Sadomaso ¨ªntimo
Max Mosley, hijo de un ex jerarca fascista y uno de los patrones de la F-1, desata la pol¨¦mica sobre el derecho a la intimidad y los l¨ªmites de la libertad de prensa al denunciar a un tabloide brit¨¢nico que difundi¨® un v¨ªdeo que le muestra en una org¨ªa de supuestas connotaciones nazis
Cinco madamas dominantes de alto standing, un hombre rico y con muchas canas que lleva 45 a?os practicando sadomasoquismo a espaldas de su familia, un tabloide con muy pocos escr¨²pulos, una org¨ªa de sexo y dolor con evocaciones nazis (o no, ya se ver¨¢...), unos padres arist¨®cratas y fascistas que se casaron en casa de Goebbels y con Hitler de invitado, un caso quiz¨¢ crucial para la libertad de expresi¨®n o tal vez para el derecho a la intimidad, y un juez con fama de querer legislar por su cuenta. Introduzca estos ingredientes en la coctelera medi¨¢tica; agite con entusiasmo, pero procure no lastimarse -la legalidad del sadomasoquismo no depende de las ganas de los protagonistas, sino de las consecuencias de sus actos-, y sirva el explosivo combinado en la copa que m¨¢s gusto le d¨¦: est¨¢ usted a punto de entrar en el apasionante litigio que enfrenta a Oswald Mosley y al dominical londinense News of the World.
El peri¨®dico argumenta que su actuaci¨®n tiene inter¨¦s p¨²blico porque era una org¨ªa nazi y por el nivel sadomasoquista
La historia empez¨® el 30 de marzo pasado. "El patr¨®n de la F-1, Max Mosley, en una enfermiza org¨ªa nazi con cinco prostitutas", titulaba el diario ese domingo un largo art¨ªculo en el que detallaba las cinco horas de sexo sadomasoquista del presidente de la Federaci¨®n Internacional de Automovilismo (FIA). La revelaci¨®n pareci¨® poner a Mosley contra las cuerdas, pero ¨¦ste neg¨® que la org¨ªa tuviera connotaciones y defendi¨® su derecho a hacer con su cuerpo lo que quisiera mientras no vulnerase la ley.
Amado, temido u odiado, seg¨²n los casos, nadie le niega a Max Mosley, de 68 a?os, una fuerte dosis de valent¨ªa. O de osad¨ªa. O de completa locura, seg¨²n el color del cristal con que se mire. En lugar de salvar los muebles y rezar para que el esc¨¢ndalo se acabara cuando antes, Mosley tir¨® por la calle de en medio y denunci¨® a News of the World por grave intromisi¨®n en su privacidad.
El diario no s¨®lo public¨® la historia con gran detalle en su edici¨®n de papel, sino que difundi¨® en su edici¨®n electr¨®nica un breve resumen de la sesi¨®n, grabada en secreto. Mosley perdi¨® de entrada una primera batalla judicial porque el juez permiti¨® que el v¨ªdeo siguiera emiti¨¦ndose. No porque fuera una causa justa, sino porque el da?o ya estaba hecho: en s¨®lo dos d¨ªas, en la Red hab¨ªa sido visto por casi 1,5 millones de personas. Ahora se estima que son ya 3,5 millones.
En el v¨ªdeo se ve a Mosley acatando las primeras ¨®rdenes de sumisi¨®n para que una de las mujeres inspeccione si ha contra¨ªdo piojos "en la otra instalaci¨®n", c¨®mo recibe algunos potentes golpes de vara en el trasero desnudo, c¨®mo los papeles cambian y es ¨¦l quien propina alg¨²n latigazo. Las alusiones nazis ser¨ªan la chaqueta militar que viste una de las chicas, los uniformes a rayas de los reclusos y el hecho de que tanto Mosley como una de las chicas hablan en alem¨¢n en una de las escenas. El v¨ªdeo explica, pero no muestra, que despu¨¦s de los azotes lleg¨® el sexo ya m¨¢s convencional y que la fiesta acab¨® con ellas degustando una copa de vino y ¨¦l una taza de t¨¦ en animada conversaci¨®n.
Al llevar el caso ante los tribunales para defender su privacidad, Max Mosley ha conseguido de entrada el objetivo contrario: divulgar los detalles de la sesi¨®n y dar explicaciones p¨²blicas de sus relaciones sadomasoquistas. Quiz¨¢ era eso lo que buscaba.
