La infancia del mundo
La verdad no se encuentra en un sue?o, sino en muchos sue?os". ?sta es la cita que Pasolini elige como p¨®rtico a su pel¨ªcula Las mil y una noches. Pasolini culmina con ella su Trilog¨ªa de la vida. Ha realizado una pel¨ªcula por a?o, pero en realidad se trata de una obra unitaria concebida en tres partes: El Decamer¨®n, Los cuentos de Canterbury, y Las mil y una noches. Pasolini recurre a esos libros, herederos de la antigua tradici¨®n oral, para crear un arte, tal como quer¨ªa Gramsci, que pudiera ser popular sin renunciar a la belleza, la inteligencia y la fuerza. Un arte que pudiese ser visto y comprendido por todos. Para hacerlo, abandona el cine ideol¨®gico de los ¨²ltimos a?os y regresa en cierta forma a sus primeras pel¨ªculas: Accatone y Mamma Roma. Esas pel¨ªculas en las que denunci¨® la marginalidad de la juventud proletaria de los barrios romanos.
El placer es para Pasolini la expresi¨®n m¨¢xima de nuestra libertad frente al poder
El cineasta muri¨® como cualquiera de los personajes de sus pel¨ªculas
La Trilog¨ªa supone un canto de celebraci¨®n de la vida y la alegr¨ªa del sexo. Un sexo atrevido, libre, fuente de afecto e ingenuidad. En realidad, como ha escrito Jos¨¦ Luis Guarner, estas pel¨ªculas resumen las obsesiones de Pasolini: "La materialidad del cuerpo humano, su odio a la burgues¨ªa, la exaltaci¨®n del sexo, la denuncia de la hipocres¨ªa, la fascinaci¨®n de la muerte". Suponen una protesta frente a la fealdad creciente de cuanto le rodea, y la terrible uniformizaci¨®n dictada por una sociedad capaz de transformar el cuerpo en mercanc¨ªa, y corromper y banalizar el deseo.
Y, ciertamente, el sexo en estas pel¨ªculas puede ser p¨ªcaro y divertido, pero nunca es banal. Especialmente, en Las mil y una noches, en que el cuerpo humano se vuelve pura materia encantada. Eso es el sexo en ella: una celebraci¨®n de la belleza del otro. Es curioso que estas pel¨ªculas constituyeran un esc¨¢ndalo cuando se estrenaron, ya que vistas hoy resultan de un candor casi infantil. Tal vez porque Pasolini se entrega en ellas al puro placer de contar. "Aqu¨ª acaban los cuentos de Canterbury, contado por el solo placer de contar", as¨ª termina su adaptaci¨®n de la obra de Chaucer. No es una frase cualquiera. El placer en Pasolini nunca es acomodaticio, es la expresi¨®n m¨¢xima de nuestra libertad frente al poder, tiene que ver con el gusto de contar. Y su pel¨ªcula Las mil y una noches es el mejor ejemplo. Pocas veces se ha mostrado en el cine la radical heterogeneidad del coraz¨®n humano como en esta obra incomparable, cuya misteriosa y limpia belleza, 30 a?os despu¨¦s de haber sido hecha, sigue conmovi¨¦ndonos como un milagro.
Sin embargo, apenas unos meses despu¨¦s de terminada, Pasolini, en un texto l¨²cido y desgarrador, abjura p¨²blicamente de ella. "Reniego de la Trilog¨ªa, escribe, aunque no me arrepienta de haberla creado". Pasolini no puede negar la sinceridad y la necesidad que le impulsaron a la representaci¨®n de los cuerpos y de su s¨ªmbolo culminante el sexo, pero se siente incomprendido por todos. La cr¨ªtica le acusa de haber renunciado a su esp¨ªritu cr¨ªtico y haber producido unas pel¨ªculas acomodaticias y sin inter¨¦s, y el p¨²blico apenas ve en ellas otra cosa que un mero producto de consumo y entretenimiento. Incluso tiene que asistir a la humillaci¨®n de ver c¨®mo se hacen numerosas secuelas llenas de vulgaridad y de fealdad.
