Sobre la moral y el mercado
La historia econ¨®mica reciente del "primer mundo" -los pa¨ªses de Europa occidental y del norte, los pa¨ªses angl¨®fonos, Jap¨®n, Taiwan, Singapur y Corea del Sur- ha demostrado a las claras que el capitalismo de libre mercado es el sistema econ¨®mico m¨¢s productivo del que dispone la humanidad. Entre 1945 y el final del siglo XX, todos esos pa¨ªses mejoraron la calidad de su producci¨®n agraria e industrial y el nivel de vida de la mayor¨ªa de sus habitantes. Sus Gobiernos permitieron diversos grados de iniciativa econ¨®mica privada y mostraron distintos niveles de preocupaci¨®n oficial por la educaci¨®n, la salud y la seguridad econ¨®mica permanente de sus ciudadanos. Y todos ellos obtuvieron resultados mucho mejores que los pa¨ªses gobernados por reg¨ªmenes centralizados y autoritarios, de tipo sovi¨¦tico, o por dictaduras militares y olig¨¢rquicas.
La crisis econ¨®mica de EE UU es el fruto de tantas pol¨ªticas de desregulaci¨®n
La crisis de las hipotecas basura prueba que el mercado es amoral
Sin embargo, el capitalismo de libre mercado tiene un defecto muy peligroso que puede hacer que se venga abajo todo el edificio. El mercado, si no se regula, es completamente amoral. La competencia de mercado decide qu¨¦ productos son los m¨¢s atractivos para los consumidores, qu¨¦ ejecutivos gestionan mejor las complejas relaciones humanas dentro de la empresa, qu¨¦ abogados protegen con m¨¢s eficacia sus intereses en la interpretaci¨®n de los contratos y las leyes fiscales, qu¨¦ anunciantes atraen el mayor n¨²mero de clientes, etc¨¦tera. La competencia de mercado influye tambi¨¦n enormemente en los salarios y otras condiciones de empleo en todos los niveles de la empresa. Pero el objetivo es obtener beneficios en la producci¨®n y el intercambio de bienes y servicios, con el m¨ªnimo control posible por parte de Gobiernos y sindicatos. El mercado no se preocupa por el destino de los individuos, salvo en sus funciones de trabajadores y consumidores.
Entre los a?os treinta y alrededor de 1970, la izquierda democr¨¢tica del Primer Mundo logr¨®, con bastante ¨¦xito, a?adir al capitalismo de mercado el complemento de grandes inversiones p¨²blicas en calidad de vida: educaci¨®n, sanidad, vacaciones remuneradas y seguridad social. Asimismo, en la ¨¦poca de Franklin Roosevelt, el Gobierno de Estados Unidos, consciente de que el mercado era amoral, aprob¨® diversas leyes que exig¨ªan transparencia y libertad de informaci¨®n en las actividades de banca e inversiones, e impuestos progresivos sobre la renta y las plusval¨ªas para sufragar los servicios sociales y limitar hasta qu¨¦ punto los ricos se hac¨ªan cada vez m¨¢s ricos y los pobres cada vez m¨¢s pobres bajo el capitalismo descontrolado.
La derecha democr¨¢tica, por su parte, critic¨® el "Estado del bienestar" por considerarlo demasiado caro y se opuso pr¨¢cticamente a cualquier regulaci¨®n de los mercados capitalistas diciendo que era poner obst¨¢culos a la "libertad de empresa" o al funcionamiento del "libre mercado".
Durante las presidencias de Ronald Reagan y los dos Bush, la derecha estadounidense consigui¨® recortar cada vez m¨¢s los servicios sociales y evadir los controles de la banca y la Bolsa establecidos en los decenios anteriores. Una manera frecuente de no cumplir las normas existentes era llenar las comisiones federales supervisoras de conservadores que no cre¨ªan en la legitimidad de las normas.
