Un certamen que ha convertido la ciudad en referente internacional
Despu¨¦s de 31 ediciones con ¨¦xito, un Festival muy consolidado ha situado a la capital alavesa en la primera divisi¨®n de la m¨²sica afroamericana
No eran tiempos para alegr¨ªas y menos para m¨²sicas que no fueran las marchas militares. Un a?o antes, la Polic¨ªa Nacional en un ataque desproporcionado, hab¨ªa acabado con la vida de cinco obreros y malherido a decenas de compa?eros que se encontraban reunidos en asamblea en el barrio de Zaramaga. Vitoria, la apacible ciudad de provincias durante el franquismo, capital de militares, curas y monjas, provinciana y presuntamente tranquila, viv¨ªa un periodo m¨¢s que turbulento tras la muerte del dictador Francisco Franco. Pero la inquietud an¨ªmica que revolv¨ªa la ciudad superaba la reivindicaci¨®n sindical y alcanzaba todos los ¨®rdenes, entre otros el musical. Al final, en 1977, el 28 y 29 de julio, el Polideportivo de Mendizorroza acoge la primera edici¨®n del Festival de Jazz.
Peterson y Waters fueron los primeros m¨²sicos negros que recibi¨® Vitoria
El Festival se hizo adulto en 1982, con Ella Fitzgerald y Dizzy Gillespie
Wynton Marsalis es uno de los grandes embajadores del certamen
Se ha afirmado como un motor econ¨®mico para la ciudad y Euskadi
Los viejos aficionados se acordar¨¢n sin duda de Clamores, formaci¨®n en la que tocaban el veterano Pedro Ruy Blas y un joven Jorge Pardo, sin duda uno de los grupos clave en el jazz espa?ol de los setenta. En aquella edici¨®n, adem¨¢s, participaron los vitorianos Fausto, con ?ngel Celada a la bater¨ªa. Los otros dos grupos que completaban el cartel proced¨ªan de Polonia y Checoslovaquia, al otro lado del tel¨®n de acero, en lo que ser¨ªa el comienzo de una activa amistad del Festival de Vitoria con formaciones europeas.
En la tercera edici¨®n se incorpora I?aki A?ua como director. De su primera selecci¨®n, destaca sin duda la presencia del pianista catal¨¢n Tete Montoli¨², uno de sus m¨²sicos m¨¢s queridos desde entonces. Aunque treinta?ero, A?ua era un mel¨®mano veterano en aquel 1979. Su afici¨®n por el jazz se remonta a la adolescencia. Estaba suscrito a las revistas francesas de culto: Jazz Hot, Jazz Magazine y Cahiers de Jazz. "En aquellos a?os de dictadura, lo m¨¢s dif¨ªcil era conseguir los discos; afortunadamente nosotros ten¨ªamos la suerte de que un amigo, que estudiaba ingenier¨ªa en Suiza, me prove¨ªa; lo mismo que mi hermano, que sol¨ªa acudir a Francia. Hasta el punto de que recibi¨® el encargo de Radio Vitoria para que abasteciera de discos su fonoteca".
A?ua pone fecha a los primeros conciertos de esta m¨²sica que se organizaron en la ciudad. "Con 17 a?os me encuentro a Pep¨ªn Nieto" -hoy Jos¨¦ Nieto, premio Nacional de M¨²sica, y uno de los grandes compositores de bandas sonoras- tocando la bater¨ªa en el hotel Canciller de Vitoria durante las fiestas de La Blanca. Y entre los dos organizamos unas jam session con aquellos m¨²sicos de las orquestas que ven¨ªan a la ciudad y que les gustaba el jazz. Ese fue el embri¨®n del festival".
Pero desde aquellas veleidades juveniles a tomar la direcci¨®n de un certamen hay un gran camino, y al actual director del Festival ni se le pas¨® por la cabeza que alg¨²n d¨ªa se dedicar¨ªa en exclusiva a ello. "Es m¨¢s, yo ten¨ªa mi propio negocio, con Luis Lasa, y s¨®lo hab¨ªa presentado una actuaci¨®n de una banda de dixieland, cuando los de la Caja Provincial me llamaron quince d¨ªas antes de la tercera edici¨®n y me pidieron que organizara algo, que los anteriores responsables no segu¨ªan".
As¨ª que se puso manos a la obra y trajo a Vitoria a formaciones catalanas como La Locomotora Negra o al citado Tete Montoli¨². Ya en la quinta edici¨®n se present¨® a Oscar Peterson, "la primera vez que ven¨ªan m¨²sicos negros a tocar jazz a Vitoria, porque hasta entonces todos hab¨ªan sido m¨²sicos blancos", recuerda A?ua. Peterson act¨²a, en 1981, con Muddy Waters, que protagoniza la incorporaci¨®n del blues al Festival, la asunci¨®n por parte de los organizadores de que son posibles otras m¨²sicas. La ciudad, al igual que el resto del pa¨ªs, se ha desprendido de la carga del franquismo, tras el fracaso del 23-F, el intento de golpe de Estado de Tejero. Llegan nuevos tiempos y el festival de jazz de Vitoria, en una Espa?a m¨¢s que parca en convocatorias populares de m¨²sica, se convierte en referencia de modernidad.
Al mismo tiempo que se convierte en referente simb¨®lico de los nuevos tiempos, el evento va cogiendo empaque musical. En 1982, el Festival se hace adulto con la presencia en el programa de la espl¨¦ndida Ella Fitzgerald, el blues de Albert Collins o el be bop de Dizzy Gillespie. Al a?o siguiente regresa la Fitzgerald y Oscar Peterson, en una edici¨®n protagonizada por el gran bajista Jaco Pastorius. Con la repetici¨®n de figuras se inicia tambi¨¦n una de las marcas de la casa, el establecimiento de excelentes relaciones con las estrellas del jazz, que toman querencia por esa peque?a ciudad al norte de Espa?a que es Vitoria.
