Positivismo sem¨¢ntico
Las modificaciones l¨¦xicas pol¨ªticamente inducidas son un terreno ideal para rastrear los s¨ªntomas de nuestra propia situaci¨®n social que las manipulaciones interesadas del lenguaje intentan colar de tapadillo. Tomemos como ejemplo la reciente creaci¨®n del Ministerio de Ciencia e Innovaci¨®n, que es s¨ªntoma de un aire de los tiempos que afecta por igual a todas las fuerzas pol¨ªticas y que no depende de personas particulares. Reparemos ¨²nicamente en la operaci¨®n sem¨¢ntica que se oculta tras esta novedad administrativa, y en la circunstancia colectiva a la que responde. Es seguro que a los autores de la f¨®rmula "ciencia e innovaci¨®n" les guiaba el loable deseo de acabar con el secular desprecio por la ciencia del que tanto se ha acusado a nuestra cultura y el de revestirla con un halo de prestigio social. Pero n¨®tese la estrategia ling¨¹¨ªstica seguida para ello: se ha descompuesto el tradicional sintagma "educaci¨®n y ciencia" para buscarle a esta ¨²ltima un mejor partido, la "innovaci¨®n". Es decir, que subyace a la nueva construcci¨®n el supuesto de que al menos una de las cosas que fomentaba el descr¨¦dito de la ciencia era precisamente su asociaci¨®n con la educaci¨®n, y en concreto con la figura del "profesor" o, peor, del "maestro" (una palabra que re¨²ne dos rasgos sem¨¢nticos tan embarazosos como "autoridad" y "salario de hambre"). Las razones de ese v¨ªnculo deshonroso son variadas, pero es probable que la lamentable condici¨®n en que se encuentra la ense?anza p¨²blica en muchos lugares de nuestro pa¨ªs haya contribuido a que el t¨¦rmino "educaci¨®n", tras su divorcio forzado de la "ciencia", haya venido a formar pareja de hecho con la "pol¨ªtica social", vi¨¦ndose as¨ª mancillado por el estigma que siempre comporta el ser cosa de pobres (no nos extra?emos luego de que haya crisis de vocaciones y de que nadie quiera ser considerado "alumno"); Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, en EL PA?S del 2 de julio (?Crisis econ¨®mica o de modelo?), propon¨ªa lavar esta mancha con una nueva enmienda ling¨¹¨ªstica: abandonar el gastado vocablo "profesor" y sustituirlo por el m¨¢s lustroso de "agente organizador" ("animador cibern¨¢utico" podr¨ªa ser otra posibilidad).
El caso es que, asociada a "educaci¨®n", la palabra "ciencia" sonaba demasiado a mucho estudiar, a mucho experimentar y a catedr¨¢ticos extravagantes como cierto personaje de Jerry Lewis, muy capaces de inventar cosas tan impopulares como las bombas at¨®micas. En su af¨¢n de huir -para no crear alarma social, como dir¨ªa un personaje de El Roto- de la ominosa expresi¨®n "crisis", el presidente del Gobierno considera (en entrevista concedida a EL PA?S del 29 de junio) que la discusi¨®n sobre el uso de este t¨¦rmino es "un debate acad¨¦mico"; podr¨ªa haber dicho "una mera cuesti¨®n de palabras", pero no: dice debate acad¨¦mico. Es decir, que los acad¨¦micos no son los cient¨ªficos -las gentes que se tratan con la realidad de la manera m¨¢s precisa que hemos llegado a alcanzar-, sino una especie de sofistas o de te¨®logos escol¨¢sticos que se pasan el d¨ªa discutiendo de palabras ("crisis", "naci¨®n", "miembra") sin llegar nunca a conclusiones definitivas a causa de su apego al indeterminismo popperiano. ?Qui¨¦nes son, pues, los que se tratan con las cosas y no pierden el tiempo en debates interminables? ?Qui¨¦nes son los verdaderos cient¨ªficos liberados de connotaciones educativas y sem¨¢nticamente coaligados con la riqueza? Sin duda, son los "agentes organizadores" de la sociedad, es decir, los empresarios. Si a la ciencia se le quitan las implicaciones de la ense?anza y se le a?aden las de la empresa tecnol¨®gica, desaparecen todas sus connotaciones enojosas y se convierte en algo deseable. De ah¨ª que, fuera de contextos ceremoniales, nadie use ya el t¨¦rmino "ciencia" y que, pese a la presunta pereza pros¨®dica del hablante-tipo, haya sido sustituido por el euf¨®nico "i m¨¢s d¨¦ m¨¢s i", que concentra toda clase de signos sumatorios de positividad y de atributos amables; "investigaci¨®n": hasta la prensa del coraz¨®n y otras v¨ªsceras recibe un ba?o de eufemismo cuando se convierte en "periodismo de investigaci¨®n"; "desarrollo": lo contrario es el subdesarrollo, y ya hemos dicho que la pobreza es una mala compa?¨ªa sem¨¢ntica; e "innovaci¨®n", la reciente compa?era de la ciencia, significa "innovaci¨®n empresarial", conocimiento que, en vez de dolores de cabeza, da dinero (?no es para eso para lo que mandamos a nuestros hijos a las universidades, para que aprendan a ganar dinero?). He aqu¨ª c¨®mo el poder m¨¢gico del lenguaje permite, sin mermar las arcas p¨²blicas, convertir al friker¨ªo de funcionarios apoltronados y estudiantes absentistas en una elite de empresarios de ¨¦xito e investigadores radiantes. El lenguaje no podr¨¢ evitar, desde luego, que la Universidad se someta a la l¨®gica y a las necesidades de las empresas, cerrando o pauperizando los establecimientos improductivos del sector humanitario, que la ense?anza se transforme en entrenamiento de empleados d¨®ciles, que los debates acad¨¦micos sean sustituidos por asientos contables y que los viejos principios de la Ilustraci¨®n, como la verdad y la justicia, se suplan con ajustes financieros y zonas wi-fi. Pero, ya que hemos de tragar p¨ªldoras como ¨¦sta, no utilicemos t¨¦rminos desapacibles, que ya est¨¢n las cosas demasiado feas como para que encima aumentemos nuestros padecimientos llam¨¢ndolas por su nombre. Manuel Rivas (Lo com¨²n, EL PA?S del 28 de junio) ha escrito que "Espa?a necesita lexemas de simpat¨ªa", y nadie puede discutirle su jurisdicci¨®n en este terreno. Carlos Carnero (EL PA?S, 30 de junio) ha censurado a Juanjo Mill¨¢s por utilizar lexemas antip¨¢ticos para criticar la muy progresista (y, por tanto, positiva y simp¨¢tica) directiva del retorno de inmigrantes -otros que siempre se ponen negativos- reci¨¦n aprobada por la Uni¨®n Europea. Y hasta Gianni Vattimo, en su "autobiograf¨ªa a cuatro manos", se pregunta si su enfado con el mundo actual se debe a que su lenguaje es el de un cascarrabias septuagenario o si acaso ser¨¢ verdad que la derecha italiana practica la pol¨ªtica de la desverg¨¹enza y que la izquierda que se le opone es oportunista, pusil¨¢nime y paral¨ªtica (qu¨¦ Dilema, D'Alema). Ya lo dec¨ªa el padre Jes¨²s Urteaga en la televisi¨®n franquista: "Siempre alegres para hacer felices a los dem¨¢s".
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