En las sesiones del juicio, celebradas esta semana, se ha sabido que conoce a la organizadora del grupo, identificada como Mujer A, desde hace unos dos a?os; que le dio 45.000 euros para alquilar y reformar el s¨®tano de Chelsea; que se ven cada dos semanas m¨¢s o menos; que a ¨¦l le conocen por el nombre de Mike, y que paga unas 500 libras por sesi¨®n a cada chica. Mike y la Mujer A compiten entre ellos para ver qui¨¦n es capaz de aguantar m¨¢s dolor. Ante el juez, la Mujer A compar¨® una sesi¨®n de sadomasoquismo (S&M) con lo que se siente al final de una carrera de marat¨®n.
La Mujer A suele organizar sesiones masivas de S&M en una casa del norte de Londres, en las que cobra 250 euros a cada asistente. Pero lleva dos meses sin trabajar porque muchos clientes la han reconocido en el v¨ªdeo de Mosley y se han asustado. "Me han reconocido por la manera caracter¨ªstica de mis latigazos", explic¨® en el estrado. Neg¨® que hubiera connotaciones nazis en la sesi¨®n con Mosley, pero reconoci¨® que en el fragor de los azotes se le escap¨® la frase "somos la raza aria, los rubios", una referencia que en ese escenario lleva a pensar en el nazismo.
La Mujer B es alemana, y es la que hablaba en alem¨¢n con Mosley. Pero tambi¨¦n ella neg¨® que fuera una org¨ªa nazi; afirm¨® que sent¨ªa como "un insulto y una ofensa que un diario considere que alem¨¢n es lo mismo que nazi", y explic¨® que la chaqueta de la Luftwaffe utilizada aquel d¨ªa es contempor¨¢nea, no de la era nazi.
La Mujer D, que est¨¢ acabando su doctorado, no ha perdido clientes porque en el v¨ªdeo s¨®lo se le ve el trasero, y "a menos que alguien est¨¦ muy familiarizado con su forma, es muy dif¨ªcil que me reconozcan". La Mujer D afirm¨® que la idea de la sesi¨®n fue suya, y que el objetivo no era recrear un campo de concentraci¨®n, sino someterse al sufrimiento de ser interrogado por un extranjero, y que la rotundidad de la lengua alemana le pareci¨® ideal para sentir esa presi¨®n. La Mujer D se declar¨® muy disgustada por la traici¨®n de la Mujer E, que acept¨® colocar una c¨¢mara oculta en el s¨®tano de Chelsea para que News of the World pudiera probar la historia y le pagara los 32.000 euros prometidos. Pero al final s¨®lo cobr¨® 15.000 porque las alegor¨ªas nazis no eran tan clamorosas como esperaba el diario.
El diario sufri¨® el jueves un rev¨¦s cuando no tuvo m¨¢s remedio que renunciar a citar a declarar a la Mujer E debido a que vive en un permanente estado de ansiedad que no le permite testificar.
El hecho de que sea o no una sesi¨®n inspirada en el nazismo es una de las claves en las que el News of the World se apoya para justificar que la publicaci¨®n de la historia ten¨ªa inter¨¦s p¨²blico. Para Max Mosley es, adem¨¢s, un viaje a los demonios del pasado familiar. Su padre, sir Oswald Mosley, era el l¨ªder de la Uni¨®n Brit¨¢nica de Fascistas (BUF, en sus siglas en ingl¨¦s). Su madre era Diana Mitford, una de las seis hermanas Mitford, conocida -junto a otra de ellas, Unity- por su admiraci¨®n por Adolf Hitler y el nazismo. Oswald y Diana se conocieron en un mitin fascista en 1932, cuando ambos estaban casados. Se hicieron amantes y, tras enviudar ¨¦l y divorciarse ella, se casaron en Berl¨ªn, en la residencia de Goebbels, el 6 de octubre de 1936. Hitler fue uno de los escasos invitados, y les regal¨® una foto suya con un marco de plata.
Un documento de la ¨¦poca de los servicios de inteligencia brit¨¢nicos, desclasificado en 2002, dice de ella: "Diana Mosley, esposa de sir Oswald Mosley, es, seg¨²n nuestras informaciones, la 'mejor autoridad' en su familia y en su c¨ªrculo ¨ªntimo, la que m¨¢s posibilidades tiene de convertirse en un peligro p¨²blico en este momento. Se dice que es mucho m¨¢s lista y peligrosa que su marido, y capaz de lo que sea para cumplir sus ambiciones".