La edici¨®n de 1985 supone una inflexi¨®n en el recorrido del festival. Act¨²a por primera vez el cantante Bobby McFerrin, con lo que supone de incorporaci¨®n de nuevas expresiones jazz¨ªsticas, apuesta que corrobora la formaci¨®n Steps Ahead. Adem¨¢s, en aquel programa se encuentran ecos del que, ahora, 23 a?os despu¨¦s, se presenta en Mendizorroza: particip¨® el cuarteto de Herbie Hancock y el brasile?o Antonio Carlos Jobim, protagonista de la entrada de la bossa nova en el certamen.
A estas alturas, I?aki A?ua ya se ha profesionalizado. "En un principio, la oficina del Festival estaba en mi casa y el tel¨¦fono era el m¨ªo. Pero al final llega un momento en que tengo que dedicarle toda mi vida al festival", apunta. A la n¨®mina de figuras que act¨²an en Vitoria en la segunda semana de julio se incorporan el guitarrista Pat Metheny, Manhattan Transfer y Wynton Marsalis, quien se convertir¨¢ en uno de los principales valedores de la convocatoria vitoriana en el resto del mundo. No en vano, la organizaci¨®n y el Ayuntamiento de la ciudad le han dedicado una estatua en el parque de la Florida. A cambio, el m¨²sico neoyorquino ha compuesto y grabado Vitoria Suite.
Y, justo hace veinte a?os, en la duod¨¦cima edici¨®n, llega el esplendor al Festival, que se abre con el m¨ªtico trompetista Miles Davis. "Recuerdo aquel concierto, la versi¨®n tan lenta y bluesy que toc¨® del Tutu que permanece en la memoria de todos los que estuvieron all¨ª", comenta el director del Festival. Al final de la actuaci¨®n, A?ua pas¨® al camerino a charlar con el trompetista. "Y tuve un peque?o encontronazo, porque a un m¨²sico le puedes hablar siempre de lo maravilloso que es ¨¦l, pero nunca de otros m¨²sicos. Y yo ah¨ª met¨ª la pata, porque le pregunt¨¦ a Davis qu¨¦ le hab¨ªa pasado con el pianista Thelonius Monk en unas famosas grabaciones que acabaron como el rosario de la Aurora. Y todo lo que coment¨® Miles es absolutamente irreproducible". Aquella edici¨®n se cerr¨®, por cierto, con el concierto de Milton Nascimento, como la de este a?o.
El Festival est¨¢ consolidado. A la n¨®mina citada se van a?adiendo los nombres de los que faltaban porque la convocatoria de la capital vasca se ha convertido imprescindible en el curr¨ªculum de los m¨²sicos. Chick Corea, Stephane Grapelli, Jack de Johnette, Wayne Shorter, David Sanborn, Gerry Mulligan, Gary Burton... Sin olvidar aquella noche memorable de blues que protagonizaron Buddy Guy y el impresionante B. B. King.
Las amistades de A?ua con los m¨²sicos que llegan a Vitoria son conocidas. Muchas de ellas fruto de la intensidad con la que lleva las negociaciones. "Por citar un ejemplo, me llev¨® tres a?os conseguir que tocaron juntos Paco de Luc¨ªa y Wynton Marsalis". Ser¨¢ tambi¨¦n porque les mima. No en vano son famosas las invitaciones gastron¨®micas con que les obsequia. "Llevarles a comer al Portal¨®n es la mejor inversi¨®n que hace el festival y la m¨¢s barata. Una buena comida y un buen vino de Rioja funcionan como una mano de vaselina, los m¨²sicos se quedan encantados y luego hacen un concierto estupendo. Hay excepciones, como Keith Jarrett, que me dijo: 'Yo no he venido a comer, he venido a hacer m¨²sica'; y, luego, francamente, no ofreci¨® un concierto brillante, ni mucho menos", apostilla, sin acritud, pero consciente de que si hubiera acudido al banquete, la actuaci¨®n habr¨ªa sido otra.
Los recuerdos de estos a?os dan para escribir un libro de memorias. Pero I?aki A?ua no est¨¢ dispuesto. "Tendr¨ªa que contar los buenos momentos, pero tambi¨¦n los malos. No me gusta edulcorar las cosas". Y en este tiempo ha habido malas historias. Entre las buenas, por ejemplo, la presentaci¨®n ¨²nica en Espa?a de Antonio Carlos Jobim o la combinaci¨®n exclusiva de m¨²sicos, como cuando present¨® a Chick Corea y Paco de Luc¨ªa. S¨ª apunta los nombres de m¨²sicos encantadores: "Con Al Jarreau, Bobby McFerrin o Pat Metheny te puedes ir a cualquier parte".
Durante estos a?os, el Festival ha permitido comprobar que es un motor econ¨®mico para la ciudad y para el resto de Euskadi. No cuenta con una playa como La Concha, principal atractivo del festival donostiarra, pero tiene muy cerca la Rioja alavesa, el Guggenheim y los pueblos de la costa vasca. A ello hay que sumar la calidad de vida que se respira en la ciudad. Hace unos a?os, la organizaci¨®n del Festival realiz¨® un estudio socio-econ¨®mico y los datos resultantes fueron, sobre todo, gratificantes: siete de cada diez personas hab¨ªa estado alguna vez anterior en el festival, con una media de ocho ediciones.
Pero no hay que bajar la guardia: la pen¨²ltima iniciativa pasa por la incorporaci¨®n de la conocida firma de dise?o Kukuxumusu al cat¨¢logo de merchandising del festival. Sus delantales y camisetas se pueden adquirir en Mendizorroza esta semana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.