Problemas y cosas a aclarar
Un problema es una cuesti¨®n dudosa que se trata de aclarar o un conjunto de circunstancias que dificultan la consecuci¨®n de un fin. Lo que tenemos en Espa?a son problemas: cosas que aclarar (el uso de las lenguas oficiales, por ejemplo) y circunstancias, por ejemplo, econ¨®micas, que dificultan nuestros fines. Situaciones que no se resuelven con pesimismo ni con optimismo, sino con estad¨ªsticas, razonamientos ordenados que despejen dudas, y, claro est¨¢, con medidas adecuadas que, por lo menos, aten¨²en las circunstancias adversas.
Nadie dice que sea f¨¢cil, pero desde luego suele ser menos dif¨ªcil si se va al centro del asunto y no se pierde demasiado tiempo en discusiones perif¨¦ricas, poco relacionadas con los problemas en cuesti¨®n.
Lo malo no es publicar las balanzas fiscales sino no publicar otras muchas balanzas entre autonom¨ªas
En el caso espa?ol, se dir¨ªa que hay cada vez m¨¢s asuntos enfocados de manera perif¨¦rica y muy poco inter¨¦s, no s¨®lo por parte de los pol¨ªticos, sino tambi¨¦n de otros sectores de la sociedad, por promover debates p¨²blicos sobre esos asuntos centrales que, bien mirado, son los que m¨¢s afectan a la vida de los ciudadanos.
Quienes creemos que la transparencia ayuda a atraer la atenci¨®n sobre debates importantes, estamos de acuerdo con la publicaci¨®n de las balanzas fiscales. Es bueno que quienes vivimos en una u otra zona del territorio espa?ol sepamos d¨®nde est¨¢ la riqueza y c¨®mo se mueven los flujos para reducir las disparidades econ¨®micas y sociales. Es bueno que se abra un debate p¨²blico sobre c¨®mo compaginar los leg¨ªtimos intereses de comunidades aut¨®nomas que son ricas, como Catalu?a (pero tambi¨¦n como Madrid o Baleares), con comunidades que precisan, tambi¨¦n leg¨ªtimamente, un fuerte trasvase de fondos, sin el que no ser¨ªa posible garantizar la cohesi¨®n territorial del conjunto del Estado.
El problema en Espa?a no es que se publiquen las balanzas fiscales, sino que no se publiquen m¨¢s estad¨ªsticas y balanzas sobre esas y otras cuestiones. El problema es que el Ministerio de Sanidad se niega a publicar las listas de espera para operaciones quir¨²rgicas por comunidades, que los diferentes ministerios no promueven ni proporcionan estad¨ªsticas comparables sobre la vida y la situaci¨®n de los ciudadanos en diferentes territorios del Estado.
A lo mejor con todos esos datos en la mano desaparecer¨ªan muchos debates falsos y muchos pol¨ªticos especialistas en calcular a ojo de buen cubero. Seguro que un extreme?o comprender¨ªa (es un ejemplo hipot¨¦tico, no un dato) que no es razonable que un catal¨¢n espere tres veces m¨¢s que ¨¦l para operarse de una cadera o que un catal¨¢n estar¨ªa de acuerdo en que se dedicaran m¨¢s recursos a la ense?anza en Andaluc¨ªa, en el caso de que sean muchos m¨¢s los j¨®venes andaluces que abandonaran la ense?anza superior que los j¨®venes catalanes. (Y si no estuvieran de acuerdo, por lo menos se les podr¨ªa reprochar, con toda raz¨®n, su falta de solidaridad).
Lo mismo sucede en el caso del uso de las diferentes lenguas oficiales del Estado. El debate central no es qui¨¦n decide si en Catalu?a se deben estudiar dos o tres horas de espa?ol a la semana, sino si los ciudadanos que viven en Catalu?a quieren que sus hijos aprendan bien el espa?ol, su gram¨¢tica y su literatura en la escuela p¨²blica. ?Alguien les ha preguntado a los expertos si reducir su ense?anza a dos horas pone en peligro ese correcto conocimiento? Una cosa es que los ni?os hablen espa?ol en el patio del colegio (?por qu¨¦ inquieta eso tanto a la Generalitat?) y otra que aprendan a escribirlo y a disfrutarlo.
El aprendizaje de dos lenguas en el sistema escolar no deber¨ªa formar parte de los dogmas pol¨ªticos. El biling¨¹ismo es una cuesti¨®n muy estudiada, aunque en Espa?a, Catalu?a incluida, no existan a¨²n suficientes informes t¨¦cnicos sobre los resultados de nuestras propias pol¨ªticas ling¨¹¨ªsticas. Es muy probable que si unos y otros acept¨¢ramos planteamientos m¨¢s cient¨ªficos, la ense?anza de las dos lenguas dejar¨ªa de ser tan pol¨¦mica y tan discutida.
La realidad es que el debate central que se est¨¢ planteando, de forma muy encubierta, no es el biling¨¹ismo, sino saber si se quiere imponer identidades nacionales a trav¨¦s de la disciplina que supone el uso preferente de una lengua u otra o si se aceptan identidades plurales. Los catalanes hablan indistintamente en cualquiera de las dos lenguas oficiales y es evidente que entre ellos no existe problema para el uso de espa?ol. Los inconvenientes, que s¨ª existen, no los ponen los ciudadanos, sino sus representantes pol¨ªticos. Sin preguntarles siquiera su opini¨®n. solg@elpais.es
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