Durante la guerra, los padres de Max Mosley fueron encarcelados por sus simpat¨ªas nazis, aunque acabaron juntos en un chal¨¦ privado dentro del recinto de la prisi¨®n de Holloway. "En ning¨²n otro sitio he cultivado mejores fresas salvajes", escribi¨® a?os despu¨¦s la madre en sus memorias. En 1943, el Gobierno les liber¨® de la c¨¢rcel y les mantuvo en arresto domiciliario hasta el final de la guerra.
"Este proceso no es un foro para debatir los demonios de sir Oswald Mosley", dijo su abogado en el estrado. "Los pecados del padre no pueden ser examinados a trav¨¦s del hijo, que naci¨® cuando la Uni¨®n de Fascistas Brit¨¢nicos no era m¨¢s que memoria y cuando Gran Breta?a ya hab¨ªa entrado en guerra con la Alemania nazi", a?adi¨®. En su propia declaraci¨®n, Mosley asegur¨® que se le ocurren "muy pocas cosas menos er¨®ticas que hacer el papel de un nazi". "Durante toda mi vida he tenido la resaca de mis antecedentes, de mis padres, y la ¨²ltima cosa que quiero hacer en un contexto sexual es pensar en ellos", explic¨®.
Mosley revel¨® que lleva 45 a?os practicando sadomasoquismo a escondidas de su mujer. "Si no fuera por sobornos y actos ilegales, nunca se habr¨ªa sabido". Y defendi¨® que el dolor es placentero: "Prefiero hacer eso que tirarme a una piscina de agua fr¨ªa", explic¨®.
El News of the World no s¨®lo argumenta que su actuaci¨®n tiene inter¨¦s p¨²blico porque considera que Mosley particip¨® en una org¨ªa nazi, sino por el nivel que alcanz¨® la sesi¨®n sadomasoquista, que, a juicio del director del diario, Colin Myler, tuvo "un aroma potencialmente delictivo" porque el trasero de Mosley sangraba despu¨¦s de recibir 15 azotes. "?Habla usted en serio?", le pregunt¨® a Myler el abogado de Mosley. "Es lo que hizo el se?or Mosley. El News of the World no le llev¨® a patadas a aquel apartamento en Chelsea. Ni le oblig¨® a hacer lo que hizo con cinco mujeres durante cinco horas, que fue brutal", respondi¨® el periodista. Pero admiti¨® que ¨¦l s¨®lo hab¨ªa visto peque?os fragmentos del v¨ªdeo y que quiz¨¢ debieron traducir las frases en alem¨¢n antes de publicar el texto.
La legislaci¨®n brit¨¢nica es confusa acerca del sadomasoquismo. En 1987, la polic¨ªa realiz¨® una redada en West Yorkshire y detuvo a 36 homosexuales. Tambi¨¦n confisc¨® un v¨ªdeo sobre actividades sadomasoquistas. En diciembre de 1990, 16 de ellos admitieron ser las personas que aparec¨ªan en el v¨ªdeo, convencidos de que no estaban haciendo nada ilegal porque todos ellos eran adultos que sab¨ªan lo que hac¨ªan, y lo hac¨ªan porque quer¨ªan. Pero acabaron siendo condenados porque el juez entendi¨® que el nivel de violencia de sus actos alcanza el grado de asalto, y la ley proh¨ªbe no s¨®lo asaltar a otros, sino aceptar que te asalten. Hay excepciones, como el boxeo, el rugby o los tatuajes, pero no el sadomasoquismo. Ahora ser¨¢ la justicia la que decida si Max Mosley lleg¨® a ese nivel en la org¨ªa de Chelsea.
El caso ha suscitado un debate que va mucho m¨¢s all¨¢ de lo que ocurri¨® en ese apartamento. Seg¨²n expertos citados por el diario The Guardian, un 14% de los hombres y un 11% de las mujeres brit¨¢nicas han tenido alguna experiencia sadomasoquista. "Hay gente que no se considera a s¨ª misma sadomasoquista, pero que ha experimentado dej¨¢ndose atar con un cintur¨®n o una palmadita aqu¨ª o all¨¢", asegura la terapista sexual Pamela Stephenson Connolly.
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