PELUCHES EN LA PLAYA
Algunas parafilias son m¨¢s dif¨ªciles de comprender en verano. Los furries son una de las subculturas m¨¢s extra?as entre los fandom que pululan en Internet. Estas personas amantes del antropomorfismo que se disfrazan de animales tiernos como conejos, osos panda o perros de peluche, suelen crearse avatares con su fursona, la representaci¨®n humanoide de su yo m¨¢s profundo, su animal interior: un insecto g¨®tico, un lobezno gay, una tigresa hiphopera, y participar en foros en los que compiten por ser el animalito m¨¢s d¨®cil o el m¨¢s salvaje. Los furries asisten a convenciones, participan en juegos de roles y dibujan obras de arte tales como el momento en que dos lobos en vaqueros hacen el sesentaynueve. Hay arte furry, literatura furry y filosof¨ªa furry y, desde luego, sexo peludo. La modalidad recibe el nombre de Yiffy. El yiffy lover, retratado (parodiado, a decir de los furries) en un c¨¦lebre cap¨ªtulo de CSI, no s¨®lo practica el cibersexo, tambi¨¦n tiene sexo real con otras peludas, plum¨ªferas o escamosas criaturas.
La furryman¨ªa lleg¨® a m¨ª, tras de la heroica jornada intensiva de ayer, mientras tomaba el sol en una playa urbana. La repentina aparici¨®n de un peluche humano, un furrie involuntario vestido de Winni de Pooh y muy bien caracterizado con la camiseta roja por encima del ombligo y el hocico embarrado de miel, me sac¨® del marasmo del exhibicionismo playero. El osito y su acompa?ante invitaban a los ba?istas -sobre todo a las familias con ni?os- a hacerse una foto instant¨¢nea con Pooh por diez euros. De pronto, uno de los t¨ªos de una pandilla vecina a mi toalla abraz¨® al oso animado por detr¨¢s y comenz¨® a embestirlo con movimientos p¨¦lvicos. Pooh logr¨® zafarse y, al querer atrapar a su agresor, ambos cayeron sobre la arena, donde estuvieron revolc¨¢ndose durante un buen rato en una lucha que tanto parec¨ªa un combate cuerpo a cuerpo como un apareamiento h¨ªbrido. El sujeto vestido de mullido oso daba de manotazos bajo el sol abrasador. Algunos curiosos ya estaban contemplando hechizados la escena cuando el oso pas¨® al rol activo y mont¨® al chaval en la pose de la amazona. Los intentos por separarlos dieron sus frutos. Me qued¨¦ desolada.
Qui¨¦n no ha fantaseado en la infancia con alg¨²n perrito de peluche sublime al tacto o a qui¨¦n no le son¨® a vendetta hist¨®rica la org¨ªa antropom¨®rfica de los ex-empleados de Eurodisney, filmados en pleno cachondeo insinuantemente sexual -disfrazados de Mickey, Goofy, Minnie y hasta de las ardillas Chip y Chop-. Lo que para muchos es tan s¨®lo ciego instinto (chaval de la playa) para otros es una forma de vida. Pero, ?qu¨¦ hacen los furries en verano adem¨¢s de vender fotos instant¨¢neas? ?A d¨®nde van con tanto pelaje? Si alguien dudaba de la impractibilidad de esta mal llamada perversi¨®n a altas temperaturas, hay que decir que los disfraces incluyen, adem¨¢s de orificios en lugares muy oportunos, un sistema a pilas de refrigeraci¨®n por ventiladores. No hay excusa para no probar el bestialismo de cartoon en plena ola de calor.
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