Cantantes implicados
Casi seis a?os despu¨¦s de su estreno, el montaje de Don Giovanni, de Mozart, con la direcci¨®n esc¨¦nica de Calixto Bieito, vuelve a levantar ampollas en su retorno al Liceo, entre atronadores abucheos y adhesiones entusiastas. No ha perdido un ¨¢pice de su capacidad transgresora, en un trepidante juego teatral que transforma el drama giocoso de Mozart y Da Ponte en una noche de sexo (menos el pobre Comendador, todos fornican en escena) y desenfreno ambientada en el Port Ol¨ªmpic, entre litros de alcohol, drogas, suciedad, violencia, sadismo y muerte. Puro Bieito, que pone a los personajes frente al espejo de su perdici¨®n y los mueve hacia el abismo a un ritmo fren¨¦tico. ?Y Mozart? Pues intentando sobrevivir al ba?o de modernidad. Bieito cuenta la historia como si fuera un filme de Tarantino, pero con la banda sonora equivocada. Cuando la vulgaridad, la cutrez y el exceso de testosterona dejan resquicio a la emoci¨®n, la m¨²sica de Mozart asoma la cabeza entre tanta mierda y logra transmitir algo de emoci¨®n.
DON GIOVANNI
De Mozart. Int¨¦rpretes: Simon Keenlyside, ?ngeles Blancas, V¨¦ronique Gens, Kyle Ketelsen. Coro y orquesta del Liceo. Director de escena: Calixto Bieito. Teatro del Liceo. Barcelona, 22 de junio.
Dirigir a trompicones
Se pueden odiar los excesos de Bieito, pero hay que quitarse el sombrero ante su capacidad para lograr que los cantantes de ¨®pera, siempre vagos en asuntos teatrales, se impliquen a fondo en la construcci¨®n de un personaje. Y lo que hacen todos en este montaje es eso, implicarse en la definici¨®n de cada personaje con las m¨¢s eficaces armas teatrales. Sensacional es, por ejemplo, el trabajo del bar¨ªtono Kyle Ketelsen, que debuta en el Liceo en el papel de Leoporello: la voz es notable, canta con gusto y estilo y no deja cabos sueltos en una soberbia caracterizaci¨®n. O su colega Simon Keenlyside, de medios algo ligeros para Don Giovanni, que se implica con Bieito sin titubeos. Su voz cautiv¨® en las escenas de mayor lirismo, pero no siempre fue audible en las de mayor peso dram¨¢tico. Claro que buena parte de culpa la tuvo el director de orquesta, Friedrich Haider, que llev¨® la obra a trompicones, con sonido duro, velocidad excesiva y poco sentido mozartiano.
De las tres sopranos, V¨¦ronique Gens (Donna Elvira) fue la m¨¢s musical y escrupulosa; ?ngeles Blancas (Donna Anna) compens¨® ciertas durezas con energ¨ªa y valent¨ªa vocal fuera de serie y Juanita Lascarro (Zerlina) perfil¨® bien su papel, sin atisbos de ingenuidad.
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