Auge y ca¨ªda de Joan Laporta
El presidente m¨¢s popular en la historia del Bar?a se ha quedado solo, acosado y apenas rodeado de un grupo muy reducido de fieles
El estallido de emoci¨®n que provoc¨® el gol de Ronaldinho al Sevilla en la madrugada del 3 de septiembre de 2003 fue detectado por los sensibles sensores del observatorio Fabra. Mientras la ciudad dorm¨ªa, el griter¨ªo de los 80.237 aficionados del Camp Nou en un partido que comenz¨® a las doce y cinco minutos de la noche, provoc¨® algo parecido a un leve movimiento s¨ªsmico en Barcelona. No se hab¨ªa medido hasta entonces la pasi¨®n del f¨²tbol por ese procedimiento, pero a nadie debe extra?ar que los acontecimientos que rodean a este deporte tengan que ver con movimientos tect¨®nicos. Visto de esa forma, el Bar?a es ahora un club inestable: sus cimientos se han debilitado. La crisis se mide como si el club hubiera sufrido un terremoto. Poco queda alrededor de Joan Laporta, el presidente m¨¢s popular en la historia del club, salvo un grupo muy reducido de fieles.
Su llegada despert¨® una desbordante ilusi¨®n colectiva y se le compar¨® a Kennedy
El presidente ha sido un protagonista m¨¢s entre los rumores sobre los jugadores
Ebrio de popularidad, no midi¨® sus actos, ni los que afectaban a su vida privada
La moci¨®n de censura ha desembocado a Laporta y al club a un final violento
La llegada de Joan Laporta a la presidencia en 2003 fue recibida con un entusiasmo parecido al que desat¨® aquel gol de Ronaldinho. No hubo movimiento s¨ªsmico, pero s¨ª una desbordante ilusi¨®n colectiva. Laporta era un candidato joven (40 a?os), bien parecido, din¨¢mico, rodeado de un equipo de tecn¨®cratas que hab¨ªan triunfado en sus actividades profesionales. Se le compar¨® a Kennedy en la exageraci¨®n propia de los columnistas deportivos. Laporta hab¨ªa atravesado con humildad y tenacidad una larga traves¨ªa del desierto para convertir una plataforma con aires de revoluci¨®n ciudadana (el Elefant Blau, Elefante Azul) en una candidatura atractiva que pretend¨ªa terminar con los s¨ªntomas de agotamiento de un club afectado por 22 a?os de mandato de N¨²?ez y los ¨²ltimos coletazos de su sucesor Gaspart, un forofo en funciones de presidente. Algunas generaciones de socios cul¨¦s no hab¨ªan conocido otra cosa que la dial¨¦ctica derrotista de N¨²?ez, un personaje sin discurso, con tendencia a derramar l¨¢grimas, que achacaba su inoperancia a enemigos exteriores no identificados.
Laporta apareci¨® en escena como un personaje seductor que desprend¨ªa una imagen saludable y contagiosa. Su dial¨¦ctica era optimista, promet¨ªa un cambio profundo en las estructuras del club, mayor participaci¨®n del socio y una modernizaci¨®n en la gesti¨®n basada en las ¨²ltimas actualizaciones de la pr¨¢ctica empresarial. Las l¨¢grimas de N¨²?ez eran sustituidas por el power point de los ejecutivos de Laporta. ?Cab¨ªa mayor diferencia? Como contrapunto a lo que suced¨ªa en Madrid (una referencia obligada en el Barcelona) donde Florentino P¨¦rez hab¨ªa instalado las bases de una gesti¨®n globalizada con tintes neocapitalistas, la opci¨®n Laporta era perfecta: frente a un magnate cl¨¢sico, monol¨ªtico, con aires presidencialistas, el contrapunto que ofrec¨ªa Laporta era sugerente: trabajo en red y gesti¨®n descentralizada a modo y manera de las pujantes empresas de la era de Internet. Laporta y su equipo ofrec¨ªan una revoluci¨®n tecnocr¨¢tica aplicada al f¨²tbol.
Cinco a?os despu¨¦s, la red se ha roto, aquellos ejecutivos brillantes han abandonado el barco y el modelo se ha modificado por algo tan simple como pasado de moda: queda Laporta rodeado de amigos de la infancia (el perfil de directivo que no pregunta). Es un esquema harto conocido en el mundo del f¨²tbol: el presidente con su junta de floreros.
