La foto pasa a la historia
A Tim Hetherington le apasiona experimentar con las im¨¢genes en la pantalla del ordenador, rendido ante la revoluci¨®n que ha impuesto internet y convencido de que "la fotograf¨ªa en su formato tradicional pronto va a resultar irrelevante en los medios de comunicaci¨®n". El ganador de la ¨²ltima edici¨®n del World Press Photo no revela el menor atisbo de nostalgia a la hora de certificar la muerte del soporte impreso. "Lo que me interesa es contar una historia m¨¢s que el formato", explica este fot¨®grafo, documentalista y director de cine brit¨¢nico, que prefiere autodefinirse como un "creador de im¨¢genes" y sobre todo "un narrador".
Ha sido en cualquier caso la fotograf¨ªa concebida para las p¨¢ginas de una revista la que le mereci¨® el galard¨®n del prestigioso certamen. El retrato de un soldado estadounidense postrado en un rocoso b¨²nker de Afganist¨¢n fue tomado en el valle de Korengal, junto a la frontera pakistan¨ª, escenario de los combates m¨¢s mort¨ªferos entre las fuerzas de Estados Unidos y la insurgencia afgana. La imagen que recogi¨® su c¨¢mara expone "la extenuaci¨®n de un hombre y, por extensi¨®n, de toda una naci¨®n", seg¨²n el presidente del jurado, Gary Knight, al anunciar una decisi¨®n que no result¨® del gusto de todos. A Hetherington le han llegado a reprochar que la fotograf¨ªa en cuesti¨®n aparezca borrosa, pero ¨¦l rebate que ese ligero desenfoque -fruto de la precaria iluminaci¨®n en un b¨²nker de 30 metros de altura por 10 de ancho- confiere tintes casi pict¨®ricos a su trabajo.
Hetherington: "No me interesa retratar la violencia: prefiero buscar situaciones humanas entre tanta desolaci¨®n"
La pieza forma parte de un reportaje encargado por la publicaci¨®n americana Vanity Fair que, bajo el t¨ªtulo En el valle de la muerte, reflejaba las condiciones de vida en el Segundo Batall¨®n del 53? Regimiento de Infanter¨ªa, al que Hetherington estuvo incrustado en el oto?o de 2007. El autor est¨¢ mucho menos interesado en la lectura pol¨ªtica de la fotograf¨ªa que en el "enorme sentimiento" que cree que encierra: "Mi trabajo", subraya, "consiste en conectar con la gente, en su comportamiento en situaciones extremas. No pretendo dar un empuj¨®n a la agenda pol¨ªtica, en todo caso generar un debate". Por eso declina pronunciarse sobre las intervenciones militares en Afganist¨¢n o Irak.
Hetherington vierte esas reflexiones en una cafeter¨ªa de Londres, ciudad que apenas pisa aunque aqu¨ª tiene su cuartel general, a las pocas semanas de la concesi¨®n del premio. Ese reconocimiento, admite, supone una plataforma formidable, aunque "tambi¨¦n lo cambia todo por el enorme escrutinio. He decidido aprovechar sus r¨¦ditos, pero me preocupa ser malentendido, no quiero que me encierren en una caja". Resume esa aprensi¨®n en el constre?imiento que le supone ser catalogado como fot¨®grafo de prensa, porque ¨¦l se considera un generador de diferentes formas de comunicaci¨®n fotogr¨¢fica, ajeno a etiquetas. "No me siento miembro de la comunidad World Press Photo", sostiene en un sorprendente desmarque de la organizaci¨®n que ya le procurara otros dos galardones fotogr¨¢ficos en pasadas ediciones.