Por eso abjura de su obra, y se embarca en la que habr¨ªa de ser su ¨²ltima, Sal¨®, o los 120 d¨ªas de Sodoma. Se inspira en un texto de Sade, y toma como excusa la Rep¨²blica de Sal¨®, bajo el dominio de los nazis fascistas. En realidad, Sal¨® es un ensayo, el texto de la abjuraci¨®n. Puede que sea la m¨¢s demoledora y fr¨ªa denuncia del fascismo que se ha hecho jam¨¢s. El fascismo como poder an¨¢rquico que quiere abolir la historia y atropellar a la naturaleza. Nada hay en ella de la alegr¨ªa y el gozo de los cuerpos. Los muchachos y las muchachas secuestrados apenas son otra cosa que mercanc¨ªas embrutecidas. Sus desnudos nada tienen que ver con el pobre y casto esplendor de la Trilog¨ªa. El Eros que en Las mil y una noches era amor, aqu¨ª es s¨®lo odio.
Debi¨® de ser muy doloroso para Pasolini hacer esta pel¨ªcula. Era el reconocimiento de que todo lo que amaba hab¨ªa terminado. Una sociedad ego¨ªsta, inclinada predominantemente hacia el lucro y el placer, adolescentes a los que les hab¨ªa sido robada la cultura, una visi¨®n del sexo alejada de la alegr¨ªa; as¨ª era lo que ten¨ªa delante de los ojos. Pasolini, que hab¨ªa recibido como herencia del cristianismo la idea de la sacralidad de la vida, no pod¨ªa resignarse a vivir en un mundo donde el cuerpo fuera una mercanc¨ªa m¨¢s, y lo fustig¨® en sus poemas, sus pel¨ªculas y art¨ªculos. En una de sus cartas, escribe a un amigo napolitano: "No le tengas miedo a lo sagrado y a los sentimientos, de los cuales el laicismo consumista ha privado a los hombres transform¨¢ndoles en brutos y est¨²pidos aut¨®matas adoradores de fetiches".
Pero no llega a ver estrenada su pel¨ªcula, y muere en noviembre de 1975 a manos de unos de esos muchachos de los arrabales que tanto defendi¨® y am¨®. Las im¨¢genes de su cuerpo brutalmente asesinado dan la vuelta al mundo. "En Roma se mata", respondi¨® Ninetto Davoli, su actor m¨¢s querido, cuando le preguntaron qu¨¦ pensaba. Y es verdad que nadie que le hubiera conocido pod¨ªa extra?arse de su fin. Desde Acattone hasta Sal¨®, ese cuerpo ultrajado, privado de amor, hab¨ªa aparecido sin descanso en su cine. Medea arroja los miembros de su hermano para que sus perseguidores se detengan a recogerlos; en Porcile, un muchacho tiembla de alegr¨ªa al comer carne humana; hasta en Las mil y una noches, su pel¨ªcula m¨¢s pura y hermosa, hay muchachos que asesinan en sue?os, ladrones crucificados, cad¨¢veres abandonados entre las basuras.
Nunca ese cuerpo fue m¨¢s hermoso que en el cuento de Lisabetta de El Decamer¨®n. Los hermanos matan a su amante, y ¨¦ste se le aparece en sus sue?os para decirle d¨®nde est¨¢. Ella acude en su busca y, al no poder llevarse su cuerpo completo, le corta la cabeza. Entonces la lava y la peina, y la oculta en una maceta de albahaca, que pone en su ventana. Boccaccio termina su cuento haciendo que sus hermanos la descubran y que Lisabetta muera de dolor, pero Pasolini detiene el suyo cuando ella se acerca a la ventana y tiende sus brazos para abrazar la cabeza escondida de su amante.
Es el triunfo del amor y del eros. La Trilog¨ªa de la vida expresa la nostalgia de Pasolini por un pueblo generoso y alegre, animado por esa suerte de patriotismo c¨®smico del que hablara Chesterton. Pero estas pel¨ªculas tambi¨¦n hablan de algo que en su momento pocos entendieron: de su confianza en la cultura. Edipo, Medea, Los evangelios, Las mil y una noches, El Decamer¨®n, La Divina Comedia...; estos son algunos de los libros que alimentan su cine. Pasolini nos dice que s¨®lo ellos pueden devolvernos a las misteriosas redes de esos cuentos eternos que guardan la memoria de lo que fuimos alguna vez. La memoria de la infancia del mundo, de ese tiempo en que la verdad no cab¨ªa en un solo sue?o y hasta los cuerpos muertos pod¨ªan florecer si alguien les amaba.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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