Nostrum. Usaban trineos, carretas de hasta 12 ruedas, hombres, animales y mucha disciplina. Cerca de la cantera manaba Bir Amudghal, el gran pozo que surt¨ªa a Mons Claudianus y sus canteros. En un recodo aparece Bir Basha, una casa, un pozo de agua nada salobre y un ¨¢rbol de corteza blanca y hojas un tanto lloronas, tal vez por ser lo ¨²nico verde en muchas leguas. ?sta es zona de los beduinos ma'aza, que significa cabra. Las cabras dom¨¦sticas les dan leche, su vida.
La otra gran cantera, Mons Porphyrites, se encuentra a unos 50 kil¨®metros de Mons Claudianus y al pie del Yebel Dokhan, o Monte del Humo. Ah¨ª se sacaba el fabuloso p¨®rfido imperial, una roca de color p¨²rpura con cristales blancos que hac¨ªa las delicias de los emperadores romanos. De p¨®rfido se hac¨ªan las togas de los patricios y de los emperadores en las estatuas bicolores romanas. Esa piedra tan preciada de Egipto fue a parar a las columnas de Santa Sof¨ªa en Constantinopla.
La cantera de Mons Porphyrites fue descubierta por un legionario, Caius Cominius Leugas, en el a?o 18 y explotada desde el 28 hasta el 335. Hasta 1823 no fue redescubierta por el brit¨¢nico John Wilkinson. Era un lugar sin presencia humana desde el tiempo de los romanos. Luego, el rey Faruk explot¨® el p¨®rfido para decorar algunos edificios de El Cairo. Pero el hombre m¨¢s desinteresado y apasionado por el lugar fue el poeta y arque¨®logo aficionado Christopher Scaife. Se pon¨ªa una toga para comer en las ruinas del templo de Serapis, construido entre los a?os 117 y 119 junto a Mons Porphyrites. Y recitaba poemas ("fantasmas de viejos deseos...") por la cantera como si estuviese junto a las rubias orillas del T¨¢mesis.
? Luis Pancorbo
(Burgos, 1946) es autor de El banquete humano (Siglo XXI). Dirige en Televisi¨®n Espa?ola el programa Otros pueblos.
Gu¨ªa
C¨®mo ir- Hurghada, frente al Mar Rojo, es el mejor punto de partida para llegar a las canteras. ? Egyptair (902 27 77 01; www.egyptair.com) tiene vuelos en julio entre Madrid y Hurghada, con una escala, desde 710,58 euros, tasas incluidas (841,41, en agosto). Desde Barcelona, a partir de 720,76 euros (841.41, en agosto).- En las agencias y en los grandes hoteles de Hurghada se puede contratar un 4¡Á4 con un conductor-gu¨ªa que organiza la excursi¨®n. ?sta lleva unas seis horas de carretera, entre ida y vuelta.- Red Sea Desert Adventures (www.redseadesertadventures.com; 0020 123 99 38 60) ofrece una ruta de seis d¨ªas desde Hurghada, pasando por Mons Claudianus, Mons Porphyrites y otros asentamientos de la zona, siguiendo las rutas romanas por las que se transportaba la piedra. Para obtener informaci¨®n y presupuestos hay que enviar un correo electr¨®nico a: inquire@redseadesertadventures.com.Informaci¨®n- Turismo egipcio en Madrid. (915 59 21 21) Pl. de Espa?a, 18. Planta 5. Oficina 3.M¨¢s informaci¨®n en la gu¨ªa de Egipto de EL VIAJERO
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