Y, sin embargo, no hace m¨¢s de dos temporadas la gesti¨®n de Laporta hab¨ªa logrado invertir la situaci¨®n y convertir al Barcelona en la marca futbol¨ªstica m¨¢s apreciada del planeta. Para remate, Florentino P¨¦rez abandonaba el Real Madrid y lo dejaba expuesto a una crisis institucional sin precedentes, donde los aspirantes dirim¨ªan sus asuntos en los juzgados a base de querellas. No hab¨ªa mejor modelo que el protagonizado por el "c¨ªrculo virtuoso" (una descripci¨®n usada por los ejecutivos del Barcelona procedente de la teor¨ªa empresarial en el tipo de empresas que trabajan en red y conocidas como clusters) que rodeaba a Laporta. La mejor gesti¨®n al lado del mejor espect¨¢culo sobre la verde pradera del Camp Nou. Dos Ligas, una Liga de Campeones y un juego m¨¢gico protagonizado por Ronaldinho representaron los mejores momentos del Barcelona.
?C¨®mo un modelo tan bien dise?ado ha quedado hecho a?icos en unos meses? Ni siquiera los ciclos econ¨®micos se alteran a esa velocidad salvo que suceda una evoluci¨®n indeseable en la cotizaci¨®n del petr¨®leo o una crisis financiera imprevista (hipotecas subprime, por ejemplo), es decir, factores externos que multiplican los efectos de una crisis. ?Ha sido el Barcelona un caso de burbuja futbol¨ªstica? Aun en su eterna comparaci¨®n con el otro grande, el parecido es aceptable: el Madrid de Florentino y los gal¨¢cticos entr¨® en crisis tras cuatro temporadas sin t¨ªtulos y a pesar de ello el presidente dimiti¨® tras haber ganado unas elecciones con un resultado casi a la b¨²lgara.
"He llegado a la conclusi¨®n de que en este tipo de clubes que no son sociedades an¨®nimas es necesario un presidente que no sepa de f¨²tbol o que adopte una posici¨®n m¨¢s distante respecto de las estrellas del equipo. Florentino, que hizo una gran gesti¨®n, se fue por su cercan¨ªa con los jugadores. Laporta se tendr¨¢ que marchar m¨¢s por sus gestos que por su gesti¨®n". Quien habla as¨ª es un ex miembro de la junta directiva del Barcelona que no desea ser identificado, un problema que ha permanecido invariable a lo largo de todo este reportaje. Ahora mismo, nadie quiere hablar con nombres y apellidos. Demasiada gente est¨¢ agazapada esperando su momento: antes quieren ver pasar el cad¨¢ver de Laporta.
"Voy a poner otro ejemplo", explica esta misma fuente. "Frank Rijkaard hizo una mala gesti¨®n deportiva con buenos gestos y se ha marchado con el aplauso de la afici¨®n. Cuando pase el tiempo, se ver¨¢ que Laporta hizo una buena gesti¨®n con malos gestos y eso habr¨¢ condicionado su final".
Todas las fuentes, afines o menos afines al presidente, apuntan al mismo rostro: el culpable es Laporta. Mejor dicho, su personalidad extrovertida, que ha puesto en riesgo los cimientos de una buena gesti¨®n.
"A Laporta se le ve¨ªa venir de lejos", afirma un ex colaborador. "Como candidato fue el opositor perfecto. Ten¨ªa la humildad suficiente como para aceptar los consejos de los expertos. Era un candidato mod¨¦lico y su proyecto despert¨® un gran entusiasmo. Detr¨¢s de esa imagen estaba el perfil de un hombre simp¨¢tico y extrovertido, pero con tendencias a ser un personaje irascible y radical, que terminar¨ªa dej¨¢ndose llevar por sus impulsos".
Sometido a un escrutinio diario por la prensa deportiva, los gestos de Laporta comenzaron a estar por encima de su gesti¨®n. Es una simplificaci¨®n inherente al periodismo deportivo y al propio f¨²tbol en Espa?a y en otras latitudes. "Frente a lo que pueda parecer", explica un directivo, "Laporta ha participado muy poco en la gesti¨®n del club. De hecho, su participaci¨®n fue nula en los primeros momentos. Sin embargo, ha quedado la conclusi¨®n de que la gesti¨®n ha sido suya. Es evidente que su papel deb¨ªa limitarse a una labor de representaci¨®n del club: cuando llegara el acuerdo, ¨¦l estar¨ªa para la foto". Los ¨¦xitos del Barcelona colocaron el foco cada vez m¨¢s centrado en la figura de Laporta y los jugadores. Todo lo dem¨¢s qued¨® aparentemente a resguardo. Pero, colocado en el foco, sus impulsos, su extroversi¨®n, su radicalismo, comenz¨® a deformar la verdadera imagen de la gesti¨®n.
