Una temporada en el infierno

Debut cinematogr¨¢fico del dramaturgo Martin McDonagh -cuya brutal El hombre almohada sigue girando por escenarios espa?oles en montaje del extreme?o Teatro Noct¨¢mbulo-, Escondidos en Brujas corre tanto peligro de ser mal interpretada por una pura cuesti¨®n de mala (o equ¨ªvoca) ubicaci¨®n como su propia pareja protagonista: dos g¨¢nsteres irlandeses (Brendan Gleeson y Colin Firth), anclados en el centro de un limbo atemporal, la ciudad de Brujas, con el ¨²nico deber de esperar y perder el tiempo, de ejercer de turistas a la fuerza mientras llegue la llamada que introducir¨¢ (o completar¨¢) la narrativa en esta situaci¨®n entre par¨¦ntesis.

La pel¨ªcula de McDonagh se expone al riesgo de ser le¨ªda, pues, como un exc¨¦ntrico ejercicio de tarantinismo, dejando fuera de cuadro su condici¨®n de premeditada, sutil y consecuente prolongaci¨®n de un discurso creativo. McDonagh es uno de esos creadores capaces de coger en sus manos algunos arquetipos gastados por el uso y extraer de ellos una inesperada poes¨ªa. Escondidos en Brujas funciona, a la vez, como thriller heterodoxo, met¨¢fora existencial y comedia on¨ªrica: el director juega con algunos de los temas recurrentes de su trabajo teatral (la culpa, la inocencia brutalizada, la existencia de luz en la tiniebla) para acabar articulando una historia fascinante de redenciones y cuentas (morales) cuadradas. McDonagh maneja humor, amenaza y patetismo con la misma delicadeza, mientras se suceden en la pantalla actores enanos, gui?os a El Bosco, di¨¢logos de oro, coreograf¨ªas letales y juegos del azar. Todo ello sobre el tel¨®n de fondo de una ciudad de Brujas que pasa de chiste recurrente a antesala del infierno. Todo un logro.

Tr¨¢iler de 'Escondidos en Brujas'