Nacido en Liverpool en 1970, Tim Hetherington se gradu¨® en literatura inglesa por la Universidad de Oxford, y trabaj¨® como editor y escritor de literatura infantil antes de pasar por la escuela de fotoperiodismo de Cardiff (Gales). All¨ª, se?ala, form¨® parte de "la ¨²ltima generaci¨®n de estudiantes que revel¨® en blanco y negro", un recurso que hoy considera relegado a mera pieza de museo. Su trayectoria como profesional de la imagen arrancaba en 1977, apoy¨¢ndose en proyectos a largo plazo que en los ¨²ltimos ocho a?os ha concentrado sobre todo en la geograf¨ªa de ?frica occidental, objeto de exposiciones, proyecciones digitales y pel¨ªculas, como Liberia, una guerra incivil (2004). Nunca quiso replicar la brutalidad de los conflictos que azotan a ese continente con im¨¢genes expl¨ªcitas, porque "no me interesa retratar la violencia: prefiero buscar lo ordinario, situaciones humanas entre tanta desolaci¨®n". Esa aproximaci¨®n, considera, fue a menudo malentendida en las redacciones de los peri¨®dicos, donde dice no haber encontrado el eco para su trabajo. "Las im¨¢genes 'que piensan' y que 'permiten pensar' han desaparecido de las p¨¢ginas de la prensa escrita. Creo que s¨®lo se da margen a las ideas del escritor y que impera un cierto esnobismo intelectual", se despacha.
Hetherington acaba de regresar de los Emiratos ?rabes Unidos, donde ultima una exposici¨®n conjunta de fot¨®grafos brit¨¢nicos y locales, La casa de mi padre, un recorrido por la agitada historia de los pa¨ªses de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga a partir de su diversidad arquitect¨®nica. Mientras devora una hamburguesa, con la misma premura con la que apura las ¨²nicas 24 horas que pasar¨¢ en Londres en los pr¨®ximos meses, explica que ya prepara las maletas para regresar a Afganist¨¢n durante el verano. Esa reiteraci¨®n en el frente b¨¦lico fascina a los estudiantes que asisten a sus clases puntuales de fotoperiodismo, "realmente obsesionados con la idea de ir a los puntos calientes para retratar la violencia. Yo intento refutar ese sue?o de h¨¦roe que para ellos encarna el fot¨®grafo de guerra".
Hetherington piensa firmar un segundo reportaje sobre el despliegue estadounidense y al tiempo filmar la secuela del documental que el a?o pasado emiti¨® el programa Nightline de la cadena americana ABC. Ah¨ª reconoce que la concesi¨®n del World Press Photo ha contribuido a afianzarle, aunque ir¨®nicamente la fotograf¨ªa premiada no aparec¨ªa entre las 12 p¨¢ginas que la revista dedic¨® a aquel trabajo, aunque s¨ª fue insertada en su edici¨®n digital.
?Va a desplazar el v¨ªdeo a la fotograf¨ªa en sus futuros trabajos? "Suelo elegir el formato que funcione mejor para la historia, que es lo realmente importante, aunque el mundo de las pantallas de la televisi¨®n o del ordenador y la fotograf¨ªa en el futuro ser¨¢ lo mismo. En el pasado los abord¨¦ como universos separados, ahora quiero que converjan". A lo largo de la conversaci¨®n, Hetherington llega a sentenciar "el fin de la fotograf¨ªa", aunque acaba matizando que alude al necesario cambio de mentalidad de los profesionales de la imagen ante el v¨¦rtigo que produce la irrupci¨®n de las nuevas herramientas digitales.
Hacemos un repaso a su producci¨®n, pero cuesta arrancarle una selecci¨®n de sus propios trabajos. Su asistente, Nayla, nos revela que guarda especial cari?o a la serie Healing Sport (1999-2002), uno de sus proyectos en torno al resurgimiento del deporte como ant¨ªdoto ante los estragos de la guerra en pa¨ªses como Liberia, Sierra Leona o Angola. Las fotograf¨ªas fueron tomadas en blanco y negro, una plataforma que no piensa volver a utilizar. "El blanco y negro es m¨¢s abstracto. El color, en cambio, te aproxima a la historia. Trabajar en blanco y negro es uno de mis errores del pasado: es muy bonito pero creo que ya no resulta ¨²til". Al final se decide a escoger una imagen que captur¨® en pleno conflicto liberiano: un guerrillero se despide de su novia, en un momento de intimidad ajeno al caos. "Me gusta esta fotograf¨ªa porque expresa que tambi¨¦n en la guerra hay espacio para las emociones humanas, aunque en su d¨ªa no fue apreciada (diversos medios la rechazaron)". La instant¨¢nea formar¨¢ parte de la recopilaci¨®n de sus experiencias en Liberia en un libro, "una narrativa personal con fotograf¨ªas y texto" que ser¨¢ publicada el pr¨®ximo a?o, en lo que parece constituir toda una revancha.
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