"Su radicalismo pol¨ªtico no era un problema en principio", cuenta un ex asesor de Laporta. "Sus ideas nacionalistas e independentistas eran conocidas, pero no habr¨ªan sido un problema si no las hubiera ligado a sus actividades como presidente. El Barcelona es un club transversal y digiere muy bien diferentes opciones pol¨ªticas e incluso nacionalistas. De hecho, era conocida la afinidad de Gaspart por el PP y no represent¨® un problema". "En ese sentido", explica un ex directivo, "Laporta lo hizo mal. Fall¨® en los gestos. Nadie le escribi¨® en ning¨²n discurso lo de Visca Catalunya Lliure. Ni siquiera era necesario en un club como ¨¦ste decir Visca Catalunya. Lo apropiado era decir Visca el Bar?a. Porque ciertos elementos nacionalistas se pueden introducir sin crear tensi¨®n, como fue a?adir la senyera en las camisetas. Eso no ofend¨ªa a nadie".
Laporta comenz¨® a no escuchar a sus asesores. Sufri¨® alguna primera crisis en su junta (la marcha de Rosell y alg¨²n otro directivo), resuelta sin graves consecuencias. En los a?os de gloria y goles, Laporta se convirti¨® en el personaje m¨¢s popular de Catalu?a. Alg¨²n medio de comunicaci¨®n le contabiliz¨® m¨¢s de 400 participaciones en actos p¨²blicos durante un a?o. Durante la campa?a electoral catalana hubo tensiones entre candidatos por hacerse la foto con Laporta. Era el personaje m¨¢s deseado. "Y ¨¦l nunca gestion¨® bien esa situaci¨®n. No supo dar un paso atr¨¢s".
Sus andanzas comenzaron a hacerse p¨²blicas o a correr en voz baja. Los ¨¦xitos del equipo garantizaban cierta cobertura, una impunidad gratuita: los medios silenciaron algunos hechos por preservar la inmaculada popularidad del equipo y con ella la de su presidente. Pero algunas cosas no estaban funcionando bien.
Sucedi¨® el episodio del aeropuerto de El Prat, donde Laporta se baj¨® los pantalones a increp¨® a un guardia civil en un control de seguridad. El hecho no pas¨® de ser una an¨¦cdota, pero ejemplific¨® que la imagen virtuosa del club ten¨ªa alg¨²n tipo de grieta en su presidente. Y no pas¨® de una an¨¦cdota porque las im¨¢genes de aquella bronca, tenazmente buscadas por algunas televisiones, desaparecieron sin que nadie haya dado una explicaci¨®n. Sucesos posteriores (apart¨® a su ch¨®fer del volante del coche porque se neg¨® a cruzar un sem¨¢foro en ¨¢mbar) han incrementado esa sensaci¨®n y la han agravado: tambi¨¦n dentro del equipo estaban ocurriendo hechos poco edificantes. Laporta cre¨ªa que gozaba de cierta protecci¨®n. Pero la perdi¨®.
Ebrio de popularidad, no midi¨® ninguno de sus actos, ni siquiera aquellos que pod¨ªan afectar a su vida privada. Empezaron a ser p¨²blicos, que no publicables, las relaciones sentimentales de algunos altos cargos con personal del club, y entre ellos el propio presidente. Hab¨ªa un ambiente interno de euforia sin freno tal que la mezcla de camarader¨ªa, goles, celebraciones y amor¨ªos entre algunos de sus protagonistas parec¨ªan confundir el Ed¨¦n con el Barcelona. La protecci¨®n de que gozaba Laporta ten¨ªa otra explicaci¨®n: el Barcelona era la ¨²nica instituci¨®n que parec¨ªa funcionar en una Catalu?a deprimida por ciertos desastres (el t¨²nel del Carmel, los conflictos del tripartito, los retrasos en las obras del AVE...).
Algunas leyendas urbanas corrieron por la ciudad relacionadas con los jugadores, Laporta y algunos de los suyos. No se ha hecho un gran esfuerzo por verificarlas en alg¨²n caso. En otros, hay testigos presenciales. La ciudad ha sido un hervidero de rumores en los ¨²ltimos meses, aunque la gesti¨®n empresarial ha seguido su curso, los ingresos han seguido multiplic¨¢ndose y sin que pueda argumentarse que la marca Barcelona haya perdido cr¨¦dito internacional. "Del club se comentaban algunas cosas que eran falsas. Una de ellas era el caso del asesoramiento de Johan Cruyff", explica un directivo. "Cruyff no asesoraba al club, de hecho se quejaba de que ya no le preguntaban, pero cuando llega la hora de votar en la moci¨®n, Laporta lo hace con Cruyff. Otro error".