La actual crisis econ¨®mica de Estados Unidos, que ahora est¨¢ extendi¨¦ndose (esperemos que con menos gravedad) a Europa y los pa¨ªses de la costa del Pac¨ªfico, es en gran parte resultado de la desregulaci¨®n llevada a cabo desde 1970. El colapso multimillonario m¨¢s espectacular -aunque en absoluto el ¨²nico- causado por las recientes pol¨ªticas de desregulaci¨®n es la crisis de las hipotecas basura. Como la desregulaci¨®n permiti¨® que una serie de "instituciones financieras" rebautizadas y vagamente definidas, no sujetas a las leyes bancarias, entrasen en el mercado de la vivienda, ¨¦stas se dedicaron a ofrecer con libertad hipotecas basura, documentos que no tienen que cumplir los criterios bancarios tradicionales. Adem¨¢s, transforman esas hipotecas en "valores" que pueden vender como si fueran inversiones leg¨ªtimas, pero en las que el comprador (y a menudo el vendedor) no saben exactamente qu¨¦ hipotecas, ni por cu¨¢ntos d¨®lares, entran en cada paquete como "valores". Muchos banqueros, y muchos empleados de firmas que negocian tradicionalmente en valores para grandes inversores privados, han reconocido que no sab¨ªan con exactitud qu¨¦ "valor" estaba detr¨¢s de una hipoteca basura "valorada".
Esa ignorancia, no obstante, no les impidi¨® compartir el entusiasmo mientras la burbuja crec¨ªa ni ser responsables de las p¨¦rdidas de miles de millones de d¨®lares y de las numerosas bancarrotas de las empresas a las que est¨¢n o estaban asociados.
Para mencionar un efecto de onda expansiva relativamente suave de la ca¨ªda de las hipotecas basura: en el segundo trimestre de este a?o, la caja de ahorros y pr¨¦stamos Washington Mutual perdi¨® casi el triple de dinero que en el segundo trimestre de 2007. Nadie ha explicado por qu¨¦ los responsables de la mayor caja de ahorros del pa¨ªs invirtieron tanto dinero en hipotecas basura, pero las p¨¦rdidas acumuladas han puesto en peligro la existencia del equipo directivo actual. Para sofocar la revuelta de los accionistas, los directores han recurrido a una gran empresa privada de renta variable, de la que recibir¨¢n miles de millones en capital nuevo y a la que vender¨¢n acciones del banco a un precio un 26% inferior al precio de mercado el d¨ªa del acuerdo. Mientras tanto, sin consultar a sus accionistas actuales, han rechazado una oferta de compra de JPMorgan Chase que habr¨ªa pagado un precio m¨¢s favorable a los titulares. Todo ello es perfectamente "legal" en el mercado desregulado e incluso puede considerarse una operaci¨®n del "libre mercado".
La crisis de las hipotecas basura es un ejemplo perfecto de la amoralidad del mercado. Los que vendieron esos "valores", en su mayor¨ªa, no intentaban robar a nadie. En general, no dijeron mentiras deliberadas. Su trabajo consiste en vender y obtener un beneficio. Si el cliente no protege sus propios intereses, es problema suyo. Los ¨²nicos que ser¨¢n castigados seguramente por esta conducta son aquellos de quienes se puede demostrar que se deshicieron de manera consciente de sus propios "valores" al mismo tiempo que los recomendaban ardientemente a sus clientes. Si se les habla de su responsabilidad profesional respecto al p¨²blico, cuentan lo mucho que han contribuido a obras ben¨¦ficas, o lo importante que fue para ellos crear un negocio inmobiliario en una ciudad que no ten¨ªa ninguno, o que esos grandes beneficios y esas primas anuales fueron fundamentales para conseguir el mejor tratamiento m¨¦dico posible para su madre o su t¨ªa.
Toda prosperidad y justicia social en el mundo depende, a la hora de la verdad, de la honestidad y la transparencia de las actividades econ¨®micas. Es cuesti¨®n de leyes y de moral. Tiene que haber leyes que protejan a los que no son especialistas, los que no son ricos y los profesionales de las finanzas que desean actuar con decencia y necesitan tener la seguridad de que sus competidores van a atenerse a unas normas justas y claras.
Pero las leyes, para ser viables en una sociedad compleja, deben ser lo bastante flexibles como para dejar margen a esa complejidad, y dicha flexibilidad significa tambi¨¦n que quienes desean eludir las normas, muchas veces, se las arreglan para hacerlo "legalmente". Por consiguiente, no es posible defender un sistema amoral como el "mejor" sistema para la sociedad en general. Es preciso que exista un sentido de la responsabilidad personal y profesional. Y es preciso que se responda ante las autoridades de un sistema pol¨ªtico democr¨¢tico.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Gabriel Jackson es historiador estadounidense.
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