Los rumores sobre la vida alegre de algunos jugadores no son nuevos cuando corren tiempos de crisis deportiva. Pero en este caso, se les incorporaba un elemento nuevo: el propio Laporta. Como si fuera un protagonista m¨¢s. Los rumores sobre su separaci¨®n matrimonial aumentaron y en esas salt¨® el episodio del robo de su ordenador. Alguien sustrajo el ordenador del presidente en las oficinas del club. Parece que fue intencionado. Alrededor de ese ordenador y su presunto contenido se han disparado todo tipo de versiones. Como siempre, Laporta estaba en medio. Y el prestigio del Barcelona, en entredicho.
Hay quien establece paralelismos entre la decadencia de Ronaldinho y la de Laporta. Lo cierto es que son coincidentes en el tiempo y no tienen otra explicaci¨®n que la mera casualidad, pero da pie a que las versiones se retuerzan. La protecci¨®n se rompi¨®, a cada uno le fue cayendo lo suyo y en el paquete estaban todos juntos, jugadores y presidente. La gesti¨®n de Laporta comenz¨® a ser juzgada por lo que suced¨ªa en el terreno de juego y por sus comportamientos fuera del estadio. En noviembre de 2007, recompon¨ªa el organigrama de su junta para limitar las competencias de algunos de sus directivos m¨¢s brillantes y evitar que adquirieran un protagonismo que reservaba para ¨¦l. Ese comportamiento neur¨®tico propio de quienes creen que hay conspiraciones contra ¨¦l ya se hab¨ªa manifestado en otro turbio suceso relacionado con el descubrimiento de unos micr¨®fonos ocultos en el club. Por otro lado, Laporta hab¨ªa llegado a la conclusi¨®n de que ¨¦l representaba mejor la esencia del aficionado cul¨¦: mientras los tecn¨®cratas ganaban dinero en el extranjero, ¨¦l hab¨ªa permanecido a?os escuchando las inquietudes del socio.
Hasta que la magia se rompi¨® definitivamente. La iniciativa de un voto de censura promovida por un socio, a quien nadie ha pedido demasiadas explicaciones sobre qui¨¦n podr¨ªa estar financi¨¢ndola, ha terminado por desembocar al club y a Laporta hacia un final violento. El voto de censura fracas¨®, pero ha sido un ¨¦xito de convocatoria y ha evidenciado que la masa social quiere un cambio en la presidencia. Los ejecutivos m¨¢s brillantes han terminado por abandonar el barco. Laporta se ha quedado solo en compa?¨ªa de pretorianos. Curiosamente, una encuesta realizada por TV3 d¨ªas antes del voto de censura proclamaba que el 77% de los socios aprobaban las ¨²ltimas decisiones del club: el fichaje de Guardiola como entrenador y la marcha de Ronaldinho y Eto'o. "Estaba claro que los socios daban por buena la gesti¨®n, pero no quieren a Laporta", concluye un ex directivo. Por otro lado, la econom¨ªa del club parece saneada: sus ingresos previstos rondan los 380 millones de euros y la deuda neta habr¨¢ bajado de 218 a 190 millones.
En esas condiciones, la de un presidente acosado, con las encuestas en contra, la prensa disfrutando de barra libre para criticarle y la posici¨®n engordando por momentos, la teor¨ªa no escrita del f¨²tbol dicta que no queda otra salida que confiar en el juego y los goles del equipo. La econom¨ªa queda aparte. Sin embargo, hay una asamblea de compromisarios dentro de un par de meses y en ese periodo el Barcelona no estar¨¢ todav¨ªa en disposici¨®n de ganar un t¨ªtulo. Adem¨¢s, hay antecedentes que prueban que este argumento puede quedar en desuso: Lorenzo Sanz perdi¨® la presidencia del Real Madrid tras haber ganado una Liga de Campeones.
La personalidad extrovertida de Laporta no parece ser la m¨¢s recomendable para gestionar una etapa tan cr¨ªtica. Habr¨¢ que observar hacia d¨®nde apuntan sus impulsos: dicen que tiene alma de delantero centro (jug¨® en esa posici¨®n en el Sant Andreu) y que s¨®lo sabe comportarse al ataque. Y un presidente acosado actuando a la desesperada augura un final de partido esquizofr¨¦nico.
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